El estrés es un enemigo del bienestar y, por ende, un impedimento de grandes dimensiones para alcanzar la felicidad a lo largo de la vida. Silvia Escribano, coach especializada en bienestar y felicidad, desarrolla cómo el estrés afecta a nuestro organismo, tanto a la mente como al cuerpo, generando un desequilibrio que es incompatible con sentirnos bien. Lo hace en su nuevo libro, ‘El bienestar egoísta. Un manual para vivir’.
El libro, editado por Pinolia, es una obra colaborativa, ya que cuenta con la participación y colaboración de varias autoras especialistas en medicina, psicología y coaching. Todas comparten experiencias personales valiosas y conocimientos para ayudar a las personas que lean el libro a encaminarse hacia una vida más plena y feliz.
Para ello, Escribano y sus colaboradoras en esta obra abordan y profundizan en cuestiones cotidianas como la ansiedad y el duelo, piedras que muchísimas personas encuentran en sus respectivos caminos hacia la felicidad y el bienestar personal.
En esto último, por supuesto, también entran en juego otros factores como el descanso y la alimentación. No en vano, por ejemplo, la ciencia asegura que hay menos estrés y ansiedad en el embarazo con la dieta mediterránea. Y no hay que olvidar de otros factores concretos: es el caso de convivir con hijos mayores de 30 años, lo cual también es malo para las madres según la ciencia.

‘El bienestar egoísta. Un manual para vivir’
Silvia Escribano. Pinolia.
En uno de los capítulos del libro ‘El bienestar egoísta. Un manual para vivir’, Silvia Escribano expone por qué el estrés y el cortisol componen una de esas piedras en el camino de la felicidad. Lo hace abriendo una ventana personal hacia su propia experiencia. “Permíteme explicarte cómo el estrés afecta a nuestro organismo, en particular, cómo afectó al mío”, dice.
Escribano apunta que “cierto nivel de estrés no es malo” porque nos permite “ponernos en alerta ante un peligro o una situación complicada y conseguimos salir airosos del atolladero”. Sin embargo, hay una línea roja no visible que marca la diferencia entre un nivel de estrés aconsejable y niveles de estrés disparados y desequilibrados, que además suelen darse de una forma continuada en el tiempo. “Lo que entendemos comúnmente por estrés hace referencia a esas situaciones en las que las demandas externas (sociales) o las demandas internas (psicológicas) superan nuestra capacidad de respuesta. Eso era lo que me estaba ocurriendo a mí”, cuenta Silvia Escribano en su libro ‘El bienestar egoísta’.
Lo que ocurre cuando estamos expuestos a situaciones de estrés excesivo, continúa explicando la experta, es que “salta una alarma que afecta y actúa sobre nuestra psique y sobre nuestros sistemas neurológico, inmunológico y endocrino, que producen un desequilibrio en la mente y en el propio cuerpo”. Es entonces, apostilla la coach especializada en bienestar, cuando “generamos una vivencia emocional como respuesta a la que llamamos sufrimiento y aparece lo que tanto tememos: la enfermedad”.

Si las condicionantes o factores causantes del nivel excesivo de estrés se prolongan en el tiempo, Silvia Escribano alerta de que la salud se ve afectada. “Se rompe el reposo, el sueño se interrumpe y esto puede llevar a provocar problemas como la gastritis, debido a la falta de irrigación que recibe el estómago”, explica. Además, sufren también órganos como el hígado: “enferma al intentar aportar constantemente esa dosis de glucosa al organismo como respuesta al estrés, y esto puede acabar desencadenando diabetes causada por el desequilibrio entre la secreción de insulina y la glucosa en sangre”, apunta Escribano.
Esta tormenta emocional provocada por la acumulación de un nivel de estrés demasiado elevado acaba brotando de alguna manera a través de síntomas variados. Silvia Escribano señala los siguientes ejemplos: “desde los más físicos, como ese conocido dolor o presión en el pecho de manera constante, dolores articulares, problemas gastrointestinales, cefaleas, gastritis, hasta la alteración del sistema inmunológico y la microbiota intestinal, irritabilidad, ataques de pánico, alteración del sueño, la memoria, la libido e, incluso, depresión”. En esta pieza te contamos, en concreto, sobre los síntomas de estrés en niños según su edad.

