La investigación recoge un estudio colaborativo entre la Universidad de Oviedo, la Universidad de Valencia y la Universidad de Santiago de Compostela, en ella se ha demostrado que existe una influencia real entre la existencia de buenas relaciones con la familia y la posibilidad de que los adolescentes consuman alcohol y cannabis durante esta etapa de crecimiento y desarrollo.
A mayor conflicto familia mayor es la probabilidad de que los jóvenes consuman ambas sustancias de manera conjunta.
Se ha trabajado sobre un grupo de más de 870 estudiantes de distintos institutos de educación secundaria con edades comprendidas entre los 11 y los 18 años.
Diferencia entre chicas y chicos a la hora de consumir
Viendo las cifras, se aprecia en términos generales que las chicas mostraron una mayor y mejor comunicación con sus familias, lo que unido a que reconocían tener un mayor apoyo social que los chicos, venía a coincidir con que ellas consumen menos alcohol y cannabis de manera conjunta que ellos.
“Hasta donde sabemos, no hay estudios previos que hayan examinado la asociación de las variables familiares con el consumo de alcohol y cannabis en función del sexo”, señala la profesora Susana Al-Halabí de la Universidad de Oviedo, que ha sido una de las directoras de este estudio pionero.
“Este análisis podría ser de interés, pues los padres parecen fomentar comportamientos diferentes en sus hijos que en sus hijas y a su vez, los adolescentes, según el sexo, parecen interpretar el contexto familiar de manera diferente”, añade la profesora Al-Halabí.
Casi un 24% de los chicos y un 29% de las chicas, reconocieron haber consumido alcohol en los últimos treinta días pero solo un 10% de los chicos y poco más de un 7% de las chicas, reconocieron haber consumido además de alcohol, cannabis en ese mismo periodo de tiempo.
Es una vía de dos sentidos ya que el estudio refleja que los adolescentes que no consumen ni alcohol ni cannabis, desarrollan un mejor funcionamiento familiar, tienen una mejor y más fluida comunicación con sus progenitores, sienten que cuentan con una mayor apoyo social y las consecuencias de saltarse las normas les suelen parecer más coherentes.
La co-directora de este estudio, la profesora Susana Al-Halabí de la Universidad de Oviedo, señala a este respecto que “hay un consenso en que cuando los adolescentes no tienen normas claras sobre el consumo o perciben que sus padres aprueban el consumo, su frecuencia de uso de sustancias es mayor.”
Con mayor conflicto familiar, los adolescentes desarrollan una mayor probabilidad de ser consumidores de alcohol y cannabis de forma continua, sobre todo en el caso de los varones y aunque no sea la única razón para que esto se produzca.