Cómo entienden los niños el mundo
Para nuestros hijos la vida es emocionante, nueva y muy misteriosa. Su desarrollo pasa por muchas etapas desde que nacen hasta que empiezan a ir al cole. Toma nota de los descubrimientos que van haciendo mes a mes.
El oído y el oflato, su forma de orientarse.
Nada más nacer, el oído y el olfato son las herramientas que tiene el bebé para poder orientarse. La vista es sentido que tarda más en desarrollarse. Los primeros días perciben distintos colores y calculan distancias, pero para ellos solo hay dos ámbitos: el cercano y el que queda fuera de su alcance. Los bebés ven borroso todo lo que está más allá de la longitud de su brazo. Los objetos que están cerca, a una distancia de 20 a 30 centímetros, los percibe mucho mejor. Precisamente a esta distancia están los rostros de mamá y papá cuando les dan de comer, les sostienen en brazos o les hacen caricias.
Durante los primeros meses, los bebés están totalmente orientados hacia las demás personas. Reconocen objetos, como chupetes o peluches, pero les interesan mucho más las caras. Hasta la sexta o séptima semana observan sobre todo los contornos y los contrastes fuertes. Ya, a los cuatro meses, se fijan en los detalles y sus ojos ya no se mueven perdidos, lo hacen con precisión. Poco a poco van ordenando su diminuto mundo.
Después vendrá la sonrisa, con la que empiezan a establecer sus primeros contactos sociales.
¿Por qué aparecen y desaparecen las cosas?
A los seis meses el radio de acción de los bebés se va ampliando, gracias al aumento de sus capacidades motrices. Pueden extender la mano con precisión hacia el sonajero o tocar sus peluches, y es entonces cuando el mundo de los objetos se abre ante ellos. Cada vez que gira la cabeza descubren algo nuevo y, además, pasan cosas sorprendentes: los objetos aparecen y desaparecen por arte de magia.
Tardarán otro medio año en poder comprender que aunque los objetos se escondan, no dejan de existir.
Desarrollo de la vista
Para poder distinguir con precisión los rostros que les rodean, los bebés neceistan mejorar la vista. A los seis o siete meses la agudeza de su visión ya se puede adaptar a las diferentes distancias y reconocen a sus padres y a sus hermanos mayor a una distancia de varios metros. Pero también identifican a los desconocidos y se asustan. Con esta edad, es normal que los niños se muestren tímidos y asustadizos de repente.
Otro hito en su desarrollo es el gateo. Al principio los bebés necesitan que esté papá, mamá o su hermano delante para sentirse seguros. Hay un juego que les gusta especialmente: encontrar cosas escondidas. Al hacerlo, vuelven a confirmar su descubrimiento: que las cosas y personas siguen existiendo aunque ellos no los vean. Aunque papá se esconda detrás de la puerta, ellos saben que papá no ha desaparecido.
Con nueve meses, los sentidos de los niños funcionan como los de los adultos. Al final del primer año, pueden interpretar los deseos o pensamientos de los adultos sin necesidad de verlos claramente manifestados. Entienden, por ejemplo, si su mamá quiere enseñarles el gato que está en el jardín. Antes, sus ojos se quedaban fijos en el dedo que señalaba. Pero ahora los mueve del dedo al objeto señalado… ¡han conseguido un nuevo nivel de comunicación!
¡Ya anda!
Al cumplir el año, muchos bebés comienzan a dar sus primeros pasos. Al principio, lo hacen de una forma titubeante, pero poco a poco se van motiviendo más rápido y con mayor seguridad. Empieza una nueva etapa y los pequeños tienen muchas ganas de descubir el mundo. ¡Por fin pueden acercarse ellos mismos a las cosas más interesantes! Pueden decidir en qué dirección quieren ir y qué cosas quieren investigar.
