El mundo de los apellidos es fascinante. Si abres ese melón por primera, ya no podrás parar de “comerlo”. Querrás llegar hasta el final, y lo cierto es que ese final puede estar mucho años atrás. Pero es demasiado tentador nuestro pasado familiar, poder contarle a los niños de dónde vienen y por qué estarán acompañados de por vida con esos apellidos, como para abandonar la tarea.
Fue en el siglo IX cuando los apellidos comenzaron a registrarse en nuestro país, pero eran cambiantes, no se mantenían de padres a hijos. Esto cambió en el siglo XVIII, momento histórico en el que comenzaron a consolidarse los apellidos invariables. Y ya a comienzos del siglo XIX quedó así definido por la Ley del Registro Civil. Uno de los objetivos de este sistema era tener identificado al personal de cara al pago de tributos.
Pues bien, sabrás seguramente, y además te lo contamos aquí, que la forma más repetida de los apellidos en España es la que termina en -ez. Después de García, el apellido más común en España, los nueve siguientes acaban todos con esta terminación.
Su significado es de origen patronímico. Es decir, viene del padre. Significa que es una derivación del nombre del padre: Hernández de Hernán, Fernández de Fernán y así sucesivamente. Por eso se traducen por “hijo de” y la fórmula se repite en prácticamente todas las lenguas europeas, cada cual con su correspondiente terminación. También son patronímicos los apellidos catalanes que optaron por escribir el nombre de pila del padres en su variante romance en lugar de añadir la -z como en las zonas castellanas del país. Así pues, Berenguer o Pons son apellidos patronímicos.

Junto con estos, los toponímicos son los apellidos más comunes en España. Estos se inventaron para identificar mejor a la persona en función de su origen. Se les denomina toponímicos y también se incluyen en esta categoría los apellidos de índole geográfica como Gallego o Montes, no solo los que describen directamente un lugar concreto, como “Sevilla”. También se incluyen en esta categoría los compuestos que añaden “de”. Por ejemplo, de Castro. Aunque es cierto que este uso también se extrapoló a los patronímicos, como de Pedro.
Una tercera fórmula para construir los apellidos es la que hace referencia a la clase social y condición. Son apellidos que en su mayoría hacen referencia a los oficios: Carnicero, Caballero, Guerrero, Zapatero, Criado, Marqués… hay cientos que han llegado hasta nuestros días de generación en generación.
Los apellidos por apodo
Sin embargo, ninguna fórmula es tan original en esto de los apellidos como la que hace referencia a los apodos de las personas que los portaban. Son, además, fuentes de información fiables, pistas de las que tirar.
De igual forma que si te apellidas “Hernández” es muy probable que haya un Hermán en algún lugar de tu pasado familiar, puedes tener la sospecha de que si tu apellido es Calvo, Rubio o Moreno, es probable que algún varón de tu historia familiar se distinguiera por esta característica física.

Hay muchos más apellidos por apodo, y no siempre hacen referencia a una característica física, sino que también los hay que describen una característica de la personalidad: Cabezón, Rojo, Seco, Feliz, Bravo, Delgado, Hermoso, Nieto, Galán, Leal, Bravo, Bello, Alegre… son algunos ejemplos comunes de esta curiosidad relacionada con el mundo de los apellidos que no todo el mundo conoce.