Todos los padres imaginamos, de forma consciente o no, cómo serán nuestros hijos de mayores, cómo nos gustaría que fuesen. Este tipo de cuestiones pesan sobre nuestros actos y se convierten en guías de nuestras decisiones y actuaciones respecto a los hijos. La intención de cualquier padre es educarlos lo mejor posible, ¡no cabe duda!, pero en ocasiones, las dudas, la escasez de estrategias o la falta tiempo pone a prueba a los padres. Hablamos con Paola Benito, psicóloga de Oak House School, quien nos explica la importancia de saber educar a los hijos en los aspectos emocionales.
La infancia es una época clave para desarrollar sus capacidades personales y sociales; y de todas ellas, debemos desenvolver la capacidad para gestionar sus emociones. Muchos estudios avalan la estrecha relación que hay entre tener éxito en la vida y una buena inteligencia emocional. La psicológa nos explica que "afortunadamente es una habilidad que se puede aprender y desarrollarla más".
¿Cómo ayudar a un hijo a ser emocionalmente más maduro? La psicológa Paola Benito señala, por un lado, que “los niños aprenden imitando y los padres son las figuras de apego y referencia, el espejo en el que se miran”. Lo primero que se tendría que hacer es pensar en cómo gestiona cada uno sus emociones haciendo un pequeño examen de conciencia con preguntas que la experta nos sugiere: “¿qué hacemos cuándo se nos acaba la paciencia? ¿Cómo reaccionamos ante una frustración? ¿Cómo nos comunicamos y relacionamos con los demás? ¿Qué actitud tenemos frente a un hijo que nos cuenta un problema?" Nuestros actos tendrán más peso en la educación que los consejos o discursos que ofrezcamos a nuestros hijos.
Claves para educar la inteligencia emocional

1. Enseñar al hijo a reconocer emociones y saber nombrarlas, tanto las propias como las ajenas. Para ello, es importante favorecer la comunicación: aprender a expresarse y a escuchar.
2. Ayudar al niño a desarrollar la empatía. Se pueden utilizar cuentos, experiencias propias, el juego simbólico… También es conveniente aceptar y estar abierto a los diferentes tipos de sentimientos. No existen sentimientos “buenos” o “malos”, lo importante es qué se hace con ellos y si se es capaz de regularlos y gestionarlos. Por ejemplo, las rabietas infantiles darán paso a formas más aceptables de expresar un enfado.
3. Hacer que se sientan seguros, marcando unos límites claros y adecuados para su edad, a la vez que ofreciéndoles atención y cariño.
4. No hay que “sobreprotegerles, los niños deben ir aprendiendo a tolerar la frustración”, afirma la psicóloga. Para ello es importante conocer las características del momento evolutivo en el que se encuentran nuestro hijo para no caer en infantilizarlo. Esto se traduce en darle las responsabilidades y la autonomía que les toca.
5. Se debe potenciar la autoestima del niño dedicando diariamente un rato de juego con él.
Y en el colegio
En todo este aprendizaje el colegio juega un papel fundamental por es el segundo entorno sociabilizador del niño y porque hay otros adultos de referencia que sirven de modelo. “Por esta razón es de vital importancia que la familia y la escuela compartan los mismos objetivos y valores, siendo importante tener una buena comunicación entre los dos, para mantener así una coherencia educativa”, afirma Paola Benito.