Los cuentos y todo lo que sean libros de historias, adecuadas a la edad de cada niño, tiene un papel clave en lo que se refiere al crecimiento tanto emocional como intelectual de los niños y niñas. Lecturas a través de las cuales aprenden lecciones vitales mientras van descubriendo historias de aventuras, de diversión con risas más que aseguradas, cómicas, de misterio y hasta repletas de valores humanos.
Y el verano es una época ideal para que los niños se sumerjan en estas historias y cuentos, ahora que tienen tiempo libre de sobra para leer. Por eso, nada como emprender este viaje en el que los niños de 6 a 8 años pueden conocer la magia de estos cuentos. Relatos entre sus páginas que son emocionantes y que harán que estos niños aprendan, además de que sueñen e imaginen todo un mundo de fantasía. Por eso, os dejamos estos cuentos para niños de 6 a 8 años para leer y que seguro les sorprenderán.

El día que los juguetes sobraron vida
Había una vez una pequeña tienda de juguetes en el corazón de una gran ciudad. Era una de las pocas pequeñas tiendas que quedaban en aquel lugar ocupado por grandes centros comerciales.
Su dueña, Carmela, se había resistido a venderla y seguía ocupándose del negocio que había sido de su madre, y antes de su abuela, y previamente de su bisabuela. Era una tienda muy especial, en la que solo había muñecos de madera, ositos de peluche, pelotas, soldaditos de plomo... Solo vendía juguetes que no necesitaban de pilas para funcionar. Por eso, cada vez entraban menos niños y niñas. Muchos de ellos, solo querían juguetes electrónicos.
Pero aquella era una tienda muy especial, Carmela lo sabía y nunca podría venderla. Y es que, era un lugar mágico, donde los juguetes cobraban vida cuando la ciudad dormía y la luna brillaba en lo alto. Un suave resplandor de luz envolvía la tienda mientras el reloj daba la medianoche. Los juguetes, uno por uno, comenzaban a moverse y a cobrar vida. Los soldaditos formaban filas y montaban guardia en los estantes, mientras que las muñecas organizaban bailes elegantes en el pasillo central.
El osito Teddy, con su pelaje suave y abrazable, lideraba el grupo. Esa noche, Teddy reunió a todos los juguetes en el centro de la tienda. Había escuchado decir a Carmela que un niño se había dejado olvidado un juguete electrónico en la tienda.
Los juguetes comenzaron a murmurar alarmados, "¡un juguete elecrónico!" Todos miraron hacia un rincón y vieron un robot reluciente con luces parpadeantes y botones brillantes.
No sabían muy bien qué hacer con aquel saco de cables, les parecía abominable.
- Hola, soy Roby, dijo el robot. Nunca había visto juguetes tan antiguos como vosotros. ¿Cómo juegan los niños con vosotros si no tenéi botones?
- Fácil, inventan historias en las que somos los protagonistas, respondió Teddy.
Los juguetes se dividieron en dos grupos, los que pensaban que había que tirar a la basura a aquel ruidoso robot y los curiosos que querían conocerle un poco mejor. Pero, poco a poco, Roby se fue haciendo amigo de los soldados de plomo que desfilaban detrás de él mientras emitía luces de todos los colores, las muñecas inventaron un nuevo baile imitando sus movimientos y Teddy charló con él hasta casi el amanecer compartiendo experiencias. Incluso, los muñecos de madera que no quisieron ni saludarle se fueron acercando poco a poco y decidieron no llevar a cabo su misión contra Roby.
Al amanecer, todos ocuparon sus sitios y Roby, quedó en el medio de la tienda luciendo más que nunca y dando vueltas en círculo. Carmela lo encontró a la mañana siguiente y esperó que su dueño regresara para recogerlo. Lo dejó bajo el mostrador, escondido en una caja de flores, pero nunca vino nadie a por él. Y, desde entonces, cada noche, Roby se une a la fiesta de los juguetes, se ha convertido en uno más.
La sombrera
Otro de los cuentos que hemos seleccionado para niños de 6 a 8 años y que son completamente gratis.
