El plomo es un metal conocido por sus efectos nocivos a largo plazo sobre la salud. Aunque a día de hoy la exposición al plomo se considera muy baja, cualquier nivel de plomo en la sangre es peligroso.
Debido a ello, las autoridades de salud pública a nivel internacional recomiendan mantener una exposición al plomo lo más baja posible, teniendo siempre en cuenta el contexto.
Encontramos plomo en el medio ambiente, incluso en el agua, el aire, el suelo y los productos de consumo. Esto significa que toda la población está en realidad expuesta a bajas cantidades de plomo.
Cuando nos exponemos a este metal, el plomo absorbido por nuestro cuerpo se difunde a través de la sangre. Y, de ahí, a los huesos y ciertos órganos, como los riñones o el cerebro. Aunque es cierto que parte del plomo se excreta en las heces y en la orina, una parte significativa tiende a acumularse con el paso del tiempo en los dientes y los huesos.
Una concentración que, dicho sea de paso, puede variar mucho de una persona a otra, dependiendo de distintos factores. Luego, con el envejecimiento y la reducción de la masa ósea, el plomo acumulado se reintroduce en la sangre. Es más, el cuerpo necesita alrededor de 25 años para eliminar la mitad del plomo acumulado.
Recientemente, un nuevo estudio ha encontrado que los niños de familias con bajos ingresos tendrían aún una exposición significativa a este metal, a pesar de que en países como Estados Unidos, muchos programas gubernamentales han sido diseñados con la finalidad de reducir dicha exposición.
¿Qué dice el estudio?
Investigadores del Hospital Boston Children’s examinaron los resultados de las analíticas de sangre de más de un millón de niños en Estados Unidos, en cuyos niños se realizaron distintos análisis de plomo en sangre desde octubre de 2018 hasta febrero de 2020. Además, los niños tenían al menos 6 años de edad.
Por otro lado, no solo recopilaron información sobre los niveles de plomo en sangre, sino que los científicos también recopilación otros datos, como sexo, edad, raza, origen étnico, información demográfica, tipo de seguro médico y si los niños vivían o no en viviendas construidas antes de la década de 1950.

Todos estos detalles les permitieron encontrar y descubrir diferentes asociaciones entre las circunstancias socioeconómicas de los niños y los niveles de plomo detectados en su sangre.
Encontrarse que, entre los participantes, hubo una exposición generalizada al plomo. Es más, más de la mitad de los niños tenían niveles de plomo detectables en sangre. Además, los niños que vivían en viviendas construidas anteriormente a la década de 1950, así como los niños que tenían un nivel socioeconómico menor, presentaban niveles significativamente más elevados de exposición al plomo.
¿Cuáles son los efectos dañinos del plomo?
La exposición al plomo se encuentra asociada con daños en los sistemas tanto inmunológico como reproductivo, además de trastornos sanguíneos. Aunque es cierto que, en estos días, los efectos nocivos de la exposición a corto plazo (aguda) son muy raros, los síntomas observados durante la exposición crónica son muy variados e inespecíficos.
Respecto a los niños, los expertos señalan que no existe un nivel seguro de plomo en sangre y, aunque se han promulgado muchísimas medidas, aún quedaría bastante trabajo por hacer. Tal y como ha demostrado el estudio.
Y es que, aunque se ha progresado mucho en los últimos 50 años en la eliminación del plomo de fuentes comunes, los niños todavía siguen expuestos a fuentes heredadas de plomo en sus entornos.
¿Cómo podríamos mantener a nuestros hijos a salvo?
Es cierto que las trazas de plomo se encuentran en todas partes en nuestro entorno. Aunque se han eliminado las principales fuentes de contaminación, se recomienda encarecidamente que la exposición al plomo se mantenga al mínimo. Pero, ¿qué podemos hacer al respecto?
La mejor forma de prevenir la exposición al plomo en los niños es llevar a cabo una buena limpieza en nuestro hogar, eliminando todas las fuentes de plomo. Es recomendable limpiar con regularidad los pisos con cepillos de microfibra húmedos o aspiradores equipados con filtros HEPA (alta eficiencia). Y, además, quitarnos los zapatos siempre al entrar a casa.