El ginecólogo cobra especial relevancia durante el embarazo, un periodo de novedades en el que la futura madre necesita resolver sus dudas con un profesional. Además, el doctor es la persona que tiene acceso al bebé a través de las ecografías.
¿Qué relación establecemos con nuestro ginecólogo? ¿Cómo nos gustaría que fuera? ¿Qué diferencia a unos profesionales de otros?
En un momento tan importante de nuestra vida buscamos un buen especialista. La dificultad respecto a esto es que, a menos que seamos ginecólogas, nos será difícil valorar su competencia profesional. ¿Es bueno en lo que hace? Probablemente, sí. Los ginecólogos de hoy día están muy preparados. A veces parece que si el obstetra es bueno, todo lo demás es irrelevante. Sin embargo, los extras son también importantes.
Que sea cercano, empático «Nada más entrar en la consulta me pesa, me toma la tensión, mira la analítica y me cita para la siguiente vez. Ni siquiera se molesta en mirar mi nombre en la ficha», afirma Carolina, desencantada. Es una de las quejas más habituales entre las embarazadas, la frialdad y distancia que marcan algunos profesionales.
Sin embargo, el ginecólogo cercano lo cambia todo: «Le comenté que tenía un dolor en la pelvis, y me dijo: "Pobre, sí que duele, a ver qué podemos hacer", y sentirme comprendida me sentó fenomenal. El embarazo genera molestias, a veces muchas molestias, y suele haber mucha incomprensión», recuerda Marta. Frases relativamente comunes como «habértelo pensado antes» reflejan gran falta de empatía.
¿Es realmente importante? ¿Tiene relevancia para el desarrollo de la gestación la actitud del médico? «Cuando el profesional no se muestra accesible no te atreves a preguntar, puede que le ocultes cosas por falta de confianza y puede resultar estresante la visita», apunta Alejandra, madre reciente. «La actitud del profesional, la forma en la que trata a la mujer o cómo le ofrece la información puede generar estrés o tranquilidad. «El sufrimiento humano no es algo puramente biológico y desde la medicina hemos de cuidar todos los aspectos de la persona», afirma.
Debe compartir sus conocimientos con nosotras
«No hay nada más angustioso que un prolongado silencio durante una ecografía, su corazón, el bazo... Nos hizo partícipes de todo», recuerda.
Habrá mujeres para las que un «todo está bien» sea suficiente, sobre todo si no es el primer embarazo. Pero otras muchas salen de la consulta con un saco de preguntas sin responder. «Nada más salir llamo a una amiga ya madre y le pregunto todas las dudas sobre lo que me ha dicho el médico», afirma Carolina. «Y si son importantes, pido una cita con mi ginecóloga privada», reconoce.
La doctora Al Adib, que atiende también una consulta privada en Almendralejo y Zafra, se encuentra a menudo con esa situación: «A mi consulta llegan mujeres con un diagnóstico adecuado; al principio me costaba comprender por qué venían, con el tiempo vi que necesitaban que alguien les explicara ese diagnóstico y con qué opciones contaban para afrontar la situación».
La importancia de saber tranquilizar
Hoy sabemos mucho, leemos mucho y estamos perfectamente al tanto de los peligros que nos acechan. Cuando María acudió a un ginecólogo en un tercer embarazo, no buscado, después de dos cesáreas, el alarmismo del profesional hizo que saliera pitando por la puerta no sin antes tragarse una gran bronca sobre su enorme irresponsabilidad. «Yo sabía que la situación no era ideal y precisamente por eso hubiera agradecido las palabras contrarias, algo así como: "Tranquila, todo va a salir bien". Es lo que esperas y necesitas, la actitud contraria solo puede aumentar tu ansiedad y por lo tanto perjudicar tu embarazo», reflexiona. María buscó otro ginecólogo y afortunadamente tanto la tercera gestación como el parto por cesárea transcurrieron sin complicaciones.
Busca un ginecólogo que no te engañe
Ni ridiculice. El estado de buena esperanza nos vuelve muy vulnerables y a veces soportamos un trato que no toleraríamos en otra etapa de nuestra vida. «Iba acobardada a la consulta del ginecólogo, una vez me regañó por haber cogido mucho peso y siempre acudía nerviosa», reconoce Inés. En cambio, Alejandra, que había sentido vergüenza de preguntar, encontró en su ginecólogo un gran apoyo: «Cada vez que decía que le iba a preguntar una tontería, él me decía que no había tonterías», afirma.
El ginecólogo que elijas deberá estar en sintonía con tu filosofía de parto
(Especialmente si lo va a atender). No quiere decir que piense igual que nosotras, pero sí que sea respetuoso con nuestra opción. Que si queremos poner epidural, no nos juzgue; y si no la queremos poner, tampoco. «Me encantaría llevar mi plan de parto a mi ginecólogo, pedirle ayuda para elaborarlo, pero sé que no será bienvenido», apunta Carolina.
Si nos va a atender durante el parto, hemos de estar bien informadas de su filosofía. «Yo tenía muy buena relación con mi ginecólogo, pero al final del embarazo me di cuenta de que su enfoque era diferente al mío, especialmente en lo que se refiere a quién toma las decisiones; cada vez que le comentaba cómo quería que fuera mi parto, me decía: "Bueno, ya veremos"», dice Gracia.
No permitas que decida por ti
¿Qué es lo mejor para el paciente y quién lo decide? «Durante más de 1.000 años hemos aceptado que el médico debe buscar el bien del paciente y le hemos dejado decidir. Desde hace unas décadas contamos con el Principio de Autonomía, que dice que el paciente puede decidir qué es lo mejor para él.
El profesional siempre ha de poner su conocimiento a nuestro servicio, pero cuando hay varias opciones (y así suele ser siempre) el paciente tiene derecho a decidir qué cree que es mejor para él», resume la ginecóloga Miriam Al Adib en Almendralejo. Tenemos, pues, la última palabra en lo que a nuestra salud (y la de nuestro hijo) se refiere. La tenemos en la teoría, y cada vez más en la práctica.