A Marta, madre de dos hijos en primaria, le cuesta entender por qué su hijo menor no termina de despegar en matemáticas, a pesar de que le dedica tiempo a los deberes y no tiene dificultades en otras asignaturas. No es la única. Desde hace décadas, las matemáticas se han convertido en una asignatura cuesta arriba para buena parte del alumnado en Estados Unidos y otros países. Padres y madres lo viven desde casa con preocupación, sin saber muy bien cómo ayudar, más allá de contratar refuerzos o pedir más implicación escolar. El caso de Marta es imaginario, pero bien represan situaciones reales en España.
Un nuevo estudio ofrece una perspectiva diferente: ¿y si la clave para mejorar el aprendizaje de matemáticas estuviera en algo tan simple como un correo electrónico dirigido al profesorado? Así lo sugiere una investigación de gran escala publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), en la que se analizaron los efectos de pequeños recordatorios enviados por email a más de 140.000 docentes. El objetivo: medir si cambios mínimos en la forma de comunicarse con el profesorado podían traducirse en mejoras reales en el rendimiento matemático de sus alumnos.
Una megainvestigación con impacto real
Este estudio, dirigido por Angela Duckworth, Katherine Milkman y un amplio equipo de investigadores del Behavior Change for Good Initiative de la Universidad de Pensilvania, involucró a casi 3 millones de estudiantes y más de 140.000 docentes de primaria. A través de una colaboración con la plataforma educativa Zearn Math, el equipo evaluó el impacto de 15 tipos diferentes de correos electrónicos diseñados con base en la ciencia del comportamiento.
Cada semana, durante un mes, los docentes recibieron uno de estos mensajes o bien un simple recordatorio sin contenido conductual (grupo de control). La intervención más efectiva fue la que animaba a los profesores a iniciar sesión semanalmente para consultar un informe actualizado y personalizado sobre el progreso de sus estudiantes. Este pequeño empujón produjo un aumento del 5,06 % en el número de lecciones completadas, cifra que se ajusta a un 3,30 % si se corrige estadísticamente por el llamado winner’s curse (tendencia a sobrestimar el mejor resultado).
Según el artículo, “los mensajes que hacían referencia a datos personalizados de los estudiantes (es decir, estadísticas específicas del aula) superaron a aquellos que no lo hacían en un 2,26 %”. Aunque la magnitud de estos efectos es modesta, los investigadores destacan que los beneficios se mantuvieron ocho semanas después de finalizada la intervención, lo que sugiere cierto grado de durabilidad.

No se trata de magia: se trata de datos
Uno de los aspectos más destacables del trabajo es su enfoque minimalista. No se introdujeron nuevas herramientas pedagógicas, ni se impartieron formaciones intensivas al profesorado. Los investigadores optaron por aplicar los llamados nudges o “empujones”: pequeñas intervenciones diseñadas para facilitar decisiones o comportamientos deseables, sin imponerlos.
En este caso, el contenido de los correos incluía elementos como planificadores semanales, mensajes empáticos, sugerencias de objetivos o comparaciones del rendimiento de un aula con el promedio nacional. El que logró mejores resultados no ofrecía premios ni apelaba a emociones: simplemente pedía al docente que revisara cómo iban sus estudiantes. Lo llamativo es que esa mínima acción fue suficiente para mover la aguja.
Este hallazgo refuerza lo que se conoce sobre el poder de la información contextualizada. Los docentes no necesitan motivación extra para preocuparse por sus alumnos, pero a veces no disponen del tiempo ni del sistema que les permita identificar fácilmente quién necesita ayuda y en qué. Un mensaje breve, concreto y dirigido puede marcar la diferencia.