¿Y el cortisol, qué tiene que ver en todo esto? Silvia Escribano cuenta en su libro ‘El bienestar egoísta. Un manual para vivir’ que “las emociones activan el eje hipotálamo-hipofisario, responsable de activar la glándula suprarrenal, que libera adrenalina y cortisol”. Y es cuando la preocupación nos invade cuando se produce lo que ella denomina ‘intoxicación de cortisol’, tomando prestada una expresión de la psiquiatra Marián Rojas Estapé, autora de uno de los libros más descargados por los españoles para Kindle. “Eso genera un estado de alerta permanente que es lo que conocemos como estrés crónico”, asegura Silvia Escribano.
No obstante, la coach especializada en bienestar incide en que el cortisol es una hormona “fundamental [...] porque nos ayuda a sobrevivir ante ataques externos”. No en vano, se la conoce como hormona del bienestar. Es así, indica Silvia Escribano, porque “entre sus funciones está regular el metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas; regular los niveles de inflamación de nuestro cuerpo; controlar la presión arterial; equilibrar los niveles de azúcar en sangre; regular los ciclos de sueño y vigilia; elevar la energía para poder manejar el estrés; ayudar a equilibrar la sal y el agua en el cuerpo y favorecer la memoria y la concentración”.
La clave con el cortisol radica en que el cuerpo no genere en exceso esta hormona, como ocurre con el estrés. “En mi caso, aquel estrés y el no saber darle nombre y aceptar la tristeza derivó en problemas respiratorios y de garganta”, reconoce la coach, que hace referencia a la medicina china y el quinto chacra o centro, que es el de la comunicación. “La señal era clara: mi quinto centro estaba totalmente ahogado. Los problemas físicos que afectaban a mi voz y a mis pulmones seguían ahí”, relata.

Para ella, el problema en este caso no era médico, sino de carácter emocional: debía afrontarlo cuando tuviera fuerzas para ello. Y el coaching apareció en su vida. “Nos enseñaron una serie de herramientas para trabajar las emociones y detectar cuáles eran las creencias limitantes que pudiéramos estar teniendo”, explica. Y así fue, a través de la detección y el trabajo de sus emociones, como supo que gestionar la muerte de su padre, el suceso que generó en ella el descontrol de estrés y cortisol durante mucho tiempo.
“La parte más difícil de todo el proceso (es) la ACEPTACIÓN, así, con mayúsculas, de que eso ha pasado”, afirma Silvia Escribano, que pone el foco en la diferencia entre aceptación y resignación.
“La aceptación implica admitir que eso ha ocurrido; que te gustaría que no hubiera sido así, por supuesto, pero que es un hecho, y como tal no lo puedes cambiar. Lo que sí puedes cambiar es la forma en la que te relacionas con eso que ha pasado, mirarlo de otra manera”, dice. “La resignación —añade—, que es donde vive mucha gente (y puede que yo me hubiera instalado hasta ese momento), implica que ha habido algo en tu vida en lo que te has quedado enganchado porque te ha parecido injusto, porque sentías que no te tocaba, que no era para ti… y no lo aceptas”.
Para Silvia Escribano, es fundamental conseguir vivir en la aceptación y no en la resignación. “Entender esa enorme diferencia es necesario para vivir mejor, para estar bien. [...] Cuando tú vives desde la resignación, vives con mucha tristeza, y cuando lo haces desde la aceptación, vives con mucha paz y armonía”, concluye. Y en este proceso, es esencial aprender a escuchar a tu cuerpo. Silvia Escribano y las especialistas que colaboran con ella en su libro te ayudan a conseguirlo en ‘El bienestar egoísta. Un manual para vivir’.