Un viaje a un país nórdico es una aventura fantástica por muchas razones. El choque cultural es profundo y, por ende, el aprendizaje que conlleva una inmersión en la vida de una ciudad noruega, danesa o islandesa. En mi caso, la experiencia tuvo lugar en la hipnótica Copenhague, esa ciudad amable como ninguna otra en la que se ven hábitos muy distintos a los nuestros. De hecho, y esto es lo que vengo a contarte en primera persona, yo también aluciné con el hábito de las familias nórdicas con los bebés que en España nos parece una locura.
“Otro grupo de bebés durmiendo en el frío. Miren cuántos hay”, decía el tiktoker australiano Olly Bowman en un vídeo viral de hace un par de años en el que muestra una fila de cochecitos de bebé colocados en la calle, en la puerta de una cafetería, sin supervisión adulta alguna. Y no, no están vacíos. No es como cuando aparcamos la bicicleta en la puerta y entramos a pedir un café. Te lo garantizo: lo he comprobado con mis propios ojos, que han alucinado con este hábito.
Si visitas una ciudad nórdica y no has leído u oído hablar antes sobre la siesta nórdica, esa costumbre que a veces se va de las manos, te quedas ojiplático al comprobar cómo las familias dejan en la calle a sus hijos recién nacidos dentro de sus cochecitos. Da igual la temperatura: el hábito es innegociable. Mis ojos lo han comprobado en Copenhague durante una primera semana de marzo con temperaturas de cero grados y lluvia en intervalos.

Durante todo el tiempo que dura su desayuno, y los daneses, al menos los habitantes de su capital, se lo toman con calma, especialmente los fines de semana, y entre semana si no están trabajando —en esto se parecen más a nosotros de lo que creemos, les gusta tomarse su tiempo en una buena mesa con su desayuno completo—, los bebés se quedan en la calle sin supervisión si están dormidos en el carro. Puede ser media hora larga sin ningún problema. Nadie se preocupa por ello. Es un hábito muy instaurado y extendido a nivel social. De hecho, también lo hacen cuando están en casa, sácandoles al jardín, al balcón o a la terraza.
Es algo parecido, aunque el contexto no tenga nada que ver, con ese hábito o costumbre (que se va perdiendo) de dejar siempre abiertas las casas de los pueblos. Esa costumbre que menciona en varias ocasiones David Uclés en el libro que arrasa en España en este comienzo de 2025, ‘La España de las casas vacías’, una lectura que aprovecho a recomendar.
Hecho este inciso, de vuelta al hábito de la siesta nórdica, dado que estos días vuelve a estar de actualidad, solo quería dar fe de que lo que te contamos es verdad. Personalmente, es uno de los hábitos que más me sorprendió de mi primera experiencia en una ciudad nórdica como Copenhague, un viaje que, como el libro de David Uclés, también recomienda con los ojos cerrados.
Y la verdad es que en España es impensable un hábito así con nuestros bebés, en parte porque el clima tampoco ayuda en los meses de calor, pero podríamos copiar el hábito nórdico durante todos esos meses del año en los que el clima es benévolo, que son muchos en nuestro país. Sin embargo, por nuestra mentalidad, por nuestra cultura, parece impensable pensar que se pueda extender el hábito de dejar a los bebés durmiendo al aire libre, tan tranquilos, y evitarles el ruido del interior de bares y cafeterías.
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De dónde viene la tradición
La costumbre de la siesta nórdica, que básicamente consiste en dejar a los bebés muy bien abrigados durmiendo en la calle mientras los adultos toman un café o desayunan con la tranquilidad de saber que el entorno es 100% seguro —nadie lo garantiza, conste, pero está en el ambiente— parece que tiene más de un siglo de historia.
El hábito podría remontarse a una epidemia de tuberculosis que se dio en Islandia hace un siglo, que sirvió a los expertos de la época para saber que al aire libre los contagios se reducen mucho de este tipo de enfermedades. Ahora lo sabemos muy bien por lo aprendido con la pandemia reciente de COVID-19.

Pues bien, como te contamos en este reportaje sobre el hábito nórdico de dejar a los bebés durmiendo en el frío que tiene grandes beneficios, ya en 1926 el médico islandés David Thorsteinsson publicó un libro de pedagogía en el que apuntaba los beneficios de dejar durmiendo a los bebés fuera de los espacios interiores, vinculando dicho hábito al fortalecimiento del sistema inmunológico de los bebés.
Como explica Daniela Izaguirre, madre y creadora de contenidos residente en Noruega, las familias lo hacen “porque creen que mejora la calidad del sueño de los bebés y porque así se acostumbran al clima extremo”.
Sea este el origen o no del hábito nórdico, la realidad es que se sigue de manera multitudinaria entre las familias de Islandia, Noruega y Dinamarca. Queden estas líneas como testimonio en primera persona para dar fe de ello. Si alguna vez viajas a estos países te acordarás de haber leído este breve relato.