Empezar a andar supondrá un antes y un después en la vida de nuestro hijo. Por regla general, el inicio de la marcha autónoma, aunque, a veces, aún requieran un poco de ayuda, suele ocurrir en torno a los 12-13 meses y se considera normal hasta los 15, o incluso hasta los 18. Más allá de esa edad sería motivo de consulta.

La edad a la que los bebés dan sus primeros pasos varía mucho de un niño a otro:
Se caen, se levantan y ¡vuelta a empezar!
Es muy curioso y enternecedor ver a nuestro pequeño andar por primera vez. Entre lo que le abulta el pañal y la falta de práctica al principio, la simpática imagen que tendremos de sus primeros pasos será caminando con las piernas separadas y los pies apuntando hacia fuera, en un vacilante balanceo de lado a lado que en más de una ocasión le hará dar con el culete en el suelo.
Tras muchas caídas y con una inquebrantable fuerza de voluntad, nuestro bebé aprenderá a estabilizar la marcha. Para ello, juntará las piernas cada vez más, colocará los pies en paralelo y dará pasitos más cortos. Al mismo tiempo, utilizará los brazos para guardar el equilibrio.
Un bebé está listo para caminar cuando se pone de pie por sí mismo y empieza a dar espontáneamente sus primeros pasos, aún tambaleantes, buscando apoyo en los muebles o la pared. Normalmente, su intención es acercarse a la madre o a sus objetos más querido.
El propio niño nos indicará a través de sus movimientos si está preparado o no. Forzar este proceso es inútil e incluso contraproducente. Si le obligamos, el niño empezará a caminar por responder al deseo de los padres, pero con mucho menos equilibrio y seguridad que si hubiera conquistado la postura por sí mismo.
No es recomendable ponerle a andar si todavía no es capaz de estirar las piernecitas, solo porque nos parezca que ya es el momento o por competiciones absurdas con otros niños.
Aprender a caminar es un complejísimo proceso que requiere fuerza, habilidad, equilibrio y una postura adecuada. El niño no podrá hacerlo correctamente hasta que sus piernas, glúteos y tobillos estén firmes y la musculatura de la espalda esté completamente fortalecida
Equilibrio y confianza
Para caminar, el niño debe lograr una postura erecta. Desde esa nueva posición cambia completamente su perspectiva del mundo, hasta ahora reducida a la cuna, la silla o los brazos de mamá. Al erguirse, adquiere la posición humana por excelencia (que es la que ha visto en sus padres y en los adultos que le rodean). Y, además, liberará las manos, que le servirán de gran ayuda las primeras veces que se lance a caminar.
Una vez conseguido, lo fundamental es mantener el equilibrio. Para ello cuenta con el apoyo de sus manitas, que le ayudarán a reequilibrarse cuando vaya a caer. La marcha se iniciará cuando maduren estos dos factores: el equilibro y la confianza en los apoyos.
A nivel psicológico también se inicia una auténtica revolución. Al tener autonomía, el niño es capaz de explorar su entorno y acercarse a los objetos y las personas que llaman su atención. Llega a espacios a los que antes solo accedía en brazos de sus padres (y aunque él no quisiera). Ya no espera para recibir las atenciones que necesita, sino que él mismo puede ir a buscar a su madre o alejarse de ella. Ahora descubrirá que hay libertad, pero también límites.
Una etapa difícil
Cuando empieza a andar, el niño necesita ejercer su nueva habilidad para desarrollarse. Comienza una época difícil para los padres. Ya no es posible tenerle tan controlado como antes y no podemos pretender negarle el mundo ahora que lo ha descubierto.
No es que de repente nuestro angelito se haya vuelto un diablillo, es que descubrir todo lo que puede hacer él solito es fascinante para él. Aún no conoce el miedo y su afán será probar todo lo que le llame la atención. Por eso tendremos que estrechar la vigilancia y evitar los peligros potenciales. Establecer algunos límites, le ayudará a estrenar su libertad sin hacerse daño.
Es muy importante aprender a decirles 'no' cuando sea necesario. Frases como 'ahí no se entra', 'eso no se toca', 'eso no se hace', 'no vayas allí', pondrán los límites precisos a su nueva aventura.
Dudas frecuentes
El hecho de comenzar a gatear muy pronto no quiere decir que el niño vaya a caminar antes. Hay bebés que se sienten tan cómodos con esta manera de desplazarse que no tienen prisa por aprender a caminar
Les pasa a muchos niños. Suele ser una etapa transitoria, hasta que comienzan a apoyar alternativamente el talón y los dedos. Es habitual que lo hagan hasta los 18 meses, pero si continúan caminando de puntillas más allá de los dos años, podría deberse a alguna anomalía muscular o nerviosa que es necesario tratar
Normalmente, la fase previa a caminar es el gateo. Andar a cuatro patas fortalece los músculos y favorece la coordinación de brazos y piernas. Sin embargo, hay niños que no han gateado nunca y eso no les ha supuesto ningún problema a la hora de aprender a caminar
Sí, incluso puede ser peligroso. Obliga a los niños a ir en una posición artificial semierguida e inestable en la que no ejercitan el sentido del equilibrio. Los pequeños no controlan sus propias posibilidades de reequilibrase ni de reorganizar su postura, adquieren velocidades excesivas y llevan un apoyo que no van a tener cuando caminen solos. En algunos países están prohibidos.
Asesora: Mary Ángeles Cremades, directora del Centro Auconturier de Ayuda Psicomotriz y Psicología Infantil de Madrid.