A veces nos encontramos con pequeños que se toman la medicación divinamente, aunque esto no es lo habitual. Otros muchos suelen mostrar cierta resistencia, pero al final, con paciencia y mimos, consiguen tomarse las medicinas aceptablemente. Por último, tenemos aquellos niños a los que resulta prácticamente imposible darles ningún fármaco por vía oral. En estos casos los padres se desesperan, no saben cómo actuar o si existen alternativas.
Los supositorios, esa gran ayuda

Los medicamentos en forma de supositorio han ido perdiendo espacio en el botiquín, pero casi todos recordamos como nos los ponían cuando éramos pequeños y, además, con bastante frecuencia. En pediatría, los supositorios que más se usan son, sin duda, los de paracetamol.
Podemos encontrarlos de 150, 250 y 300 miligramos, para adecuarse al peso del niño. Son la salvación para aquel pequeño con fiebre al que no hay forma humana de dar un antipirético por vía oral.
También puede suceder que, aunque de entrada el pequeño se tome los medicamentos aceptablemente, esté tan irritable por la fiebre que no podamos darle un jarabe o incluso que lo vomite. Como no podemos bajarle la fiebre seguirá encontrándose mal y rechazará la medicación y ahí, el supositorio será nuestro gran aliado para romper este círculo vicioso.
Existen otros fármacos que se pueden administrar por vía rectal, como laxantes, medicamentos para las convulsiones, e incluso corticoides, que deben ser siempre indicados por el facultativo y están sujetos a prescripción de receta. Y si preguntáis por ibuprofeno o antibióticos, siento deciros que en nuestro país no están comercializadas estas presentaciones.
La cata del jarabe
Opta siempre por aquella presentación que creas tiene el sabor más agradable para tu pequeño, y no tengas reparo en probarlos, ya que, muchas veces los niños tienen razón al decir que están malos.
Afortunadamente, los laboratorios suelen ofrecernos diferentes presentaciones de un mismo principio activo. Puedes encontrar paracetamol de fresa o vainilla, así como ibuprofeno de naranja, limón, fresa o frambuesa.
Ajusta la dosis
Existen diferentes opciones en el mercado en cuanto a concentraciones de medicamentos. Lógicamente, cuanto más concentrado esté el jarabe, menos dosis habrá que dar. Aunque también puede darse el caso de niños que prefieren tomar cantidades más altas de un jarabe, porque al estar más diluido, se disimula mejor el sabor.
También pueden ajustarse las dosis de antibióticos para darse dos veces al día en vez de tres, aunque esto depende de la enfermedad que tenga el pequeño, y debes consultar a tu médico si puede hacerse con el fármaco prescrito y, en su caso, que te indique la nueva dosis.
¿Realmente lo necesita?

Éste es un punto importante, sobre todo en el caso de fiebre. Es muy común que los padres se angustien ante la fiebre y deseen bajarla a toda costa con medicación. Debéis saber que realmente es una defensa y, no es necesario volvernos locos con los jarabes hasta dejar al niño a 36,6ºC clavados. Podemos refrescar al niño, retirar la ropa y ofrecerle muchos líquidos. La fiebre acabará bajando.
Disimular el jarabe con la comida, un arma de doble filo
Es común que, para conseguir que los niños se tomen la medicación, la mezclemos con alimentos. Preguntas como: “¿Puedo echar el jarabe en el biberón?” suelen ser frecuentes. Pues veamos. Mezclar el fármaco con comidas de sabor similar puede ayudar. Por ejemplo, echar el jarabe de sabor fresa en un yogur del mismo sabor, suele ser efectivo. Para ello os recomiendo conservar los jarabes en la nevera, puesto que, en frío, suelen ser mejor tolerados.
Pero no debemos olvidar cuatro inconvenientes: el primero, que existen fármacos que se absorben mejor en ayunas, el segundo, en el caso del biberón, que si el bebé no llega a tomárselo completo, no sabremos exactamente la dosis de medicación que tomó.
El tercero, también en el caso del biberón, que hay medicamentos con textura pegajosa u oleosa que se quedan adheridos a las paredes del mismo, con lo que al final, la dosis que recibe el bebé es menor, y el último, en caso de niños más mayores, que el truco de mezclar medicinas con las comidas, puede hacer que acaben rechazando esa comida de forma habitual, puesto que estamos enturbiando el sabor natural de ese alimento.
Dicho de otra manera, si vas a mezclar un fármaco con comida, elige una que no te importe que tu hijo acabe rechazando en un futuro o sea fácil de sustituir por otra.