Había una vez un árbol tan bueno, pero tan bueno, que además de sombra daba sombreros. Este árbol se llamaba Sombrera y crecía en una esquina del bosque de Gulubú.
Las gentes que vivían cerca acudían al árbol pacíficamente todas las primaveras, cortaban los sombreros con suavidad y los elegían sin pelearse: esta gorra para ti, este bonete para mamá, esta galera para el del más allá, este birrete para mí.
Pero un día llegó al bosque un comerciante muy rico y sinvergüenza llamado Platini. Atropelló a todos los vecinos gritando:
- ¡Basta, todos estos sombreros son para mí, me llevo el árbol a mi palacio!
Todo el mundo vio con gran tristeza como el horrible señor Platini mandaba a sus sirvientes a que desenterraran el árbol. Los sirvientes lo desenterraron y lo acostaron sobre un lujoso automóvil de oro con perlitas.
El árbol crecía raquítico y de mala gana, cosa que enfurecía al horrible señor Platini. Este señor esperaba que floreciera para poner una sombrerería y vender los sombreros carísimos y con ese dinero comprarse tres vacas y luego venderlas, y con el dinero comprarse un coche y venderlo, y con el dinero comprarse medio palacio más y luego venderlo, y con el dinero comprarse un montón de dinero y guardarlo.
Por fin llegó la primavera, y el árbol floreció de mala gana unos cuantos sombreritos descoloridos. El señor quiso mandarlos cortar inmediatamente, pero el Viento, que se había enterado de toda la historia, se puso furioso. Y el Viento dijo:
- Yo siempre he sido amigo de los vecinos de Gulubú, no voy a permitir que les roben sus sombreros así nomás.
Y se puso a soplar como un condenado, arrancando todos los sombreros del árbol. El señor Platini y todos sus sirvientes salieron corriendo detrás de sus sombreros, pero nunca los pudieron alcanzar.
Corrieron y corrieron y corrieron hasta llegar muy lejos, muy lejos del bosque de Gulubú y perderse en el defiero de Guilibí. Entonces los vecinos aprovecharon y se metieron el jardín del señor Platini y volvieron a transplantar a su querido árbol al bosque de Gulubú. El Viento estaba muerto de risa, y el árbol recobró pronto la salud. Cuando volvió a florecer, los vecinos volvieron a cosechar sus sombreros sin pelearse.
Y el señor Platini se quedó solo y aburrido en el desierto, sin sombrerería, sin tres vacas, sin coche, sin medio palacio y, lo que le daba más pena, sin su montón de dinero. Ah, y sin sombrero.
Atlantis
En el sótano de un museo, una tarde del año 1914, el joven Milo Thatch soñaba despierto: "¡Si pudiera descubrir la fabulosa ciudad de la Atlántida, sumergida en el mar hacía siglos y que su abuelo Thaddeus tanto había buscado!"
Para ello, debía encontrar ante todo un libro, el Diario del Pastor, y luego organizar una expedición...
Pero, ¿de dónde sacar el dinero para semejante aventura?
Milo estaba de suerte. el multimillonario Preston Whitmore le mandó llamar. ¡Tenía el Diario del Pastor!
-Sí, Milo. Tu abuelo me lo envió. Voy a financiar una expedición para encontrar la Atlántida y quiero que vayas en ella. ¡Nadie sabe más que tú de esa ciudad, porque incluso conoces el idioma de sus antiguos habitantes! ¡Te necesito!
Milo se sintió feliz.
En el submarino Ulysses, los expedicionarios se dirigieron a un punto del fondo del mar. Pero el Leviatán, una especie de gigantesca langosta mecánica, ¡les atacó!
Los supervivientes acabaron en una enorme cueva en la que podían respirar. El comandante Rourke pasó revista al grupo: su ayudante Helga, Mole, Vinny, la señora Packard, Cookie, Audrey, el doctor Sweet, Milo...
Se adentraron en la cueva, y al cabo de varios días divisaron una extraña ciudad: ¡la Atlántida! Al acercarse, unos guerreros les cerraron el paso. Los mandaba la princesa Kida. Milo habló con ella, y Kida comprendió que el muchacho era bueno. Entonces confió en él y llevó a todos ante su padre, el rey.
