Si tu bebé llora a todas horas, estos pueden ser los motivos

Tranquilos, despiertos, simpáticos, irritables… los recién nacidos no son una “tabla rasa” sino que nacen con la impronta de un carácter que viene ya definido por la herencia genética y las experiencias tempranas. Analizamos cómo son los pequeños que conocemos como “bebés de alta demanda”.
bebé llorando

Por unas u otras causas (genética, traumas vividos por la madre o el bebé durante el embarazo o parto, circunstancias ambientales adversas o la combinación de algunos de estos factores) el bebé puede manifestar, desde el momento del nacimiento, una tendencia al estrés muy marcada y que no está justificada por la presencia de ningún problema médico. 

Por eso, pese a ser bebés normales y sanos, muestran un patrón afectivo y de comportamiento peculiar que pone a prueba hasta a los papás más “pacientes”, ya que se aleja mucho de la imagen del bebé plácido que forma parte del imaginario colectivo y se convierte en lo que conocemos como “bebé de alta demanda”.

Pretender negar lo que sucede (tratándole como si no pasara nada o pensando que está malacostumbrado o que nos chantajea) o privar al bebé sensible de la atención específica que necesita, son posturas que solo agravarán la situación. 

Por eso, aunque no hay que dramatizar, la cantidad de recursos personales que son necesarios para atender convenientemente a estos bebés hace que en ocasiones sea necesario que los propios padres reciban información y ayuda específicas para afrontar las demandas del día a día: el objetivo es que tengan herramientas para responder al bebé de forma adecuada y ayudarle a crecer.

bebé llorando - Getty Images

Los bebés no lloran sin razón

Cuando un bebé llora es porque tiene una necesidad, bien física (hambre, tranquilidad, calor o frío), de afecto o de desahogo. Siempre atenderemos al bebé lo más pronto posible (evitaremos ser resortes porque no es necesario) dándole contacto (pecho con pecho), un ambiente tranquilo, palabras bonitas, una canción…

Puede que, aunque hayamos satisfecho todas sus necesidades, aún siga llorando y aquí habrá que armarse de paciencia y dejar que el bebé se desahogue. Lo más importante es que sepa que estamos ahí, que note nuestra presencia y nuestro calor. 

El llanto del bebé no siempre tiene que ser reprimido (lo que no significa que haya que dejarle llorar solo). 

En ocasiones, el acto de llorar en sí mismo representa un desahogo necesario para liberar tensiones y simplemente hay que “recoger su llanto en nuestros brazos”.

Los bebés que se despiertan muy a menudo durante la noche necesitan tener lo más cerca posible a sus padres para atenderles y ayudarles a conciliar el sueño de nuevo. 

Como esta situación, sostenida en el tiempo, pasa factura a todos (en forma de cansancio y ojeras principalmente), la fórmula más adecuada es el colecho o compartir habitación, con el fin de lograr un mejor descanso para todos: el pecho y el olor de mamá, la voz de papá y la seguridad de estar protegido favorecen un sueño más reparador. 

Si le ponemos sobre nuestro pecho y además percibe los movimientos de nuestro tórax y el latido de nuestro corazón, mejor.

Nuestro bebé necesita que le aceptemos tal y como es y aunque a veces nos saque de nuestras casillas o tengamos el oculto deseo de que sea más tranquilo, dormilón o risueño, es fundamental que comprendamos que “hace lo que puede” y desde luego, nada de ello es para hacernos sentir mal. Todos los seres humanos somos diferentes y nuestros hijos no son una excepción.

Es especialmente importante que el bebé sensible se críe en un entorno en el que la estimulación esté controlada. El exceso de estimulación, bien por ruido ambiental (gritos, llantos, sonidos fuertes) bien por estímulos visuales (juguetes con muchas luces o exceso de pantallas) o bien por exceso de estímulos ambientales (olores, temperatura) no ayuda a gestionar adecuadamente la tranquilidad de los bebés. Intentaremos que estén en un ambiente lo más tranquilo posible para evitar la sobre estimulación y, por tanto, facilitar la tarea de relajarlos.

Es importante ser asertivos con la situación y en vez de decirnos (y decirle a todo el mundo) que “nos ha salido un bebé muy quejica, es desesperante”, podemos decir “nuestro bebé es muy sensible y a veces lo pasamos todos muy mal”. Se trata del mismo mensaje, pero con diferente fondo. Eso sí, debemos medir nuestras palabras, ya que los bebés pronto captan no solo el sentido de las mismas, sino cómo las decimos y si estas están relacionadas con ellos y nuestro malestar sobre la situación.

¿Qué nos puede ayudar con un bebé altamente sensible?

  1. Cantarle: Nuestra voz es una forma de contacto que el bebé conoce ya desde el vientre y, aunque no sustituye al calor del pecho, tranquiliza al bebé y complementa a las caricias y los achuchones ¿Recordamos alguna canción de nuestra infancia? ¿Esa melodía que nos cantaba nuestra abuela y que aún llevamos en el corazón? Rescatar del recuerdo canciones que nos emocionaron es un precioso regalo para nuestro hijo y un bonito homenaje nuestros antepasados (¡que con un poco de suerte nos darán fuerza para hacerlo cada día mejor!)
  2. Llevarle en un foulard: Está demostrado que los bebés que son “porteados” (es decir, llevados en brazos, sobre el pecho o sobre la espalda de su mamá, papá o cuidadores, manualmente o con la ayuda de mochilas o telas) lloran menos de lo que llorarían si estuvieran en una cuna y se muestran en general más tranquilos, además de dormir y comer más y mejor.
  3. Dar largos paseos: Los paseos al aire libre son una fuente de salud para los bebés y a muchos les calma en las “horas malas” (que suelen ser al atardecer, la llamada “hora bruja”). Es una perfecta manera de gestionar su estrés y sobre todo el de los padres.
  4. Cambiar de brazos: en muchas ocasiones veremos que con determinadas personas no hay llanto. Eso tiene mucho que ver con que el cansancio de los padres y la irritabilidad se transmite y por ello no está nada mal que unas manos extras se encarguen de coger al bebé y calmarlo (y así dar un respiro a los padres para contar hasta 3 y respirar).
  5. Un baño relajante: El momento del baño es fantástico para establecer rutinas y anticipar lo que se va a hacer a continuación de forma que el bebé puede vivir sin incertidumbre. Si además el baño lo acompañamos de olores agradables y un suave masaje tenemos el éxito asegurado.
  6. Juegos de descarga: Tirar muñecos blanditos lo más lejos que pueda, rasgar papeles (podemos darle una revista vieja y que la destroce, supervisando que no se lleve los trocitos a la boca), dar golpes con una pala en un cubo, espachurrar la arena húmeda con las manos… son actividades sencillas de descarga que ayudan al bebé a relajarse al tiempo que disfruta de experiencias nuevas.

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