Reconocer a una persona narcisista es, en principio, bien sencillo: cree todo el rato que tiene la razón, se cree merecedora de un trato especial por encima de los además, tiene poca empatía, habla a menudo de sí misma y de sus logros, sobrevalora todo lo que le ocurre…
Observando solo algunas de las características comunes a las personas que sufren este trastorno de la personalidad podemos deducir que es más comportacional que genético. Vaya, que el narcisista se hace y no se nace. Y es que, el narcisimo no es un rasgo que vaya en nuestro genes (o, al menos, no se ha descubierto así de momento). Gran parte de la ‘culpa’ de desarrollar un narcisismo en la etapa adulta tiene que ver con el trato que hemos recibido en la infancia y, por lo tanto, se puede reconducir (o, al menos, en parte).
Los niños no son narcisistas: no existe el narcisismo en la infancia
Por ello, al preguntar a Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria experta en la infancia y directora de Psicólogos Pozuelo, por las características que definen a un niño narcisista, ella es bien clara: “Es importante recalcar que no existe un diagnóstico de niños narcisistas, que no podemos poner una etiqueta de una patología así a un niño”. De acuerdo también a sus palabras, este trastorno característico por el exceso de ego y la falta de empatía se puede empezar a detectar a partir de los 18 años; es decir, cuando los niños ya son adultos.
“Lo que sí podemos decir es que existen una serie de características en la infancia que sí pueden llevar a una predisposición en etapas posteriores a desarrollar un trastorno de la personalidad narcisista”, explica la misma profesional a nuestro medio.
Si tu hijo es egocéntrico, es una buena señal
Y es que, continuando con las palabras de Mercedes Bermejo, es normal que los niños sean egocéntricos entre los tres y los nueve años (más o menos). “En esta edad hay una tendencia al egocentrismo, pero no significa que sean narcisistas o egoístas”, explica. “Forma parte de su desarrollo evolutivo esperado: tienden a creer que ellos son el centro del universo; algo que, incluso, está impulsado por su pensamiento mágico”, continúa. “Sentirse mirado, cuidado y el centro de atención de sus figuras de apego es necesario para poder desarrollarse evolutiva y emocionalmente de una forma adecuada”, nos cuenta Mercedes Bermejo.

Teniendo en cuenta ese rango de normalidad, sí que es cierto que existen niños con mayor predisposición a esos futuros rasgos; que buscan ser más el centro de atención y que esperan recibir más abalanzas que el resto por parte de los adultos.
Cinco señales que pueden indicar que un niño es un futuro narcisista
¿Cuáles son esas señales que estarían fuera de la ‘normalidad’ del egocentrismo infantil y que pueden ser precursoras de un narcisismo en la etapa adulta? De acuerdo a la misma experta:
- Necesidad de ser constantemente reconocidos
- Pedir demasiado que se les observe
- Insistir en que se señalen sus logros
- Necesidad de ser, de alguna manera, reconocidos por todos los actos que realicen
- Tener necesidad de un reconocimiento extraordinario por parte de los adultos
Otras señales, esta vez definidas por el hospital Sant Joan de Déu, serían:
- Baja tolerancia a la frustración
- Rabietas o conductas agresivas cada vez que no consigue lo que quiere (aunque es necesario no confundir con la rebeldía normal de algunos momentos del desarrollo); hay que alertarse cuando son repetitivas
¿Cómo evitar que un niño sea narcisista de mayor?
“Este tipo de patologías tiene su origen muchas veces en una carencia sufrida en la infancia”, alerta la psicóloga. “O, incluso, en un exceso de miradas o de reconocimiento cuando somos niños”, prosigue.
Por eso, explica que es necesario saber que hay ciertos límites que no debemos pasar con los niños y algunas cosas que tenemos que hacer si lo que queremos es que crezcan emocionalmente sanos:
- Establecer vínculos sanos con los cuidadores primarios: sí, deberá haber un reconocimiento en la primera etapa de la infancia y tendrá que ser validado, pero es importante que validemos no solo lo que hace, si no lo que es. “Si reconocemos solo lo que hace, el niño continuamente hará cosas para que se lo reconozcamos, sin embargo, si hay un amor incondicional por estar en el mundo solamente, eso no pasará”, argumenta
- Desarrollar un proceso de aprendizaje en el que entiendan que no solo están ellos en el mundo, que a veces tendrán que esperar, que a veces no serán el centro de atención,… “Muchas veces esto se consigue, simplemente, con la presencia de los hermanos, pues la atención de los padres está más repartida”, explica Mercedes
- No recaer en nuestros hijos nuestras frustraciones: “Existen padres que buscan en sus hijos el reconocimiento que ellos no han tenido o que buscan que no sufran lo que ellos sufrieron”, afirma Mercedes. Por ello, lo compensan con un exceso de atención y de halagos que provoca más demanda y egocentrismo por parte de los pequeños, haciendo que no sepan gestionar sus emociones
- Dejar que valide sus emociones: si le damos todo lo que pide para evitar una rabieta porque lo pasamos mal por ellos, entonces no les estamos dejando autocontrolar la frustración y, por ende, cuando crezcan seguirán sin saber hacerlo y esperarán que, cuando haya algo que les siente mal, todo gire a su alrededor para solucionarlo cuanto antes