Convivir con hijos de anteriores parejas
Cada vez son más las familias formadas por parejas que aportan hijos de anteriores relaciones, con todo lo que ello implica. La paciencia y el diálogo son claves para conseguir una convivencia lo más armónica posible. Te lo contamos.
Este tipo de situaciones son cada vez más frecuentes en la sociedad actual y caracterizan un nuevo tipo de familias, las denominadas ‘reconstituidas’, cuyas peculiaridades analiza la consejera familiar británica Suzie Hayman en su libro Mis hijos y tus hijos. Crear una nueva familia y convivir con éxito (Ed. Pirámide), y a las que define como “cualquier hogar que incluya a niños que están emparentados con un miembro de la pareja, pero no con el otro”. Hay familias reconstituidas de todas las clases y tamaños: casadas, no casadas, con niños que conviven en el mismo domicilio, con niños que les visitan o con los que no tienen contacto.
Los problemas que afectan a esta nueva estructura familiar suelen ser bastante similares: poca o nula aceptación de la nueva pareja del padre o madre, malas relaciones con los hijos aportados por la pareja y de estos entre sí; injerencias de los antiguos cónyuges… Son situaciones que requieren de mucha paciencia y, sobre todo, mucho tacto. La clave es enfrentarse a los problemas, no a las personas.
La importancia de los tiempos
Las familias reconstituidas son difíciles de manejar porque es imposible separar el presente del pasado. Desde el punto de vista del niño, esto no es un comienzo sino un fin: el final de la familia original y de cualquier esperanza de que vuelva a unirse. Por eso, es mejor comunicarles que se tiene una nueva pareja que dejar que lo descubran de otra manera.
La psicóloga Laura García Agustín, directora del centro Clavesalud, de Madrid, recomienda que cada uno explique la nueva situación a sus hijos antes de presentarles a la nueva pareja. Y una vez que se conozcan y exista una cierta confianza con los hijos del otro, preparar el terreno para un encuentro con toda la prole (la propia y la ajena).
Convivencia: la piedra de toque
7 Soluciones prácticas a las situaciones más típicas
Aquí hay que diferenciar dos situaciones:
Antes de iniciar la convivencia, la pareja debería llegar a un acuerdo sobre cómo va a actuar cada uno con los hijos propios y ajenos para que no haya lugar a la improvisación, malos entendidos o equivocaciones en el trato que puedan provocar conflictos innecesarios.
Lo mejor es mantener una distancia emocional, sobre todo al principio. No son hijos ni colegas, ni tampoco enemigos. Es importante hablar con los niños y explicarles que no se va a asumir el papel del padre/madre puesto que él ya tiene uno/a o lo/a ha tenido. Eso sí: la experta aclara que esto no implica dejar que el niño se porte mal o se salga siempre con la suya. A los niños hay que marcarle ciertos límites y, sobre todo, enseñarles a respetar y obedecer a los adultos en general. “Cuando hay que regañar al hijo de la pareja, la clave está en ser firme con el comportamiento, pero flexible con las causas del mismo. Y, sobre todo, estar siempre dispuesto a oír, a escuchar y a negociar”, explica la psicóloga.
Es una actitud contraproducente y, sin embargo, muy habitual. De hecho, en la encuesta de la Universidad de Valencia, los progenitores de este tipo de familias fueron los que se mostraron más de acuerdo con la afirmación “les doy todo lo que quieren”, y justificaron esta respuesta con el argumento de que para ellos lo más importante es proporcionar apoyo afectivo a los hijos.
Asesora Laura García Agustín, psicóloga clínica y directora del centro Clavesalud, de Madrid.