Artes marciales: pros y contras
Mejoran el desarrollo físico y mental e inculcan respeto hacia el contrario, pero conviene tomar ciertas precauciones.
A partir de los 6 años, estamos en la edad ideal para iniciar cualquier deporte. Anteriormente, la inmadurez de los niños hace difícil que comprendan que ello requiere cierta disciplina. Lo ven exclusivamente como un juego y no aprenden las técnicas básicas necesarias para progresar y sentirse a gusto con su práctica.
En el caso de las artes marciales, empezar antes de esta edad les sirve para aprender a situarse en el espacio y relacionarse con los demás, pero a partir de los seis años facilitan su desarrollo muscular, mejoran su equilibrio nervioso y potencian la elasticidad, la rapidez de reflejos y el control de la agresividad.
Los cinturones son un incentivo más
Son precisamente los padres quienes mejor pueden apreciar si su hijo se encuentra preparado para enfrentarse a esa parte de compromiso que conlleva siempre el deporte.
Para premiar ese compromiso, en las artes marciales se emplean los cinturones, que identifican por su color la categoría del practicante y fomentan su interés por mejorar día a día y recompensan también su esfuerzo. No hay una fecha fija para subir de categoría, para pasar de un cinturón a otro, aunque suele coincidir con cada nuevo curso.
Desde luego, nunca se les examina si no se tiene la certeza de que van a aprobar: se trata de una actividad lúdica, por lo que no conviene frustrarles. Ningún buen profesor concederá a un niño un cinturón de una categoría que no le corresponde, pues ello le haría combatir en inferioridad de condiciones.
Es importante que los centros estén homologados por la Federación y que los profesores tengan la preparación física y pedagógica necesarias para trabajar con niños.
A tener en cuenta
Debemos vigilar que nuestro hijo practique con niños de su misma edad, lo cual, además de prevenir cualquier posible abuso derivado del trato con adultos, evitará el riesgo de lesiones.
Los peligros no abundan más que en otros deportes, aunque todo depende siempre del nivel de competición, que a estas edades no debe ser aún muy elevado. No obstante, una buena parte de las clases se emplea precisamente en la preparación física y en el precalentamiento de músculos y articulaciones para evitar tirones o torceduras.
Hay que estar atentos también a la alimentación. El desgaste de energías y la modificación del ritmo de vida deben ser compensados con una dieta equilibrada.
Las artes orientales de defensa fomentan la concentración y la confianza del niño en sí mismo, al saberse poco a poco capaz de hacer frente a cualquier situación inesperada.
Aunque todas ellas están de moda entre los pequeños, el judo y el kárate cuentan con más practicantes en España.
Por lo demás, se trata de deportes bastante económicos de equipar, pues es suficiente con un kimono, un cinturón y unas chanclas.
Papá: solo es un deporte
A veces, los padres se ven reflejados a sí mismos cuando sus hijos practican un deporte y tratan de que el niño alcance los niveles que ellos consiguieron o, lo que es peor, a los que nunca lograron llegar. Lo fundamental es que el niño esté a gusto con la actividad que ha elegido libremente y en la que se ve progresar.
Cuando un niño se siente presionado por el adulto para obtener resultados brillantes de modo inmediato, puede llegar a aborrecer dicha actividad y, por extensión, a odiar cualquier otro deporte.