¡Ayuda! Ha cumplido un año y sigue tan llorón

Los bebés lloran porque tienen cólicos, porque les duelen los dientes… ¿Qué pasa cuando el niño cumple un año y sigue llorando por cualquier cosa?
¡Ayuda! Ha cumplido un año y sigue tan llorón

“Es llorón desde que nació y siempre he buscado la causa: cólicos, dientes, gateo, primeros pasos… pero ya no puedo más, tiene un año y sigue igual”, cuenta Ana, una lectora que demanda ayuda urgente. Cuando nuestra queja principal es “¿Cuándo va a terminar esto? ¡Llevamos así desde que nació!”, lo más probable es que sea… cuestión de ‘carácter’ (o de sensibilidad). La situación va a durar más tiempo, aunque sabiéndolo podemos aprender formas de relacionarnos con nuestro hijo que le ayuden a autorregularse cada vez mejor.

Hay niños que lloran más, desde siempre. Puede venir determinado por estrés post traumático generado antes, después o durante el nacimiento, por la ausencia de contacto corporal, o quizá simplemente su temperamento es así, ha nacido con él.

El llanto continuado del bebé puede influir en nuestra relación con él. Si un bebé llora sin parar, un año después podemos estar cerca de perder la cabeza. Entender lo que está pasando, entenderlo a él, nos ayudará a relajarnos y a buscar soluciones efectivas.

Niños hipersensensibles

Son niños en su mayoría “reactivos” o hipersensibles a los estímulos externos, les cuesta organizarlos y, por tanto, organizarse. Parece que no están nunca a gusto. No es que hayamos hecho o estemos haciendo algo mal, es que nuestro hijo es diferente, en general más sensible que el resto. Es posible que los sonidos sean más altos para él, los olores más fuertes, los tejidos dolorosos… Es posible que le cueste adaptarse a cada pequeño cambio, y que sea irregular en su sueño. Suelen ser catalogados de “difíciles” o “de alta demanda”. La experiencia nos dice que muchos de ellos, cuando crecen, son niños con altas capacidades.

¿Qué podemos hacer en estos casos? En su libro “El niño difícil: cómo entenderlo y desarrollar sus cualidades”, Stanley Turecki, recuerda que aunque el temperamento está de alguna forma ‘grabado’ en el cerebro (también las experiencias traumáticas), éste es plástico y se modifica en contacto con una experiencia adecuada. Podemos hacer mucho con nuestra respuesta, aprender a relacionarnos con nuestro hijo de forma que le ayude a autorregularse. Es algo que se aprende, no tenemos por qué saber hacerlo.

Procurar entenderle

La regla de oro es conectar con él y validar su emoción, en lugar de intentar negar o minimizar su dolor; y ponerle palabras: “Vaya, ¿te has asustado mucho con el ruido? Ha sido la puerta…”. O: “Estas triste porque te han quitado el juguete”, en lugar de “¡pero deja de llorar, si ya tienes aquí el juguete!”. Le ayuda el acompañamiento físico, abrazarlo y acariciarlo, así su llanto durará menos, cada vez menos. Valoremos los buenos momentos que pasamos juntos mientras encontramos la forma de recuperar nuestro equilibrio y la ayuda necesaria para enseñarle a autorregularse y a integrar los estímulos

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