Calambres en el embarazo: ¿cuándo es síntoma de alarma?

No son motivo de alerta urgente, sino más bien una consecuencia muy habitual de los cambios que se producen en esta etapa que aparece en el segundo y tercer trimestre, pero sí hay algunas excepciones concretas y muy poco habituales en las que los calambres son motivo de consulta inmediata con el especialista.
calambres

 Vómitos constantes, presencia de sangre o flujo anormal, golpes serios en el abdomen, fiebre alta, o dolores al orinar son síntomas de alarma inmediata durante el embarazo. No así molestias físicas típicas que también son consecuencias habituales de la gestación, véase el estreñimiento, el dolor y sangrado de encías o los calambres. La diferencia es que si aparecen todos los primeros (y algunos más), se debe acudir con urgencia al especialista médico, con los segundos, en general, no queda más remedio que aprender a convivir y limitarlos con una serie de trucos o hábitos. Los calambres, por ejemplo, que son muy típicos en las piernas -también se pueden sentir en la tripa- durante el segundo y tercer trimestre, son muy llamativos porque se notan una barbaridad y producen dolor, pero no son realmente un síntoma de alerta durante el embarazo salvo pequeñas excepciones asociadas a otros síntomas o a una aparición prolongada y en abundancia de ellos. 

Tal y como advierte el Instituto Murciano de Fertilidad (IMFER), “los calambres no deben incluir fiebre o sangrado excesivo, y en caso de tener antecedentes de abortos involuntarios o persistan más de lo normal habrá que consultar a un médico”. Son los únicos casos en los que este síntoma habitual del embarazo sí puede ser alarmante, y por lo tanto, cuando se den de esta forma, es recomendable ponerse en manos del especialista médico y explicarle la situación. No tiene por qué significar nada grave, pero es una situación anómala que el experto que lleva el control y seguimiento del proceso de gestación debe saber para actuar en consecuencia. 

Causas de su aparición

En caso de que aparezcan solos, algo que puede ocurrir de día pero a menudo por la noche, mientras duermes, no hay de qué preocuparse. Aunque no se sabe a ciencia cierta el motivo exacto por el que aparecen, existe cierto consenso entre la comunidad médica al asociarlos a circunstancias propias del embarazo como los cambios metabólicos, vasculares y nerviosos del cuerpo que se producen en en esta etapa de nueve meses, y también la corrección del eje de la columna al crecer el útero, lo cual supone una mayor compresión de los nervios que enlazan con las piernas, zona donde aparecen los protagonistas de este texto. 

Su aparición es casi irremediable, pero se pueden prevenir y también sofocar más rápido si se sabe cómo actuar. Es fundamental recoger y estirar las piernas cuando aparezcan, no quedándose fija esperando a que pasen en la misma postura. Así dolerán más y también durarán más. Después, estirar el músculo afectado también es recomendable para aliviar la tensión que se acumula en la zona con un calambre, e incluso caminar un poco, incluso cuando se sufran en la cama. Basta con andar por el pasillo un poquito para aliviar la molestia que dejan. 

¿Pueden prevenirse?

Por otro lado, para prevenirlos, nada mejor que mantener hábitos saludables durante el embarazo tanto en lo que a la alimentación se refiere como, especialmente, a la actividad física. Comer sano y variado, y sobre todo beber agua de forma constante para garantizar la hidratación, y mantenerse activa, siempre adecuando el deporte a las circunstancias y no al revés, es fundamental en muchos sentidos, también para combatir los calambres del segundo y tercer trimestre. Además, hay opiniones expertas que vinculan la abundancia de calambres en el embarazo a los tacones, algo que también perjudica a la salud de la espalda y la circulación -las varices son una consecuencia de ello-, de modo que evitarlos es también muy recomendable; embaraza y zapato plano y cómodo es la fórmula exitosa. 

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