El rey, muy anciano, desconfiaba de los expedicionarios. ¡Y con razón! Cuando Kida enseñó a Milo el extraordinario lugar, Rourke y Helga mostraron sus verdaderas intenciones: ¡querían apoderarse del Cristal Madre, la fantástica fuente de misteriosa energía que permitía la vida en la Atlántida! ¡Con él serían ricos!
Rourke y Helga obligaron a Kida y Milo a seguirles hasta el corazón de la Atlántida. El joven protestó: -¡Si os lleváis el Cristal Madre, todos morirán!
Rourke no hizo caso. Llegaron ante la fuente de energía. Entonces del Cristal Madre salieron unos rayos de luz azul. Los rayos alcanzaron a Kida, la absorbieron y la cristalizaron. De ese modo la princesa se sacrificaba para tratar de salvar a su pueblo.
El malvado Rourke metió a la cristalizada Kida en una cápsula metálica que ató a un globo, y se dispuso a salir con los expedicionarios por un volcán. Cuando Milo se opuso, le golpeó y le dijo que él se quedaría allí. Entonces los demás reaccionaron. Habían ayudado a Rourke sin saber lo malvado que era, pero no estaban dispuestos a dejar a uno de los suyos condenado a una muerte segura.
Helga y Rourke siguieron adelante con sus planes.
No les importaba haberse quedado solos: así obtendrían más dinero. Milo fue a ver al rey para contarle lo que había pasado. El anciano, moribundo, dio al joven su propio cristal -el mayor regalo que un atalante podría hacer- y le dijo :
-Salva la ciudad y a mi hija. Recupera el Cristal. Milo sintió entonces que una gran fuerza le invadía.
Rápidamente Milo convenció a sus compañeros y, con varios Altantes, montaron en unas máquinas voladoras con forma de pez.
-¡Adelante! -gritó el muchacho-. ¡Hay que detener a Rouke y salvar la Atlántida!
La flota avanzó a toda velocidad hacia el globo que se llevaba a Kida.
Al ver llegar la flota voladora, Rourke arrojó a Helga de la barquilla para elevarse más deprisa, pero fue detenido por el grupo. Después hubo una lucha terrible entre Milo y él. Al intentar golpear al joven con un hacha, Rouke abrió una brecha en la cápsula donde estaba Kida. Milo metió un trozo de escalera en el Cristal y tocó con él a Rourke. ¡Y Rourke se convirtió en cristal! Después,aquel tipo duro, ¡se deshizo en multitud de trocitos!
La cápsula reventó y apareció Kida en el aire con forma humana. Llevaba un brazalete: el que había tenido de niña y que su madre se había llevado cuando se sacrificó ella también, por su pueblo.
La bola de cristal
Vivía en otros tiempos una hechicera que tenía tres hijos, los cuales se amaban como buenos hermanos; pero la anciana no se fiaba de ellos, temiendo que quisieran arrebatarle su poder.
Por eso transformó al mayor en águila, que anidó en la cima de una rocosa montaña, y sólo alguna que otra vez se le veía describiendo amplios círculos en la inmensidad del cielo.
Al segundo lo convirtió en ballena, condenándolo a vivir en el seno del mar, y sólo de vez en cuando asomaba a la superficie, proyectando a gran altura un poderoso chorro de agua.Uno y otro recobraban su figura humana por espacio de dos horas cada día.
El tercer hijo, temiendo verse también convertido en alimaña, oso o lobo, por ejemplo, huyó secretamente. Habíase enterado de que en el castillo del Sol de Oro residía una princesa encantada que aguardaba la hora de su liberación; pero quien intentase la empresa exponía su vida, y ya veintitrés jóvenes habían sucumbido tristemente.
Sólo otro podía probar suerte, y nadie más después de él. Y como era un mozo de corazón intrépido, decidió ir en busca del castillo del Sol de Oro. Llevaba ya mucho tiempo en camino, sin lograr dar con el castillo, cuando se encontró extraviado en un inmenso bosque. De pronto descubrió a lo lejos dos gigantes que le hacían señas con la mano, y cuando se hubo acercado, le dijeron:
- Estamos disputando acerca de quién de los dos ha de quedarse con este sombrero, y, puesto que somos igual de fuertes, ninguno puede vencer al otro. Como vosotros, los hombrecillos, sois más listos que nosotros, hemos pensado que tú decidas.
