Hay experiencias que solo quienes han tenido un bebé recién nacido pueden comprender. Una de ellas, tan mágica como inexplicable, es el olor de sus primeros días de vida. ¿A qué huele exactamente un recién nacido? No lo sabemos con precisión, pero todos coincidimos en que es algo profundamente agradable, casi adictivo. Único dirían (diríamos) muchos. Esa fragancia parece habitar entre lo biológico y lo emocional, y nos conecta de una forma poderosa con nuestros instintos más básicos: el de cuidar, el de querer.
Es curioso que, con todos los enigmas que la ciencia ha podido resolver hasta la fecha, muchos de ellos relacionados con la crianza y con los bebés, todavía no haya sido capaz de demostrar por qué huelen así los recién nacidos.
El neuropsicólogo Álvaro Bilbao lo expresa con claridad y naturalidad en sus redes sociales: “¡Es un misterio!”, dice con humor cuando se refiere a ese olor inconfundible que emana la piel de los bebés. “No se sabe realmente por qué los bebés tienen ese olor tan particular”, dice Bilbao.
Este enigma que, lógicamente, no ha pasado desapercibido para la ciencia. Investigadores en neurociencia y psicología del desarrollo llevan años intentando descifrar por qué los recién nacidos huelen de esta manera… No tanto por el hecho de que huelan bien, sino por conocer qué función cumple ese aroma en la crianza.
Y aunque no hay una respuesta única ni definitiva, lo cierto es que se sabe que el olor del bebé activa zonas del cerebro relacionadas con la recompensa, el afecto y el apego. Es decir: no solo huele bien, sino que ese olor tiene efectos tangibles sobre nosotros. Algo así como un vínculo invisible que refuerza el amor, el cuidado y la cercanía en los primeros días de vida. El propio Álvaro Bilbao lo explica de la siguiente manera.

Peculiaridades del olor de los bebés recién nacidos
Destaca el neuropsicólogo que lo primero que sorprende es que este olor tan característico no es permanente. Muchas madres y padres aseguran que desaparece a los pocos meses, casi tan silenciosamente como llegó. En realidad, no se sabe bien cómo ocurre, pero de un día para otro deja de percibirse.
Algunas investigaciones apuntan a que podría estar relacionado con restos de vérnix caseosa (la capa blanca que recubre al recién nacido al nacer), las glándulas sudoríparas inmaduras o incluso a compuestos específicos de la piel que aún no han sido identificados por completo.
Lo fascinante es que ese olor parece ayudar a cumplir una función: crear y fortalecer el vínculo entre los padres y el bebé. “Ese olor parece tener una función muy importante para desarrollar el instinto de cuidado y protección en los padres”, dice Álvaro Bilbao.

En un estudio publicado en Human Brain Mapping (2009), los investigadores descubrieron que el olor de los recién nacidos activa en las madres regiones del cerebro asociadas al sistema de recompensa, muy similar a cómo responde nuestro cerebro al chocolate o a las redes sociales en los adolescentes. Este hallazgo sugiere que la naturaleza ha diseñado ese aroma para fomentar el cuidado, el contacto piel con piel y la permanencia emocional.
Otro dato curioso es que ese olor tan característico de los recién nacidos podría ser incluso único. Así como las huellas dactilares, se ha planteado que el “olor del bebé” podría tener características específicas para cada recién nacido, lo que permitiría a los padres reconocer a su hijo entre otros. Aunque esto aún está en fase de estudio, no deja de ser una posibilidad asombrosa que confirma cuán finamente entrelazadas están la biología y el amor.
En cualquier caso, Álvaro Bilbao no tiene duda de que el olor del bebé consigue hacer algo más fácil la crianza. “Ese olor tan encantador hace que todo el cansancio y esfuerzo de esos primeros meses sea un poco más llevadero. Estamos cansados, sí, pero por lo menos podemos oler a nuestro bebé”, dice.
También ocurre a la inversa
No solo los padres se sienten atraídos por este aroma. También los bebés encuentran consuelo en el olor de su madre o padre. Diversos estudios han mostrado que, al percibir el olor de sus cuidadores principales, los recién nacidos se calman, lloran menos y duermen mejor.
Es una vía más —junto con la voz o el tacto— a través de la cual se sienten seguros y acompañados en un mundo completamente nuevo.
Así que, aunque la ciencia aún no tenga todas las respuestas, hay algo profundamente reconfortante en saber que ese aroma que tanto recordamos cumple un papel esencial en el inicio del vínculo más importante de nuestras vidas. Y que también lo hace en sentido inverso, cuando los bebés huelen a su madre y a su padre- Porque a veces, lo que nos une, no se puede ver… pero sí se puede oler.
Referencias
- Johan N. Lundström, Julie A. Boyle, Robert J. Zatorre, Marilyn Jones-Gotman. The neuronal substrates of human olfactory-based kin recognition. Human Brain Mapping, 2009; 30(8): 2571–2580.
DOI: 10.1002/hbm.20686