Beneficios de que los niños sientan y valoren la frustración en la infancia
La frustración es una emoción intensa y difícil de gestionar, especialmente en niños pero, ¿sabías que saber gestionarla puede tener beneficios a largo plazo?

Como padres y madres, con nuestro afán de protección excesiva y la intención de evitarles posibles malos ratos, berrinches o decepciones, intentamos en la medida de lo posible, anticiparnos a esas situaciones o sucesos que tendrán un desenlace negativo o frustrante para nuestros hijos/as; por nada del mundo deseamos que experimenten el mal sabor de boca que pueda llegar a provocar el rechazo de una amistad, un deseo no cumplido o una ilusión desvanecida; algo que, siendo realistas, son situaciones cotidianas con las que deberán enfrentarse el día de mañana en su vida personal, social o laboral.
Aprender desde pequeños a aceptar esa vivencia (la frustración) intensa y algo desagradable, les va a permitir el día de mañana cierto dopaje experiencial y racional, lo cual les lleva a buscar otras opciones o posibles errores ante sus fracasos, indagar y analizar aquellas pequeñas debilidades que les imposibilitan poner límites de cara a sus relaciones sociales e, incluso, indagar en qué aspectos deben cambiar y mejorar para escalar y mejorar en lo personal.

En resumen, les ayudará a abordar todos aquellos problemas y obstáculos, sabiendo aceptar las incomodidades o molestias que pueden llegar a causar todas aquellas situaciones que se escapan al control y no cumplen algunos de esos deseos, ilusiones o expectativas.
Es vital que nuestro hijo/a sea conocedor de esta vivencia emocional, que no escape a su malestar o incomodidad, que sea capaz de entenderla, conocer las causas o motivos de su presencia, sin confundirla o relacionarla con el fracaso, error o incapacidad.
¿Cómo ayudar al niño a manejar la frustración durante un enfado?
Es importante que logren tolerar ese nivel leve y transitorio de incomodad. Jamás debemos aconsejarles que eviten, repriman o camuflen ese tipo de vivencia; al contrario, es vital acompañarlos en ese proceso de reconocimiento emocional, es decir, animarlos a dar forma, intensidad y palabras a ese malestar que tanto les incomoda, dándole posibles opciones o propuestas de validación. Por ejemplo: “Entiendo y comprendo que tengas muchas ganas de comprar ese juguete, pero mamá en este momento no va a comprarlo, lo cual te provoca ese intenso enojo y frustración”, “¿Qué forma de monstruo le darías a eso que estas notando?”, “del 1 al 10, ¿Cuánto de intenso es tu enfado o enojo por no lograr eso y qué palabras le das a eso que estás notando?” O, incluso, algo así como “ahora veo lo mucho que te incomoda y molesta no conseguir eso…, y mamá también ha notado lo mismo que tú en otras situaciones; he deseado algunas cosas que no he podido obtener, pero pronto, se ha marchado ese malestar tan intenso; si quieres podemos pensar en otras posibles opciones para conseguir, algún otro día, ese objeto que tanto deseas”.
Ante una situación como la anterior, donde el niño/a desea con todas sus ganas un determinado objeto que no le vamos a comprar, es relevante dejarlos expresar ese enojo, enfado, rabia o frustración y nunca forzarlo a que lo oculte o camufle. Eso sí, sin entrar en su juego.
Porque si cedemos a sus caprichos continuos para evitarles ese desagradable malestar, cuando alcancen la adultez van a tener muchas dificultades a la hora de gestionar sus emociones básicas (las cuales, no aprendieron a exteriorizar y dar forma en su momento); también, intentarán una búsqueda inmediata de su satisfacción, sin enfrentar la espera o postergación de sus necesidades o deseos, con bajos niveles de flexibilidad y adaptabilidad a situaciones altamente cambiantes, empleando emociones de mayor intensidad, tipo ansiedad o depresión, como vías de escape ante cualquier situación que no puedan controlar, cambiar o manejar.

Errores de los padres a la hora de gestionar la frustración infantil
El intento incansable e inagotable de algunos padres o madres por evitar a sus hijos/as esta incómoda vivencia emocional, les lleva a instaurar ciertas actitudes muy perjudiciales, tales como:
- No aprender de sus propios errores, ese autoanálisis crítico y necesario para la futura mejora.
- No aprender que el esfuerzo, la constancia y perseverancia son las claves para la superación de posibles adversidades en el mañana.
- No aprender a reconocer sus emociones desagradables (tendencia al camuflaje).
- No aprender a aprender cosas nuevas y oportunidades de aprendizaje.
- No aprender a establecer objetivos realistas a sus posibilidades y experiencias previas.
- No aprender a volver a intentar las metas no alcanzadas.
- No aprender a buscar opciones de solución a los problemas cotidianos.
En definitiva, tener la suficiente madurez emocional para aceptar todas aquellas emociones, cómodas o incómodas, les facilitará abordar de una forma más equilibrada los posibles obstáculos que se encuentren en el mañana.
Acompañarlos, como padres o madres, a sentir y validar esa frustración, es un gran beneficio que aportamos a nuestros hijos/as, recuérdate en ese momento del berrinche, rabieta o enojo, que los niños frustrados del ahora podrán llegar a ser unos futuros adultos estables emocionalmente en el mañana.