Durante décadas, la atención médica y científica se ha centrado en los peligros de los nacimientos prematuros. Sin embargo, un reciente estudio australiano sugiere que el extremo opuesto del espectro gestacional —los embarazos prolongados, aquellos que se extienden más allá de las 41 semanas— también podría estar íntimamente ligado a un enemigo silencioso: el entorno climático que rodea a las futuras madres.
Un equipo de investigadores de la Curtin University ha analizado cerca de 400.000 nacimientos en el estado de Australia Occidental durante un periodo de 15 años. El estudio, publicado en la revista Urban Climate, representa la primera investigación a gran escala que evalúa de forma sistemática la relación entre la contaminación atmosférica, el estrés térmico ambiental y la duración del embarazo. El hallazgo es inquietante: el entorno que respiramos y el calor o frío que soportamos podrían estar retrasando el momento del parto y aumentando los riesgos tanto para las madres como para los bebés.
Un problema invisible: embarazos que se alargan peligrosamente
El embarazo humano suele durar unas 40 semanas. Pasado este punto, el riesgo de complicaciones comienza a incrementarse. Los bebés post-término tienden a ser más grandes, lo que complica el parto y aumenta la posibilidad de lesiones obstétricas. Además, estos nacimientos tardíos están asociados a un mayor riesgo de sufrimiento fetal, cesáreas de urgencia, hemorragias y, en los casos más graves, muerte perinatal.
Pese a estas implicaciones, la investigación sobre las causas detrás de los embarazos prolongados ha sido escasa en comparación con los estudios sobre nacimientos prematuros. Ahora, con el nuevo estudio australiano, se abre un capítulo crucial en la comprensión de cómo los factores medioambientales están afectando el desarrollo fetal en las últimas fases del embarazo.
Concretamente, el estudio se centra en dos variables ambientales clave: las partículas finas de contaminación del aire (PM2.5) y el índice climático térmico universal (UTCI), una medida que combina temperatura, humedad, viento y radiación solar para estimar el estrés térmico que siente una persona. Ambas variables fueron analizadas desde tres meses antes de la concepción hasta el momento del parto.
Los resultados muestran que niveles elevados de PM2.5, incluso por encima del estándar más reciente de la OMS (5 μg/m³), están asociados con un aumento del 6% en las probabilidades de que un embarazo se extienda más allá de las 41 semanas. De manera similar, el estrés térmico —tanto por calor extremo como por frío intenso— también incrementa la probabilidad de gestación prolongada, siendo el calor extremo el factor más influyente.
Estos efectos no se reparten de manera uniforme. El estudio identificó ciertos grupos más vulnerables: mujeres que eran primerizas, mayores de 35 años, residentes en zonas urbanas, con embarazos complicados o que esperaban un bebé varón. Para estas madres, el entorno puede convertirse en un factor de riesgo silencioso pero determinante.

Mecanismos biológicos: ¿cómo influye el ambiente en el parto?
Aunque los investigadores no establecen causalidad directa, sugieren varios mecanismos plausibles. La exposición a contaminantes atmosféricos puede alterar los niveles hormonales maternos, inducir inflamación en la placenta o modificar los procesos del sistema endocrino que regulan el inicio del trabajo de parto. Además, el estrés térmico podría aumentar la producción de moléculas inestables —conocidas como especies reactivas de oxígeno— que interfieren en las señales naturales que desencadenan el parto.
En conjunto, estos factores podrían "silenciar" las alarmas biológicas que indican que ha llegado el momento de dar a luz, prolongando innecesariamente la gestación.
Un problema en aumento en un mundo en calentamiento
El estudio adquiere una relevancia aún mayor en el contexto del cambio climático. A medida que aumentan los episodios de calor extremo y disminuye la calidad del aire en muchas regiones del planeta, los embarazos podrían verse cada vez más afectados. Esto no es un problema futuro: ya está ocurriendo. El número de olas de calor se ha multiplicado en las últimas décadas, y la OMS ha declarado que más del 90% de la población mundial respira aire contaminado.
Los investigadores estiman que miles de casos de gestaciones prolongadas en Australia Occidental durante el periodo de estudio podrían atribuirse directamente a niveles elevados de contaminación y estrés térmico. Aunque las cifras concretas dependen de los modelos estadísticos, el mensaje es claro: el entorno influye profundamente en la salud materno-infantil.

¿Qué se puede hacer?
La investigación no solo identifica un problema, también llama a la acción. Como señalan los autores, las políticas públicas deben considerar la protección de las mujeres embarazadas frente a los efectos del cambio climático y la contaminación. Esto incluye regulaciones más estrictas sobre la calidad del aire, campañas para mejorar el acceso a espacios con condiciones térmicas seguras y sistemas de alerta temprana durante eventos extremos de calor o frío.
En el ámbito personal, aunque las soluciones estructurales son las más efectivas, también se pueden tomar medidas individuales: evitar la exposición al aire contaminado durante el embarazo, especialmente en los últimos meses; permanecer en espacios frescos y bien ventilados en días calurosos; y acudir a consultas médicas si se perciben signos de prolongación anómala del embarazo.
El futuro de la salud materna pasa por entender el clima
Este estudio es solo el principio. Sus resultados abren la puerta a nuevas líneas de investigación que exploren cómo otros factores climáticos, como las lluvias intensas, la sequía o incluso la contaminación acústica, pueden estar afectando el embarazo. En un mundo cada vez más alterado por la actividad humana, comprender y anticipar estos efectos será clave para garantizar embarazos seguros y partos sin complicaciones.
Los investigadores ya trabajan en replicar el estudio en otras regiones del mundo, con climas y contextos socioeconómicos distintos. Mientras tanto, sus hallazgos nos invitan a mirar con nuevos ojos los factores que rodean una gestación. Porque el clima, aunque parezca lejano, se cuela también en la sala de partos.
Referencias
- Nyadanu, S. D., et al. (2025). Maternal climate-related exposures and prolonged pregnancy: Findings from a statewide population-based cohort study in Western Australia. Urban Climate. doi:10.1016/j.uclim.2025.102316