A esta edad, por la cabeza del niño pasan dos posturas contrapuestas: el vínculo con su madre, es decir, la seguridad que le aporta y la curiosidad que le ayuda a desarrollar su inteligencia. Para descubrir el mundo solo necesitan tener cerca personas en las que confían. Son su ancla y siempre vuevlen a ellas para recuperarse. Los adultos debemos seguirles y acompañarles porque los pequeños son los que decidirán adónde ir, qué quieren descubrir y cuánto quieren alejarse.
No es cabezonería
Con dos años, los niños tienen una enorme confianza en sí mismos. Piensan que pueden hacer cualquier cosa que quieran y que el mundo gira a su alrededor. Con esta edad, cuantas más experiencias reúnan, más espabilados se volverán y más concretos serán sus objetivos.
Además, ya empiezan a hacer planes y no entienden por qué los mayores no les dejan hacer lo que quieren. Ana ve el equipo de música de mamá. Es un juguete muy divertido porque tiene muchos botones y siempre se enciende alguna luz cuando los tocas. ¿Hoy también saldrán las luces? La pequeña no puede contener las ganas de hacer la prueba y no se acuerda de que ayer mamá le prohibió tocar los botones. Hoy le ocurre lo mismo y ella no entiende por qué mamá la regaña. ¿Es que no ve lo bonito que es este juguete? Anna se siente confundida y llora. Y lo hace porque, con esta edad, ya sabe lo que quiere.
También anticipan las cosas que vendrán. Saben que por la noche les lavarán los dientes y luego les leerán un cuento. De esta forma, los pequeños ordenan su mundo y sienten que está bajo control. Pero, ¿qué sucede si mamá no tiene tiempo y no le lee su cuento por la noche? Se sienten perdidos, todo se vuelve un caos. La seguridad desaparece y se enfadan porque solo perciben confusión. Todavía son muy pequeños para recuperar el orden rápidamente
Un mundo lleno de fantasía
Con cuatro años y su mundo ya es casi inabarcable porque no tiene fronteras lógicas. Su mundo está mucho más vivo y lleno de variedad que el de los adultos, pero también es mucho más inquietante y amenazador. Nuestros hijos piesan que los objetos puden moverse y sentir igual que ellos. En esta etapa necesitan mucha protección y compresión para poder descubrir nuevas cosas sin miedo.
A Mario le asusta el enano que desde hace un par de semanas vive en el armario de los zapatos. A veces, monta un número con mamá porque se niega a ponerse los zapatos, no quiere que el enano malo le muerda los pies. Aunque su mamá le muestre el armario y le diga que no hay nadie, ella sabe muy bien que estará por ahí escondido.
Los niños no piensan como los adultos, no distinguen enre realidad y fantasía. Para ellos, un personaje de dibujos animados de la televisión es tan real como el enano del armario de los zapatos. Que mamá y papá no lo entiendan les confunde porque necesitan explicaciones para todo. Les gustaría saber qué hacen los dibujos animados cuando ellos no los ven. A veces, los padres no tenemos la paciencia necesaria para darle una respuesta a nuestros hijos y ellos sienten que no les tomamos en serio.
Sus fantasías son muy importantes para su desarrollo. No son tonterías ni tampoco mentiras. Las necesitan para ordenar y catalogar su mundo, utilizan su pensamiento mágico para crear relaciones inexistentes. El mundo de los adultos es demasiado complicado para ellos, por eso se lo pasan tan bien cuando juegan con otros niños. Navegan juntos en el sofá de los piratas e intentan atrapar a las hadas que vuelan por el jardín. Se lo pasan muy bien porque todos ven el mundo con los mismos ojos y su autoestima crece: su visión del mundo debe ser correcta si la comparten otros niños.
A veces los padres nos preocupamos al ver el mundo fantástico en el que viven nuestros hijos. ¿Es bueno que la pequeña tenga estas fantasías? ¿Será porque no se adapta a la realidad? Pero no debemos preocuparnos. La fantasía es algo maravilloso y lo mejor es dejar que los niños disfruten mientras puedan.