En la actualidad se producen cerca de 400 millones de toneladas de plástico al año y el material se emplea para fabricar casi de todo, entre otras cosas, las botellas que mandamos a nuestros hijos al colegio y a las extraescolares.
Pese a su recurrente utilización, en los últimos años, el hallazgo de restos de plásticos en los lugares más inesperados, su alto riesgo de contaminación y la consiguiente amenaza a la salud humana, ha llevado a prohibir elementos tan cotidianos y aparentemente inocuos como las bolsas de plástico o la purpurina.
No es que contamine, tan sólo, una pieza de plástico, es que este puede dividirse en fracciones de hasta una milmillonésima de metro, los llamados nanoplásticos, multiplicándose exponencialmente su viabilidad para atravesar todos los tejidos humanos, viajar por el torrente sanguíneo y llegar al cerebro o a la placenta de las embarazadas.
Aunque los estudios sobre los efectos reales de este material en la salud están aún en una fase primaria, investigadores de Columbia ya han publican en la revista PNAS un análisis en el que estudiaron si había nanoplásticos en el agua embotellada, de qué tipo y en qué cantidades. En el que revelan que de media, en cada litro se podía encontrar alrededor de un cuarto de millón de estos trocitos de plástico.

Han determinado que los componentes más frecuentes de los que se componen las botellas de plástico son el PET (tereftalato de polietileno) y la poliamida. Elementos que pueden desprenderse cuando las botellas se calientan, se estrujan o al abrir y cerrar el tapón.
Paralelamente, los autores de este mismo estudio quieren utilizar su técnica para analizar también el agua del grifo, donde, en una concentración mucho menor que en el agua embotellada, también se han encontrado microplásticos. Estaremos pendientes de los datos arrojados por este próximo estudio.
No es ningún tema nuevo el que ponemos sobre la mesa, pero sí una evidencia más que apunta a la necesidad de revisar el material de las botellas en las que bebemos, tanto nosotros, como nuestros hijos, y estudiar las opciones más saludables y menos contaminantes con nuestro entorno. Es agotador, lo sé, toda decisión respecto a la crianza requiere de un estudio de mercado, ¿pero quién dijo que fuera fácil?
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