Lo último que se le ocurre pensar a una embarazada es que después de nueve meses de espera ilusionada puede sentirse desgraciada o incapaz de coger al bebé en brazos. Pero nos guste o no hemos de contar con esa posibilidad para afrontarla lo mejor posible o aún mejor: prevenirla.
1. Prepararse para la maternidad
Cuando la futura madre está informada y sabe lo que puede ocurrir después del parto reacciona mejor a los cambios de ánimo. Según el Dr. Becerro de Bengoa, experto en preparación maternal, hoy en día es inconcebible que una mujer con factores de riesgo no se prepare para dar a luz. Los cursos de preparación al parto mejoran el bienestar anímico de la embarazada y ayudan a conocer cómo evoluciona la psicología de la mujer durante el embarazo y después de él.
2. Cuidar la alimentación
Todas las embarazadas se preocupan mucho por su alimentación durante la gestación y son capaces de comer los alimentos que han odiado durante toda su vida por el bien del pequeñín que llevan dentro, pero muchas mujeres se olvidan de los buenos propósitos en cuando tienen al niño en sus brazos.
Sin embargo la nutrición es igual de importante en el posparto, incluso cuando la mamá no da el pecho. Una dieta equilibrada rica en frutas, verduras, cereales y pescados ayuda a coger fuerzas y a recuperarse antes un buen estado físico, fundamental para mantener una buena salud psíquica.
3. Descansar cuando duerme el bebé
Los médicos recomiendan a las mamás echar una cabezada cuando el bebé duerme, pero la mayoría hace caso omiso de la advertencia y aprovecha el tiempo libre para hacer las tareas de casa, ordenar papeles..., acumulando así más cansancio.
Se ha comprobado que las mamás que son capaces de recuperar el sueño perdido sufren menos depresión, y que los recién nacidos lloran menos si sus madres están relajadas. La falta de sueño –dar el pecho o el biberón cada tres horas– agota. Hay que procurar mantener la calma y no perder los nervios, porque el bebé lo nota y se altera más. Es mejor delegar en otra persona antes de perder los estribos.
4. Establecer prioridades
Es conveniente concienciarse de que durante unas semanas la casa puede ser un completo caos. Hay que ser flexible ya que es imposible mantener todo igual que antes. Los bebés no siguen un ritmo fijo. La ducha matutina puede esperar. No pasa nada por tomarla más tarde, y por supuesto las tareas domésticas deben pasar a un segundo plano. Lo más importante es el bebé y su mamá.
5. Admitir ayuda
El bebé necesita atención continúa y los puntos de la episiotomía, una hermana, una buena amiga... casi siempre hay alguien dispuesto echar una mano con las tareas de la casa (es mejor que la madre se dedique al bebé para familiarizarse con él.) Si la familia vive lejos siempre queda el recurso de buscar ayuda de pago.
6. Reservarse un tiempo propio
Conviene que la madre busque tiempo para sí misma, y salga de compras sin el bebé, aunque esté deseando volver para abrazarle. Nada de quedarse en casa con el pijama; hay que aprender a mimarse, verse con buena cara. El atuendo cómodo y hogareño no tiene por qué estar reñido con el buen aspecto.
La madre necesita tiempo propio. No pasa nada por dejar la cama sin hacer y dedicar media hora a leer. El exceso de sacrificio no conduce a nada..., salvo al cansancio y la irritación. Es fundamental sentirse bien con uno mismo, para hacer mejor las cosas.
7. Hablar con otras mamás
No nos van a enseñar a alimentar a nuestro bebé ni nos van a relevar un método infalible para expulsar los gases..., pero entienden mejor que nadie como nos sentimos.
Los expertos recomiendan apuntarse a un grupo de posparto donde se pueda ir con el chiquitín o a un curso de técnicas de estimulación para el bebé. Así se potencia la relación con el nuevo hijo y al tiempo se comparten experiencias con otras madres que experimentan la misma mezcla de felicidad y frustración. Los grupos de apoyo a la lactancia también atienden consultas por teléfono, y organizan cursos y charlas.
Además, es importante mantener el contacto con los adultos. Ser mamá no significa estar todo el día enclaustrada en casa. La soledad alimenta la ansiedad.
8. Hacer ejercicio
Está comprobado que las mujeres que hacen ejercicio durante el embarazo y después de tener el bebé se sienten mejor emocionalmente y se muestran más sociales.
El deporte libera endorfinas (tranquilizantes naturales del organismo) y ayuda a despejarse. Eso sí, no hay que exponerse a actividades aeróbicas. El ejercicio debe dirigirse más a estimular el cuerpo que a quemar calorías o tensar abdominales. Basta con dar un paseo y disfrutar naturaleza.
9. No pretender se una madre perfecta
Todos los padres cometen fallos como abandonar la casa en zapatillas, u incluso olvidar poner el pañal al cambiar al niño a medianoche. No somos perfectos, somos humanos.
La mayoría de las mujeres que sufren depresión posparto son perfeccionistas. Se sienten culpables si no pueden hacer todo bien y piensan que las demás mujeres lo hacen mejor, y como resultado se imponen expectativas que no pueden cumplir. No hay que caer en la tentación de ser perfecta. Siempre quedará algo por hacer. Hay que aprender a establecer prioridades. El niño necesita una madre feliz, no perfecta.
10. Pensar que lo mejor está por venir
Muchas madres se angustian pensando que no están disfrutando como debieran la mejor etapa de su bebé: "Ahora que debería ser tan feliz, estoy tan triste...".
¿Quién ha dicho que los primeros meses del bebé son los más bonitos? ¿Y cuando diga su primera palabra o de los primeros pasos? La etapa más difícil dura poco tiempo y lo mejor está por venir.
Además, el hecho de ser madre no convierte automáticamente a una mujer en la persona más feliz del mundo. Los sentimientos después del parto suelen ser contradictorios. El niño llora, nos reclama constantemente, y aunque le queramos con todo el alma, puede que nos ponga nerviosas, que nos irrite... Algunas mujeres se culpabilizan por ello, aumentando su predisposición a sufrir depresión. Pero no hay que olvidar que el roce hace el cariño, incluso con los hijos.
Asesores: Dr. Claudio Becerro de Bengoa, ginecólogo y María Jesús Peiro Riesco, psicóloga.