Una señal para la política educativa
Los resultados de esta investigación son especialmente relevantes en un contexto en el que los sistemas educativos buscan soluciones escalables y de bajo coste para mejorar el rendimiento estudiantil. Las matemáticas han sido históricamente una materia difícil para muchos estudiantes. Según el estudio, en Estados Unidos los resultados en esta área llevan décadas entre los más bajos del mundo desarrollado, y la pandemia ha agravado aún más esta situación.
El estudio no pretende ser una solución definitiva, pero sí un punto de partida para pensar políticas educativas distintas. Como señala Katherine Milkman, “estos resultados sugieren la necesidad de apoyos más intensivos que los empujones por correo electrónico que probamos. Y subrayan lo difícil que es cambiar el comportamiento humano”.
La clave está en combinar medidas: los correos no reemplazan a otras políticas, pero pueden complementarlas. Su bajo coste y fácil implementación los convierten en una herramienta especialmente útil en entornos con recursos limitados. Además, su eficacia transversal —independiente del tipo de escuela o del nivel socioeconómico— sugiere que pueden adaptarse con facilidad a distintos contextos.
La personalización como factor decisivo
Entre todos los tipos de correos analizados, los más eficaces fueron aquellos que incluían datos específicos del aula del docente. El efecto no fue masivo, pero sí consistente: un aumento del 2,26 % respecto a los correos no personalizados. En un sistema educativo masivo, un cambio de esta magnitud puede traducirse en miles de estudiantes con mejor comprensión matemática.
La personalización no solo funciona por ser informativa. Según los autores del estudio, es probable que apelar a la motivación intrínseca de los docentes —su compromiso con el aprendizaje de sus estudiantes— sea una de las claves del éxito de estos mensajes. “Puede que aprovechar la motivación intrínseca de los docentes para ayudar a sus estudiantes sea un enfoque rentable que complemente otras intervenciones”, señalan.
Este punto resulta especialmente interesante para padres y madres: muchas veces se asume que la única forma de motivar al profesorado es con incentivos externos (bonificaciones, premios, sanciones). Pero los resultados aquí sugieren que el simple hecho de brindar información útil y específica sobre su grupo puede activar el compromiso docente sin necesidad de presiones adicionales.

¿Qué podemos hacer?
Los propios autores reconocen que los efectos son modestos y que hay mucho margen de mejora. Proponen nuevas investigaciones con seguimientos a más largo plazo, ensayos con formatos alternativos (mensajes de texto, postales, notificaciones móviles) y estudios que profundicen en qué elementos de la personalización generan mayor impacto.
Además, reconocen un fenómeno curioso: tanto los científicos involucrados como el personal de Zearn Math y los docentes que participaron en las predicciones esperaban efectos mucho mayores. Este exceso de optimismo inicial revela lo complejo que es traducir teorías del comportamiento en cambios reales. Sin embargo, también muestra que, incluso cuando los resultados no son espectaculares, sí pueden ser significativos y sostenibles en el tiempo.
En palabras de Angela Duckworth, “aunque sean pequeños, estos efectos podrían tener implicaciones importantes a gran escala y ayudar a diseñar políticas educativas más inteligentes y eficaces”.
Referencias
- Angela L. Duckworth, Ahra Ko, Katherine L. Milkman, Joseph S. Kay, Eugen Dimant, Dena M. Gromet, Aden Halpern, Youngwoo Jung, Madeline K. Paxson, Ramon A. Silvera Zumaran, Ron Berman, Ilana Brody, Colin F. Camerer, Elizabeth A. Canning, Hengchen Dai, Marcos Gallo, Hal E. Hershfield, Matthew D. Hilchey, Ariel Kalil, Kathryn M. Kroeper, Amy Lyon, Benjamin S. Manning, Nina Mazar, Michelle Michelini, Susan E. Mayer, Mary C. Murphy, Philip Oreopoulos, Sharon E. Parker, Renante Rondina, Dilip Soman y Christophe Van den Bulte (2025). A national megastudy shows that email nudges to elementary school teachers boost student math achievement, particularly when personalized. Proceedings of the National Academy of Sciences. DOI: 10.1073/pnas.2418616122.