Eric, con tres años, no desayuna. Mientras su madre prepara el biberón a su hermanita, él aprovecha para dormirse en los laures. “Vamos, cariño, come que necesitas fuerzas para ir al cole”, insiste Lourdes. Pero no hay tiempo para discutir. Hay que llegar puntuales a la escuela infantil se quedan muertos de risa en la cocina. Lo mismo que la tostada y el café de la ajetreada mamá. “Aunque también hay días en que desayuna bien, lo más normal es que lo haga a regañadientes. Ya no depende de la hora que nos levantemos, aunque sea con mucha antelación, siempre acaba pasando lo mismo”, se queja su madre.
Un mito más
Como Eric, muchos niños no tienen hambre cuando están recién levantados, igual que les sucede a muchos adultos. Pero... ¿hasta qué punto puede representar un problema? ¿Es cierto que los pequeños que no desayunan tienen menor rendimiento intelectual que los que sí lo hacen? Al parecer, se trata más de un mito que de una realidad.
“No está en absoluto demostrado mediante un estudio bien diseñado. En general, las encuestas obvian que los niños que desayunan suelen ser, en general, más metódicos o con padres que les prestan más atención o con otras características que los diferencian de los que no desayunan”, nos explica el nutricionista Julio Basulto en su libro Se me hace bola (editorial Debolsillo). Por eso, a pesar de que, en las últimas décadas, se nos ha inculcado la idea de que esta es la comida principal del día, no hay que obsesionarse. “Conviene comer a menudo y eso incluye el desayuno, pero de ahí a decir que hay que desayunar, sea lo que sea y cuanto más, mejor, media un abismo”, advierte Basulto.
Un buen tentempié a media mañana
Por otra parte, el doctor José Manuel Moreno Villares, especialista en Nutrición del Hospital Universitario 12 de Octubre, hace hincapié en el almuerzo o el tentempié de media mañana, cuando nuestro retoño no ha querido comer nada a primera hora. “Por lo general, durante el ayuno nocturno, mientras el niño duerme, consume sus reservas de glucosa. El desayuno le ayudará a recargar el depósito. Además, es una comida con un alto valor nutritivo porque permite que, con unos pocos alimentos (cereal, fruta, lácteo) en unas cantidades no muy grandes, se cubran el 40% de las necesidades de calcio, vitaminas B2 y B12, etc. Por eso, insistimos tanto en el desayuno”, dice el doctor Moreno Villares.
Entonces, ¿es recomendable forzarle? “Se trata de más bien de acostumbrarle”, puntualiza el experto. Su consejo, “sentarse con ellos en ese momento del día y dedicarles el tiempo preciso”. Ya sabemos que las buenos hábitos se inculcan con el ejemplo. “Es verdad que come mejor cuando tenemos tiempo para desayunar tranquilos y todos juntos. Pero por más que me lo propongo, las mañanas entre semana suelen ser caóticas y siempre con prisas”, reconoce Lourdes.
Hay que respetarle
De todas maneras, cada niño es distinto y tiene su propio metabolismo y necesidades. Elena, de tres años, por ejemplo, no tiene fondo a la hora de cenar pero nunca tiene hambre recién levantada. “Hace tiempo que dejé de insistirle porque no le entra la comida hasta dos o tres horas después de levantarse. Entonces, le da un hambre desaforada. En los fines de semana no hay problema porque solemos estar en casa. Cuando hay cole o tenemos que salir por la mañana, siempre lleva su almuerzo”, nos confía su madre.
“Es una buena opción. Algunas veces puede recomendarse que hagan un primer desayuno más suave por ejemplo un lácteo o una pieza de fruta y completarlo luego con la media mañana”, indica el doctor Moreno Villares.
En esos casos, cuando al pequeño no se le abre el apetito hasta media mañana, conviene ser previsores y, como la madre de Eric, tener preparado algo para darle. Si no, se pondrá de un humor de perros o, peor aun, se acabará saciando con lo primero que se cruce en su camino, sea nutritivo o no.