Sabemos que si hay algo que cumple un papel fundamental en el embarazo esas son las hormonas. Experimentan tales altibajos en la mujer y tales cambios que no solo se aprecian físicamente. Es que, las hormonas también son las responsables de los cúmulos emocionales, los sentimientos encontrados y los vaivenes anímicos que toda mujer espera pase cuando llegue el momento del parto.
Pero, también sabemos que en el posparto las hormonas vuelven a jugar un papel fundamental porque siguen estando revolucionadas. En este caso, la mujer puede experimentar el conocido ‘baby blues’, o tristeza posparto, puede llorar hoy, sentirse la más feliz mañana, creer que no puede con todo o que no necesita ayuda de nadie, con dos minutos de diferencia.
De nuevo, la mujer espera que, una vez que pase el periodo de adaptación al nuevo bebé y que su cuerpo consiga ‘asentarse’ después de todo lo que ha vivido, su cerebro y sus emociones vuelvan a actuar como siempre.
Sin embargo, son muchos los estudios científicos que han demostrado a lo largo de los años que, una vez llegada la maternidad, las emociones cambian para siempre. El cerebro de la mujer se modifica sustancialmente: en parte, debido al instinto y, en parte, para adaptarse a lo que será su nueva vida.
La maternidad aumenta la motivación
Allá por 2011, un grupo de investigadores del University College London, quisieron observar la respuesta de una amígdala cerebral de las madres. Para ello, monitorizaron los cambios en el cerebro de unas cuantas mujeres que habían sido madres: ¿cómo reaccionaba cuando veían una foto de su bebé sonriendo y cómo lo hacía cuando esa foto mostraba a un bebé que no habían visto nunca? Efectivamente, había cambios en su actividad cerebral entre ambos supuestos.
La respuesta de esa amígdala mostró una disminución de la ansiedad y menos síntomas de depresión cuando observaba a su bebé.
El estudio llegó a la conclusión, de esta forma, de que el cerebro de la madre cambia para aumentar la motivación por cuidar a su bebé, mientras sigue guardando el equilibrio con su estado emocional.
Detrás de ello estaría, de acuerdo a los autores, la oxitocina: “Los niveles de oxitocina materna, sistema responsable de la unión materno-infantil, aumentan en todos los mamíferos durante el embarazo y el posparto y cuanto más invlucrada esté la madre en el cuidado de los niños, mayor es el aumento de oxitocina”, afirmaba Ruth Feldman, uno de los autores del estudio.
Lo sentidos se agudizan
Durante el embarazo, sobre todo el olfato y el gusto se alteran debido a los cambios hormonales. Pero es que, esa agudeza de los sentidos continuará durante la maternidad. Al menos, durante la maternidad reciente. Algunas investigaciones han demostrado que la parte del córtex cerebral que ‘maneja’ el tacto se modifica para garantizar una buena comunicación entre madre y bebé. Además, el oído también se afinará con el fin de que la mujer sea capaz de reconocer los diferentes tipos de llanto de su hijo.
Las prioridades de la madre cambian para siempre
Hace poco tiempo te contábamos que una nueva investigación había llegado a la conclusión de que las prioridades de la mujer cambian radicalmente y para siempre cuando se convierte en madre. En concreto, Mariana Pereira, de la Universidad de Massachusetts, y Joan I. Morell, de la Universidad Estatal de Nueva Jersey, concluían que la corteza prefrontal de la mujer, encargada, entre otros, de decantarse por una u otra opción cuando hay que decidir, comenzará a decantarse siempre por aquellos estímulos más beneficios para su hijo, cuando se convierta en madre.
Lo explicamos a través de un ejemplo: imagina una mujer de 20 años a la que sus padres le preguntarán si prefiere pasar el verano en la playa o en el pueblo con los abuelos. Su cerebro pondrá todo en una balanza y se decantará por aquello que más le apetezca en ese momento.
Ahora imagina que lo hacemos con una mujer que es madre. Su cerebro no se decantará por eso que más le apetezca, sino por aquello que sea mejor para su hijo. Y así será ya para toda su vida.
Aumenta la inteligencia emocional
Otras investigaciones han puesto de manifiesto que ser madre aumenta la inteligencia emocional, ya que el cerebro se hace más plástico y, por tanto, hay mayor crecimiento neuronal y mayores conexiones entre neuronas.