Hoy salen las notas de mis hijos y en absoluto les he creado ningún tipo de expectación. Con lo que soy yo, y lo que me gusta vivir y disfrutar las "antesalas", a las notas no le doy ningún tipo de bombo. Estoy convencida de que no es justo, y menos a estas edades,tened en cuenta que mis hijos tienen 6, 4 y 2 años, ni juzgarles por un número, ni someterles a una presión con carácter de "veredicto final".
Cuando les vaya a recoger, probablemente, todos sus compañeros saldrán con la expectación de comprobar en el rostro de sus padres si han cumplido o no con sus expectativas. Y los míos no sabrán de qué va la cosa. En su cabeza solo habrá que es el último día del trimestre y toca McDonald.
Muy probablemente, según avance el día, sobre todo el mayor, recuerde que hoy deberían haber salido las notas y me preguntará, algo acobardado, si está todo bien. Pese a que ya las he visto en la aplicación, y las suyas son estupendas, todo notable y sobresaliente, no pienso hablarle de números. Como cada año le diré lo orgullosa que estoy de él y lo importante que es seguir trabajando para mejorar. Invitándole con un último inciso a la reflexión "¿tú cómo crees que lo has hecho?", concluiré.
No hablaré de sus notas de otros años, ni de la de sus compañeros, no le premiaré por los sobresalientes porque se lo ha sacado con la punta del zapato y no quiero que se relaje, igual que tampoco le recriminaré el 7 de mates, porque él ya sabe perfectamente qué se le da mejor o peor, y en qué se tiene que esforzar más.

Celebraremos, BicMac mediante, que le han dado las vacaciones y comienza una de esas navidades contadas de las que uno tiene en la vida para olvidar las obligaciones y dejarse llevar por la magia, para disfrutar de la familia, de no madrugar, de la ilusión. De una de esas pocas navidades que vivimos antes de tener que empezar a pensar en menús, en cuñados, en conciliación y en la cuesta de enero.
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