De vez en cuando sale en prensa alguna noticia sobre el abuso de medicamentos, sobre todo de antibióticos: que si se usan demasiado y pierden efecto; que si se crean resistencias y cada vez hay que buscar nuevos productos más potentes; incluso se ha creado un día internacional del mal uso de los antibióticos, es verdad que ya hay días para todo, pero quizás todo ello indique que lo mismo llevan algo de razón.
Lo más sangrante de este asunto es la letra pequeña. Se abusa de antibióticos, pero ¿en qué edad se usan más en exceso? ¡No puede ser! Pues sí, en la edad pediátrica y sobre todo en la primera edad: hasta un 70% de niños menores de 5 años han sufrido un tratamiento antibiótico indebido. Esto me preocupa y nos debería preocupar a todos.
¿Por qué se recetan con tanta alegría?
No es raro ver en consulta que la madre agobiada porque su hijo lleva dos días con 39º de fiebre venga pidiendo que le den antibiótico y, lo peor, no es raro ver en urgencias o consultas abarrotadas al pediatra indicando el ansiado medicamento por ignorancia, por tradición, por no discutir o por miedo, no sea que...
Sabéis que hay dos tipos de gérmenes que atacan a la población: virus y bacterias. Las bacterias se tratan eficazmente con antibióticos, pero los virus, ¡ay, los virus!, esos no tienen tratamiento ninguno. La mayoría se van solos en unos días, después de dejarte machacado, como los de la gripe; o con un gasto de kleenex importante, como los del catarro; o débil después de haber pasado casi tres días en el baño por gastroenteritis sin poder abandonar el inodoro.
Otros virus son más agresivos y pueden provocar graves enfermedades que afortunadamente podemos combatir con vacunas, como el del sarampión, la rubéola, la hepatitis y otros muchos. Otros, como el del sida, son más complicados. El común denominador de todos ellos es que los antibióticos les rascan la barriga en el caso de que la tengan.
Los bebés y los peques van a pasar por múltiples cuadros y más si van a la escuela infantil. Su inmunidad va creciendo a fuerza de estar –a veces parece que continuamente– malitos, pero por suerte, los cuadros producidos por virus son banales en la mayor parte de los casos. Fiebres, mocos, toses y diarreas y poco más que se nos hacen un mundo pero que no tienen tratamiento ninguno, más que pasarlo.
¿Cómo voy a quedarme de brazos cruzados?
Esto es muy fuerte, ¿cómo me voy a quedar quieto sin darle nada?, piensan la madre y el médico. Pobrecito, así que le atiborramos de paracetamol, ibuprofeno, mucolíticos y expectorantes inútiles, vitaminas, algo para comer y por supuesto, antibióticos, aunque sepamos que no le hacen falta, pero por si acaso.
Los mocos no se infectan, las rinitis, faringitis, bronquitis, bronquiolitis y gran parte de las otitis son virales, las gastroenteritis también e incluso gran parte de las neumonías, aquí a todos nos da más miedo y los mandamos.
Padre, madre: No le pidas a tu pediatra que recete antibiótico a tu hijo, déjale que decida con su buen hacer; no lleves a tu hijo a urgencias porque sabes que allí seguro que sí se lo ponen; no cambies de pediatra a ver si este por fin si se lo da; no busques el primer día de fiebre ponerle algo para ver si se corta.
Debes saber que si un niño lleva tres días con fiebre, es muy probable que al cuarto se le pase, no es que la primera dosis de antibiótico le haya hecho efecto.
Pediatra: Recuerda que tenemos la posibilidad de volver a ver al niño al día siguiente o en dos días y entonces decidir si el antibiótico le hace falta o no. El 80% de los dolores de oído se pasan solos con calmante en 24 o 48 h, no hay por qué poner antibiótico de urgencia.
No olvidemos que la fiebre no es sinónimo de infección bacteriana y tratamiento. En los menores de 3 años el 99% de fiebres es sinónimo de virus y de necesidad de cuidados en casa y mimitos, pero no de medicación.