En determinados ambientes educativos y en familias concretas donde se prioriza, con toda la buena intención del mundo, validar y cuidar las emociones el autoestima de los niños y niñas, se estila el no corregir a los peques cuando se ponen mal las deportivas o los zapatos. Este hábito de crianza genera un debate evidente entre lo que es bueno para la salud de los hijos e hijas, en este caso los pies, y para su autoestima y su autonomía. Por eso, esta cuestión cotidiana y práctica interesa a psicólogos infantiles.
El divulgador Javier de Haro le ha dedicado una publicación muy interesante porque comparte una reflexión que te va a ayudar a pensar y posicionarte al respecto. Incluso, a cambiar tu opinión quizá, en caso de que ya la tuvieras formada. Pero antes de compartir su opinión como psicólogo infantil, es importante que sepas por qué pasa.
¿Por qué los niños se ponen mal el calzado? La respuesta es muy sencilla, y la da el propio Javier de Haro en su reflexión: los niños y niñas no tienen desarrollada la lateralidad de forma completa hasta los 7 años, de ahí que sea habitual que se confundan en hábitos cotidianos como ponerse el calzado al revés, ya sean zapatos, sandalias, zapatillas y también botas.

¿Es mejor dejarles o hay que corregirles?
En general, los psicólogos infantiles abogan por fomentar la autonomía de los peques desde que son capaces de realizar tareas cotidianas como la de calzarse. Esta es precisamente una de las razones por las que muchos padres y madres, también educadoras y educadores, optan por no corregirles cuando se ponen mal el calzado.
Por otro lado, tal y como reconoce el propio Javier de Haro, se trata de una cuestión de salud: “Traumatólogos y podólogos coinciden en que no es nada recomendable caminar con los zapatos cambiados y que además puede tener un efecto, un impacto negativo en su desarrollo”, dice.
Una de las podólogas que lo confirma es Neus Moya, divulgadora que nos ha enseñado cosas a las familias como por qué los bebés arquean las piernas al empezar a andar. “Hay evidencia de que llevar los zapatos del revés produce alteraciones en el primer radio, con más tendencia al HAV (juanete). Sin contar con las rozaduras que le puedan salir”, asegura la experta en la salud de los pies en la infancia.
Moya advierte, además, que, por su experiencia, que “casi nunca se quejan” los niños y niñas. De hecho, apunta que pasa lo mismo con el calzado que se les queda pequeño, que tampoco lo suelen decir. “Si esperamos a que ellos vayan incómodos para que pidan el cambio, pueden pasar semanas”, afirma.
Por lo tanto, la podóloga, como el psicólogo Javier de Haro, consideran que lo correcto es corregirles en el caso de que se equivoquen con el calzado. “No creo que por guiarles, estemos interfiriendo en su desarrollo cognitivo. Tampoco creo que les estemos frustrando si lo hacemos de forma correcta”, dice Neus Moya, si bien en la parte psicológica del asunto es la de Javier de Haro la opinión decisiva, igual que lo es la de la podóloga desde el punto de vista de la salud.
Este es el argumento de Javier de Haro para recomendar que les corrijamos: “La verdad es que yo coincido plenamente que como padres o como maestros es muy importante que potenciemos, que reforcemos esa motivación, esa autonomía, esas ganas de hacer ellos sus propias cosas. Por eso creo que no hay que corregirles todo el tiempo y es bueno que les dejemos que se equivoquen, pero que se equivoquen en aquellas cuestiones en las que se pueden equivocar y esta no es una de ellas porque puede afectar a su desarrollo. Desde mi punto de vista, cualquier aspecto que afecte a la seguridad, a la salud, a la convivencia o al respeto, tenemos que ayudarles”.

La forma de corregirles importa
La clave, el matiz decisivo de este asunto, está en cómo les corregimos cuestiones cotidianas como la de ponerse bien el calzado. En la forma de hacerlo sí hay que poner énfasis para no herir su autoestima ni su motivación por ganar autonomía.
Para Javier de Haro, es clave “valorar todo el esfuerzo que han hecho y los campeones que han sido, pero les podemos decir con mucho amor que les vamos a ayudar a ponerse los zapatos para que puedan jugar y correr mucho y que no les hagan daño en los pies”.
Y también se les puede ayudar dándoles trucos. Por ejemplo, animándoles a pintar una marca en cada zapatilla por dentro que les ayude a saber cuál es la de cada pie hasta que desarrollen la lateralidad.
“Cuando es algo que afecta a salud, seguridad, convivencia o respeto, tenemos que acompañarles y ayudarles para evitar que se hagan o que hagan daño”, concluye Javier de Haro.