No basta con que nuestros hijos e hijas coman fruta a diario. El hallazgo de un estudio recién publicado en la revista Nature Food pone el foco en un matiz clave: la diversidad. Es decir, no solo importa la cantidad de frutas y verduras que ingerimos, sino la variedad de flavonoides que contienen esos alimentos. Porque consumir distintos tipos de compuestos flavonoides está asociado con una reducción significativa del riesgo de enfermedades crónicas en la edad adulta.
El estudio ha sido liderado por Benjamin H. Parmenter y Aedín Cassidy, e incluyó a más de 124.000 participantes del UK Biobank, una cohorte británica de adultos seguidos durante más de una década. El equipo observó que las personas que consumían una mayor variedad diaria de flavonoides tenían entre un 6% y un 20% menos de riesgo de sufrir enfermedades como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer, patologías respiratorias o neurodegenerativas.
Aunque el estudio se realizó en adultos, sus conclusiones tienen una aplicación directa en la crianza. Porque los hábitos alimentarios saludables que se instauran en la infancia son los que más perduran. Y este trabajo nos ofrece una nueva pista para orientar esos hábitos: fomentar desde pequeños una dieta diversa en frutas, verduras y otros alimentos ricos en flavonoides es mucho mejor que centrarnos únicamente en la idea de comer fruta: cuanto más diversidad, mejor.

Uvas, manzanas, naranjas… y chocolate negro
La investigación analizó los patrones de consumo de flavonoides en una muestra de adultos de entre 40 y 70 años. Los flavonoides son compuestos presentes en muchas frutas, verduras, tés, zumos naturales e incluso en el chocolate negro. A lo largo de una media de 10 años de seguimiento, se recogió información sobre la dieta, el estilo de vida y la salud de los participantes.
Los autores calcularon tanto la cantidad total de flavonoides consumidos como la diversidad, usando un índice de entropía (Hill number), que mide cuántos tipos diferentes se ingieren y en qué proporción. El resultado fue concluyente: quienes tomaban una dieta más diversa en flavonoides tenían un riesgo significativamente menor de desarrollar enfermedades crónicas y de morir por cualquier causa.

En términos prácticos, los alimentos que más aportaban a esa diversidad eran: té (verde y negro), uvas, manzanas, bayas, naranjas, vino tinto, zumo de naranja, y en menor medida, el chocolate negro. La mayor parte del consumo provenía del té (67%), pero los beneficios estaban claramente ligados a consumir varios de estos alimentos a la vez, no solo uno en grandes cantidades.
De estos productos, el té está desaconsejado en la infancia y los zumos tampoco son la mejor opción, de ahí que nos centremos en las frutas. En cambio, el chocolate negro puede ser un producto interesante si se consume con moderación y, sobre todo, si sirve para reducir o eliminar de la dieta diaria de los niños y niñas otros productos mucho más azucarados.

Comer fruta está bien, pero si es variada, mejor
Este hallazgo refuerza una idea que muchas familias ya intuyen: comer fruta está bien, pero comer frutas variadas está mejor. No se trata solo de dar una manzana cada día, sino de rotar entre fresas, kiwis, naranjas, uvas, plátanos, peras, melón, ciruelas, etc. Y no solo por una cuestión de nutrientes, sino por los beneficios que una mayor diversidad de flavonoides puede tener en la prevención de enfermedades.
Desde el punto de vista educativo, fomentar esa diversidad también ayuda a desarrollar un paladar abierto y flexible. Los primeros años de vida son críticos para establecer preferencias alimentarias. Si enseñamos a los niños a disfrutar de sabores variados y menos azucarados desde el inicio, estaremos sembrando un camino más saludable a futuro.
Esta estrategia también tiene un impacto positivo en la microbiota intestinal, que en la infancia juega un papel clave en el desarrollo inmunológico y metabólico.
El estudio también ayuda a contextualizar consejos cotidianos: esa costumbre de ofrecer "una fruta de cada color", o de hacer una macedonia con diferentes frutas en vez de un solo tipo, tiene ahora un respaldo científico concreto.

En definitiva, la conclusión del estudio es clara: tanto la cantidad como la diversidad de flavonoides son factores protectores de la salud, pero combinarlos potencia aún más ese efecto positivo. Por eso, como padres, tenemos en nuestras manos una herramienta poderosa: abrir el abanico de opciones desde la infancia y enseñar que la variedad no solo da sabor, también protege.
Incluir una mayor variedad de frutas en el día a día infantil es un gesto sencillo con potencial transformador. Una merienda con uvas un día, trozos de naranja al siguiente, un cuadradito de chocolate negro (de calidad y sin azúcares añadidos) como capricho ocasional en lugar de dulces típicos en niños y niñas son hábitos alimentarios que pueden marcar la diferencia.
Referencias
- Benjamin H. Parmenter, Alysha S. Thompson, Nicola P. Bondonno, Amy Jennings, Kevin Murray, Aurora Perez-Cornago, Jonathan M. Hodgson, Anna Tresserra-Rimbau, Tilman Kühn, Aedín Cassidy. High diversity of dietary flavonoid intake is associated with a lower risk of all-cause mortality and major chronic diseases. Nature Food, 2025. DOI: 10.1038/s43016-025-01176-1