Me salí del chat de padres y esto es lo que pasó

Tras unos días de burn-out y un colapso de citas prenavideñas importante, decidí correr el riesgo de que hubiera una plaga de piojos en el cole y no me enterara.
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Que la tecnología ha venido a agilizar trámites y a facilitarnos la vida es la teoría, que en muchas ocasiones nos la complica es una realidad ineludible. Para muestra, el grupo de chats de padres del colegio. ¿Su razón de ser? Conectar a los padres ante posibles dudas o necesidades de coordinación. Sin embargo, si pertenecéis a uno de ellos, habréis comprobado que en la práctica esa teoría se diluye para dejar espacio a cotilleos varios, comparaciones, linchamientos a profesores y un sinfín de “que se mejore” después de que el padre o madre de turno anuncie, considerándolo vital para el normal funcionamiento de la clase, que su hijo tiene otitis.

Aplicación móvil - Shutterstock

Bien, pues hoy vengo a hablaros sobre un experimento social, que decidí emprender con el objetivo de desintoxicarme durante una semana de alertas sin sentido sobre si la goma eva que había que comprar para el Festival de Navidad era naranja, naranja o naranja-rojiza. Tras unos días de burn-out y un colapso de citas prenavideñas importante, decidí correr el riesgo de que hubiera una plaga de piojos en el cole y no me enterara, y salirme del chat de padres. Además, tenía la excusa perfecta para no ser juzgada: lo haría para escribir este artículo. Así, a quien me preguntara, le diría que era un encargo del medio para el que trabajo y pasaría en un santiamén de ser la madre señalada a ser la madre interesante.

Tal y como pulsé “abandonar grupo”, abrí el correo electrónico para notificar a la seño, por el que debería ser el único canal de comunicación importante entre colegio y padres, que durante un tiempo no estaría al tanto de lo que se comentara en el chat de padres y que si consideraba que había algo que notificarme, por favor, lo hiciera por el medio en el que me dirigía a ella en ese momento.

Primer día de colegio - Getty Images

La primera mañana me sentía mal y el FOMO (miedo a estar ausente) se apoderó de mí. ¿Y si justo ahora están hablando sobre algún conflicto en el que pueda estar involucrado mi hijo y yo no estoy al tanto? ¿Y si hay que ir a recogerlos antes por cualquier razón, y lo avisan por el chat, y yo no me entero? Respiré hondo, me hice un café y seguí como pude con mi jornada. A la hora de ir a recogerlos iba nerviosa, sentía que todos me miraban, me había ido sin dar explicaciones, y me daba pánico enterarme, allí en la puerta del cole, de sopetón, de un montón de informaciones importantes de las que no estaba al tanto a causa de mi espandata. 

Nadie me dijo nada. Tampoco vi nada extraño que pudiera apuntar a mi desconocimiento sobre algún cambio o noticia relevante que afectara al ritmo escolar o a la felicidad de mis hijos. Cuando salieron, la seño del mayor, a la que le escribí el correo, me guiñó un ojo. “He ahí una aliada” debió pensar. Imagino que no ignorarán del todo lo que se cuece por esos lares.

Noté como si me sacarán veinte piedras de los bolsillos. Le pregunté a los dos mayores que si había tarea. Que a mamá se le había estropeado el móvil y no podía hablar con los otros papás y delegué en sus diminutos cuerpos toda la responsabilidad que nunca debía haberles arrebatado. Notaba que estaba haciendo lo correcto ¿y acaso hay alguna sensación mejor que esa?

Así se fueron sucediendo los días, mi estrés disminuía y la capacidad de organización y gestión de sus propias tareas aumentaba. Les indiqué que si había pasado algo en clase o había que llevar dos euros para comprar otra papeleta, o me lo decían ellos o no la llevarían, porque mamá “no es adivina”. Y así lo acataron.

Niña tarea

Y pasó la semana de vacaciones del chat que me había prometido. Y volví, porque no podía vivir con la idea de que se necesitara a un padre voluntario para algo importante y no me enterara, o que quedaran para una tarde de parque y mis hijos se lo perdieran por este experimento mío. Pero jamás se lo dije a ellos. Ahí mi truco. No les conté que mamá volvía a estar en el chat de padres y conseguí dos cosas con esa mentira piadosa: que siguieran responsabilizándose de sus tareas y asuntos pendientes y permitirme silenciar el grupo y hacer solo un repaso cada dos o tres días.

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