Por qué los niños pequeños son egoístas por naturaleza, según Rafa Guerrero: "Aún no tienen el cerebro desarrollado para entenderlo de otra forma"

“El gran desconocimiento que tenemos sobre el desarrollo infantil nos lleva a creer, de manera errónea, que los niños y niñas pueden controlar lo que dicen y lo que hacen”, explica Guerrero.
La empatía se aprende con el tiempo. Lo que parece egoísmo es, muchas veces, inmadurez cerebral (Midjourney-RG).
La empatía se aprende con el tiempo. Lo que parece egoísmo es, muchas veces, inmadurez cerebral (Midjourney-RG).

Como todo en el desarrollo infantil, hay niños y niñas más maduros o con mayor capacidad de empatía que, poco a poco, pueden ser capaces de ponerse en la piel del otro antes que otros peques de su edad. Pero, por norma general, se tarda mucho tiempo en desarrollar esta capacidad, al menos de forma completa y amplia. Hasta bien avanzada la infancia, incluso entrada ya la adolescencia, los niños y niñas son egoístas por naturaleza. Y eso tiene sus implicaciones en el día a día de la crianza de los hijos e hijas.

El psicoterapeuta Rafa Guerrero, uno de los divulgadores sobre aspectos relacionados con la crianza y la psicología infantil más respetados y populares del país —nos ha enseñado, por ejemplo, cuál es el mayor miedo de los niños—, incide siempre que tiene ocasión en esta característica intrínseca de la infancia: el egoísmo.

Lo hace no para criticar que los menores sean egoístas, sino para que las madres y padres entiendan que sus hijos e hijas pequeños no pueden dejar de serlo. No están todavía preparados para ello. Es un proceso natural que requiere tiempo. Desarrollo. Madurez. Edad.

Acompañar no es ceder: los niños pequeños aún no tienen el cerebro preparado para pensar en el otro como un adulto esperaría.
Acompañar no es ceder: los niños pequeños aún no tienen el cerebro preparado para pensar en el otro como un adulto esperaría (Midjourney-RG)

El sistema egocéntrico en los niños

Rafa Guerrero ha explicado en numerosas charlas, entrevistas y libros —y clases, quienes tenemos suerte de haber sido sus alumnos lo sabemos bien— por qué un niño o niña pequeño no puede decidir si portarse bien o mal o por qué un niño piensa que todo lo malo ocurre por ellos y ellas, entre otras cuestiones.

“El gran desconocimiento que tenemos sobre el desarrollo infantil nos lleva a creer, de manera errónea, que los niños y niñas pueden controlar lo que dicen y lo que hacen”, explica Guerrero.

Lo cierto, indica el psicoterapeuta, es que su desarrollo cerebral es muy lento. “Tardamos tanto en tener cierto control sobre nuestras conductas que la idea de que los menores pueden elegir si portarse bien o mal es solo una ilusión o un deseo del adulto”, señala.

La empatía se aprende con el tiempo. Lo que parece egoísmo es, muchas veces, inmadurez cerebral.
La empatía se aprende con el tiempo. Lo que parece egoísmo es, muchas veces, inmadurez cerebral (Midjourney-RG).

Y por esta misma razón, por inmadurez, los niños y niñas pequeños son incapaces de ponerse en la piel de otras personas. Tienen lo que Rafa Guerrero denomina un “sistema completamente egocéntrico”.

Esto es, son egoístas por naturaleza, para lo bueno y para lo malo, alrededor de los 5 años. Y esto se traduce en más conflictos entre hermanos, por ejemplo, porque en su mundo, en su visión, no cabe la de otra persona, aunque esta sea muy cercana. Pero también en que puedan asumir como suya la responsabilidad de que su padre o su madre tienen un mal día. “Interpretan en base a su mundo. […] Es lo natural a los 5 años”, incide Rafa Guerrero.

Compartir no es natural en la primera infancia: sus cerebros aún están centrados en sobrevivir y explorar desde el “yo”.
Compartir no es natural en la primera infancia: sus cerebros aún están centrados en sobrevivir y explorar desde el “yo” (Midjourney-RG)

La comunicación es esencial

Por esta razón, por las consecuencias negativas que puede tener la influencia del sistema egocéntrico en niños y niñas pequeños, es fundamental la comunicación con los hijos e hijas.

Rafa Guerrero pone como ejemplo cuando uno de los adultos de referencia del niño (o niña) tiene un día malo. Ya sea porque está enfadada, triste, cansada o con ansiedad debido al trabajo o a una cuestión personal que no tiene que ver con su hijo.

“Cuando papá o mamá llegan a casa frustrados, creen que es culpa suya. No porque lo hayan hecho mal, sino porque aún no tienen el cerebro desarrollado para entenderlo de otra forma”, incide Rafa Guerrero. Es en la adolescencia, ni siquiera en la infancia, cuando se tiene desarrollada la capacidad de ponerse en la piel de otra persona “de manera mucho más consciente”, añade.

Por ello, en estos casos, es clave explicar al menor con antelación —al llegar a casa, al recogerle del colegio, etc.— que mamá o papá no tienen un buen día por algo que no tiene que ver con ellos —el nivel de los detalles que se compartan depende de cada circunstancia—. “Para que entiendan que no es por ellos”, concluye Rafa Guerrero.

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