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¿Es positivo que des a tu hijo todos los caprichos?

¿Tienes un hijo demasiado caprichoso? Te contamos las razones por las que no debes darle todos los caprichos y cómo decirle ‘no’ sin miedo a las rabietas de después.

¡Que quiero esto he dicho! Las continuas exigencias de los niños se vuelven, a menudo, bastante difíciles de llevar por los padres, dando lugar a situaciones de vergüenza y, sobre todo, a berrinches y rabietas que ponen a prueba la paciencia de las familias.

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¿Es positivo que des a tu hijo todos los caprichos?Fuente: iStock

Aunque ser caprichoso es algo frecuente y, de hecho, normal en niños de hasta cuatro o cinco años, lo cierto es que la manera de tratar esos caprichos desde el primer momento por parte de los padres es determinante para que la situación no se prolongue más allá de lo estrictamente normal y necesario.

¿Tienes que dar todos los caprichos a tu hijo?

Antes de responder a esta pregunta veamos por qué los niños tienen caprichos y por qué consideramos ‘normal’ que los tengan en medio de su desarrollo.

Cuando los niños son pequeños, exigen todo lo que quieren, no porque estén malcriados o maleducados, sino porque no conocen otra forma de pedirlo: a los dos, los tres y los cuatro años no tienen la capacidad suficiente de autocontrol, ni de expresar con palabras eso que están deseando o que precisan en cada momento.

Tiene mucho que ver, precisamente, con las rabietas, que aparecen porque no saben hacer frente a la gestión de la ira que sienten ante un ‘No’ o cuando les pedimos que hagan algo que no quieren hacer en ese momento.

Para ir al grano, no, los padres no deben dar todos los caprichos a sus hijos. Y menos, hacerlo por miedo a la rabieta o el berrinche que pueda venir a continuación o, precisamente, para acabar con esa rabieta. Esta actitud que, a menudo, responde a un intento fracasado de controlar la paciencia, puede ser determinante en el desarrollo futuro del menor.

Dar a nuestros hijos todos los caprichos puede llevarles a desarrollar el síndrome del niño emperador: “El resultado de un Síndrome del niño emperador es una relación de continuas exigencias hacia los padres y conductas como los insultos, gritos, amenazas o violencia física en caso de que los progenitores no hagan lo que el niño quiere que hagan”, explicaba a Ser Padres Marina García, psicóloga en Psicoactúa.

¿Cómo actuar ante el capricho de un niño?

Si tu hijo es un caprichoso y lo único que quieres es que deje de pedirte absolutamente todo y de montar una rabieta cuando se le dice ‘No’ sin poner a prueba tu paciencia, aquí tienes algunos consejos para corregir ese mal comportamiento por su parte:

  • Aprende a poner límites: cuanto antes comiences con los límites y las normas en casa, antes entenderá lo que debe y no debe hacer. Eso sí, debes cumplirlos todos si no quieres perder autoridad
  • Técnica del despiste: funciona, sobretodo, con niños pequeños. Se trata de distraerlo con otra cosa en el momento en el que pida algo que no estamos dispuestos a darle porque no lo necesita. Tendrá que ser lo suficientemente atractivo como para que se le olvide
  • Ojo con las excepciones: es normal que los tíos o los abuelos sean más permisivos que los padres en ciertos momentos, pero hay que explicar al niño que esto no es lo normal y que no debe exigir siempre lo mismo
  • No le ignores: si tiene una rabieta o una pataleta por un capricho que no le hemos dado, no le ignores. Intenta comprenderle y ofrecerle tu cariño hasta que pase, pero mantente firme
  • No premies con regalos materiales sus logros: ya sean unas buenas notas, un buen comportamiento en algún momento… En su lugar puedes utilizar los regalos emocionales, para que se sienta querido

¿Estamos tapando carencias afectivas dando caprichos a nuestros hijos?

Conviene destacar también el papel de aquellos padres y madres poco presentes en la crianza de sus hijos, sobre todo por las dificultades para conciliar vida laboral y familiar, que piensan que pueden suplir esa ausencia dando a los peques todo lo que piden. Las consecuencias son las mismas pero, además, en este caso hablamos de un añadido: los niños crecerán pensando que el amor, el cariño y el afecto se pueden comprar con dinero.

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