Dilemas de la maternidad vol.III: dejar o no que nuestros hijos elijan su ropa

Aceptémoslo: que elijan su propia ropa, además de evitarnos sofocones, les favorece el pensamiento crítico y les cultiva la autoestima, entre otros beneficios.
Ropa para niños: 15 looks para la vuelta al cole

Una de las primeras cosas que hacemos los padres cuando sabemos que vamos a serlo, es imaginarnos cómo vestiremos a nuestros retoños. Nos importe más o menos la ropa, sea más o menos relevante en nuestra vida la moda, los proyectamos con la vestimenta que creemos que definirá nuestra identidad familiar. Es inevitable.

Cómo nos vestimos es una de las principales herramientas que las personas tenemos para expresar no sólo nuestra identidad, sino también, atendido a aspectos más temporales, nuestro estado de ánimo.

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Los padres empezamos a vestir a nuestros hijos, desde que nacen, basándonos en criterios de comodidad y adecuación, pero también de estética. Para muchos, esta es toda una aventura y una oportunidad: lo más parecido a jugar a las muñecas, disfrutamos de hacer distintas composiciones de estilismos, les hacemos fotos y fantaseamos con "cuando los abuelos los vean", o con -admitámoslo- el aluvión de comentarios en Instagram que nos va a reportar este look tan cuqui.

Pero, como sabréis aquellos padres más experimentados, esta será una actividad sin oposición durante poco tiempo. Pronto empezaran los niños a manifestar sus gustos por colores, sus aversiones hacia ciertos tejidos, e incluso espetarán un "no gusta" contundente ante el vestido de navidad que has comprado en una boutique infantil por un precio muy por encima de lo decente.

En el marco de la Gran Canaria Swim Week by Moda Cálida pudimos ver cómo vestirán nuestros peques el próximo verano. La firma LadyBug’s Cris, que presentó su colección, nos cuenta cómo se han reinventado tras la pandemia y nos da algunos trucos para ahorrar a la hora de renovar el armario de nuestros niños.

Y creo que, aunque nos cueste, deberíamos limitarnos a intervenir para que la vestimenta sea adecuada a la temperatura y cómoda para las actividades que se presenten en el día, mientras que el resto de criterios, meramente estéticos, deberíamos respetárselos a ellos. Porque, si hacemos un pequeño ejercicio de empatía, entenderemos con facilidad, que para ellos, igual que para nosotros, elegir la ropa es una forma de expresar nuestras singularidades y de reivindicarnos como personas con gustos y deseos propios.

A continuación, algunos de los beneficios que he encontrado tras darle carta blanca en materia de estilismo a mis hijos y a los que me aferro, esperanzada, cuando un look con más lentejuelas o superhéroes de la cuenta me revuelve las entrañas:  

  • Les permite expresar su personalidad. Dejarlos elegir su propia ropa me sirve para observar sus preferencias, conocerlos mejor y descubrir qué les gusta.
  • Me ayuda a conocer su estado de ánimo. Cuando eligen qué ponerse, no solo les influye como son, también lo hace el cómo se sienten en un momento determinado. Y a mí me ayuda a detectar qué tipo de día tienen.
  • Se han vuelto más autónomos en general. Ver que confiamos en ellos para elegir su ropa, les ha hecho empoderarse y querer también vestirse solo.
  • Tienen más autoestima.  Aquí es muy sencillo. Igual que para los adultos, si te sientes cómodo con lo que llevas, relacionarte con el mundo que te rodea, sentirte seguro de ti mismo, es mucho más sencillo. Su aplomo es otro.
  • Se han vuelto más analíticos y críticos. Aunque este atributo dificulte y ralentice mi día a día, estoy convencida de que no puede ser más positivo. Dejarles tomar decisiones en cosas sencillas, como qué ropa ponerse, les familiariza con el proceso de toma de decisión y les invita a enfrentarse a la vida con una actitud crítica.
  • Nos ahorramos la pataleta. Ahora os digo, cada uno elegimos qué batallas librar, ¿de verdad esta era necesaria?

Validar sus elecciones

Y sí, yo también me había prometido que mis hijos jamás llevarían camisetas de Pokemon o Frozen. Pero he terminado cediendo e incluso felicitándoles por su elección. Y no, no tengo la sensación de haber fracasado, sino todo lo contrario. He descubierto que mis hijos no son mi accesorio, ni otra herramienta más para proyectar mi personalidad al mundo, sino seres independiente, con sus gustos y criterios, a los que el mejor regalo que les puedo hacer no es un gusto exquisito por el prêt-à-porter, sino mi apoyo incondicional y mi confianza en su criterio. 

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