- ¿Cómo es posible que os peleéis por un viejo sombrero? - exclamó el joven.
- Es que tú ignoras sus virtudes. Es un sombrero milagroso, pues todo aquel que se lo pone, en un instante será transportado a cualquier lugar que desee.
- Venga el sombrero -dijo el mozo-. Me adelantaré un trecho con él, y, cuando llame, echad a correr; lo daré al primero que me alcance.
Y calándose el sombrero, se alejó. Pero, llena su mente de la princesa, olvidóse en seguida de los gigantes. Suspirando desde el fondo del pecho, exclamó:
- ¡Ah, si pudiese encontrarme en el castillo del Sol de Oro!
Y, no bien habían salido estas palabras de sus labios, hallóse en la cima de una alta montaña, ante la puerta del alcázar. Entró y recorrió todos los salones, encontrando a la princesa en el último.
Pero, ¡qué susto se llevó al verla! Tenía la cara de color ceniciento, lleno de arrugas; los ojos, turbios, y el cabello, rojo.
- ¿Vos sois la princesa cuya belleza ensalza el mundo entero?
- ¡Ay! -respondió ella-, ésta que contemplas no es mi figura propia. Los ojos humanos sólo pueden verme en esta horrible apariencia; mas para que sepas cómo soy en realidad, mira en este espejo, que no yerra y refleja mi imagen verdadera.
Y puso en su mano un espejo, en el cual vio el joven la figura de la doncella más hermosa del mundo entero; y de sus ojos fluían amargas lágrimas que rodaban por sus mejillas. Díjole entonces:
- ¿Cómo puedo acabar con el hechizo?
- Quien se apodere de la bola de cristal y la presente al brujo, quebrará su poder y me restituirá mi figura original, dijo. Si desciendes la montaña en cuya cima estamos, encontrarás al pie, junto a una fuente, un salvaje bisonte, con el cual habrás de luchar. Si logras darle muerte, se levantará de él un pájaro de fuego, que lleva en el cuerpo un huevo ardiente, y este huevo tiene por yema una bola de cristal. Pero el pájaro no soltará el huevo a menos de ser forzado a ello, y, si cae al suelo, se encenderá, quemando cuanto haya a su alrededor, disolviéndose él junto con la bola de cristal, y entonces todas tus fatigas habrán sido inútiles.
Bajó el mozo a la fuente, y en seguida oyó los resoplidos y feroces bramidos del bisonte. Tras larga lucha consiguió traspasarlo con su espada, y el monstruo cayó sin vida.
En el mismo instante desprendióse de su cuerpo el ave de fuego y emprendió el vuelo; pero el águila, o sea, el hermano del joven, que acudió volando entre las nubes, lanzóse en su persecución, empujándola hacia el mar y acosándola a picotazos, hasta que la otra, incapaz de seguir resistiendo, soltó el huevo.
Pero éste no fue a caer al mar, sino en la cabaña de un pescador situada en la orilla, donde en seguida empezó a humear y despedir llamas. Eleváronse entonces gigantescas olas que, inundando la choza, extinguieron el fuego.
Habían sido provocadas por el hermano, transformado en ballena, y, una vez el incendio estuvo apagado, nuestro doncel corrió a buscar el huevo, y tuvo la suerte de encontrarlo.
No se había derretido aún, mas, por la acción del agua fría, la cáscara se había roto y, así, el mozo pudo extraer, indemne, la bola de cristal.
Al presentarse con ella al brujo y mostrársela, dijo éste:
- Mi poder ha quedado destruido, y, desde este momento, tú eres rey del castillo del Sol de Oro. Puedes también desencantar a tus hermanos, devolviéndoles su figura humana.
Corrió el joven al encuentro de la princesa y, al entrar en su aposento, la vio en todo el esplendor de su belleza y, rebosantes de alegría, los dos intercambiaron sus anillos.
Precioso ejemplar para disfrutar de cuentos para niños de 6 a 8 años online (para llevar a todas partes este verano).