Cebolla por la noche, leche con miel... ¿Funcionan con los catarros?

Tanto la cebolla como el ajo y la leche con miel suelen ser remedios típicos cuando los más pequeños están enfermos con catarro... pero, ¿son realmente útiles?
Niño con catarro

¿Quién no ha tenido un catarro alguna vez? Los resfriados son una de las enfermedades más comunes y, por supuesto, entre nuestros peques. Y precisamente por ser tan habituales, ha sido objeto de la sabiduría popular paliar sus efectos. ¿Qué hay de verdad en estos remedios de la abuela? Os invito a conocer los más extendidos.

¿Cebolla o ajo por la noche?

Un remedio popular muy extendido en nuestro país consiste en partir una cebolla bien en dos mitades ó bien en trozos finos y colocarlos en un plato en la mesilla de noche de la habitación del niño. Este remedio popular se basa en que, respirando los vapores de la cebolla, el peque verá aliviada su tos e irritación de garganta. Aunque es cierto que la cebolla tiene propiedades que la hacen indicada para combatir diabetes o mantener a raya el colesterol, no hay constancia de que tenga ningún efecto antibiótico. Y aunque lo tuviera, los padres tienen que tener muy claro que el catarro es provocado por virus, no por bacterias. ¿Por qué aun así prevalece este mito? Muy sencillo. Primero, porque la cebolla, al ser rica en polifenoles, permite descongestionar la nariz de manera natural y si respiramos por la nariz, y no por la boca, la garganta no se resecará y toseremos menos. Y segundo porque cuando un niño sufre un catarro, uno de los síntomas más evidentes es la tos. Pero al mismo tiempo es el primero en desaparecer, y muchas veces, simplemente coincide que la tos ha desaparecido coincidiendo con el uso de la cebolla.

De igual forma, hay padres que sustituyen la cebolla por el ajo en las mesillas de noche de sus peques. De nuevo, al igual que con la cebolla, no hay constancia probada de que el ajo tenga ningún efecto farmacológico que cure catarro alguno.

¿Y qué ocurre con la miel?

Podemos decir que éste es un "mito a medias". Al igual que con la cebolla y el ajo, está demostrado que la miel no actúa como antivírico. Y, por tanto, darle miel al niño no va a curarle catarro alguno por sí misma. Lo que sí es cierto, es que, por sus propiedades antiinflamatorias y textura, la miel puede aliviar la irritación de garganta. Bien mediante la toma de una cucharada directamente, bien diluida en leche caliente o diluida en agua o limón si el niño ya es capaz de hacer gárgaras con esta mezcla, se puede decir que este remedio de la abuela funciona; al menos respecto los dolores de garganta.

Pero, ¿por qué decimos que es un "remedio a medias"? Pues porque la irritación de garganta es sólo un síntoma más del catarro, ya que éste se ve acompañado además de malestar, febrícula, dolor de cabeza, congestión... ante los que la miel no supone solución alguna. Por tanto, la miel puede ayudar a paliar la irritación de garganta, pero nunca curará por sí misma un catarro. Que al niño no le duela la garganta después de una noche en la que tomó unas cucharadas de miel no hace otra cosa que extender el mito de la miel como medio para curar un catarro, aunque realmente, es una verdad a medias.

La cebolla suele ser un remedio natural común en caso de resfriado. - Istock

¿Hay remedios caseros que realmente funcionen?

No hay remedio popular que cure el catarro de un niño. Como mucho los padres pueden optar por opciones para que el niño sobrelleve un poco mejor el resfriado. Hablaríamos por tanto de mecanismos de alivio, pero no de curación. Al ya citado uso de la miel como método para aliviar el dolor de garganta, podemos añadir remedios caseros que combaten la congestión nasal como la hidratación de las vías respiratorias mediante la inhalación de vapor de agua, con alguna esencia de eucalipto o menta en niños mayores.

Con respecto a bálsamos que se aplican en el pecho o cuello, estos pueden ayudar, aunque en menores de dos años podrían ser peligrosos o incluso tóxicos. Y, por supuesto, aplicarlos en los pies, como podéis imaginar, no sirve de nada. Los humidificadores son objeto de dudas entre los padres y antes de lanzarse a comprarlos, conviene decir que, primero debéis comprobar el grado de humedad de vuestra casa (si se vive en una zona de costa realmente la humedad ambiental sea más que suficiente) y segundo, simplemente moderando el uso de calefacciones centrales y colocando un recipiente con agua en la habitación del niño, ya conseguiréis aumentar la humedad ambiental. Si finalmente os decidís a comprar un humidificador es importante limpiarlo con frecuencia, para evitar que sea el caldo de cultivo de bacterias y hongos.

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