El gesto que todos los padres hacemos a diario y que destruye nuestro cerebro y el de los niños

Tenemos tan integrados algunos hábitos y gestos en nuestro día a día que nos cuesta mucho saber cuáles deberíamos quitar de nuestra rutina (y, sobre todo, cómo hacerlo). Este es muy común y, sin embargo, es muy dañino.
madre estresada

El día a día de la vida adulta se ha convertido, en la actualidad, en una carrera a contrarreloj en la que el tiempo es, cada vez, más escaso. El trabajo, el cuidado de los hijos y sus múltiples actividades, las preocupaciones y obligaciones diarias… Son muchos los factores que hacen que los adultos nos abrumemos entre la cantidad de tareas que debemos cumplir diariamente.

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Un ajetreo que, de hecho, se ha visto intensificado en las últimas décadas tras la llegada de las nuevas tecnologías. Son muchos los trabajos y las tareas que requieren nuestra atención constante y, finalmente, tendemos a desatender otras que merecen la misma importancia.

En medio de toda esta vorágine de tareas y cosas por hacer, tenemos interiorizados diferentes hábitos a los que no damos importancia. De hecho, muchos de ellos los llevamos a cabo de manera intrínseca. Pero, hay algunos podrían ser, incluso, nocivos para nuestra salud y para la de nuestros hijos.

Existen hábitos que todos realizamos en nuestro día a día que ayudan a generar un importante malestar en el cerebro e, incluso, llegar a deteriorarlo.

Ansiedad y estrés: dos desencadenantes de nuestras obligaciones que pueden afectar a los niños

Desahogarse con alguna persona de confianza sobre los problemas y las preocupaciones que afectan a nuestro día a día puede ayudarnos a canalizar las emociones y evitar que aparezcan el estrés y la ansiedad.

Sin embargo, quejarse continuamente de esa falta de tiempo, esa carga de trabajo o esa poca paciencia que nos hacen tener nuestros hijos, puede afectar seriamente a nuestro cerebro (y, por consiguiente, también al de ellos).

Y es que, quejarse a menudo puede llevarnos a desarrollar una obsesión, fomentando los pensamientos negativos constantes. Además, que nuestros hijos escuchen nuestras quejas y su confianza.

Pasar treinta minutos diarios de nuestro tiempo quejándonos (creednos, es más que posible), puede dañar físicamente el cerebro. No lo decimos nosotros; así lo ha afirmado la ciencia a lo largo de los años.

Sin ir más lejos, un estudio llevado a cabo por la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, llegó a esta conclusión en 2016.

En concreto, los autores descubrieron que treinta minutos diarios de quejas termina por afectar al hipocampo, la zona del cerebro que se utilizar para resolver problemas y mejorar las tareas cognitivas.

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Además, de acuerdo a la misma investigación, da igual que seas el que te quejes o la persona que escucha esas quejas, pues a estas segundas también les afectan de la misma manera. Por eso, quejarse delante de los niños constantemente es un flaco favor para ellos.

Este no es, sin embargo, el único efecto negativo de las quejas constantes: el profesor Travis Bradberry, autor del libro Hoy compaining rewires your brain for negativity, también asegura que el cerebro puede llegar a acostumbrarse a las quejas tanto que, si recurrimos mucho a ellas, en el futuro aparecerán más rápido. “Quejarse se convierte en tu comportamiento predeterminado, lo que cambia la forma en que las personas te perciben”, escribe en las páginas de su obra.

¿Está todo perdido si nos quejamos demasiado en nuestro día a día?

Obviamente, a ningún padre le gustaría que sus actitudes afectasen directa o indirectamente a su hijo. Por eso, comenzar lo antes posible a cultivar hábitos de vida saludables, intentando disminuir al máximo las quejas (aunque a veces cueste) puede hacernos más felices a corto y largo plazo.

De acuerdo a este estudio de 2003 llevado a cabo en la Universidad de California y publicado en el Journal of Personality and Social Pshychology asegura que trabajar esos pensamientos de agradecimiento y esa actitud positiva en el día a día ayudan a que los niveles de ansiedad disminuyan al máximo y a que el estado de ánimo mejore considerablemente. 

¿Cómo olvidarnos de las quejas diarias en la crianza de los niños?

Es importante que, como padres, aprendamos a manejar nuestras emociones y a expresar nuestra frustración de forma saludable, sin culpar a nuestros hijos ni generar un ambiente constante de tensión en el hogar.

Algunas estrategias útiles pueden ser buscar momentos para respirar conscientemente y reflexionar antes de hablar (y gritar). Enfocarnos en soluciones en lugar de en los problemas y reconocer y agradecer el esfuerzo constante que hacen nuestros hijos.

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