Las amígdalas son unos ganglios linfáticos que encontramos situados en la parte posterior de la garganta, concretamente a cada lado. Hasta hace no mucho tiempo, se creía que las amígdalas no ejercían ningún tipo de funcionalidad importante en nuestro cuerpo. Sin embargo, se descubrió que su principal función es la de atrapar a las bacterias y otros gérmenes causantes de infecciones.
Es decir, actúan y funcionan como un mecanismo de defensa, ayudando a prevenir que nuestro organismo contraiga una infección.
Sin embargo, en ocasiones, tanto las amígdalas como las adenoides pueden infectarse por sí solas. Y, cuando esto ocurre, es cuando nos encontramos ante una afección conocida médicamente como amigdalitis (o, lo que es lo mismo, la dolorosa inflamación de las amígdalas).
¿Qué es la amigdalitis en niños? ¿En qué consiste la amigdalitis pediátrica?
Las conocidas como amígdalas faríngeas son dos glándulas de tejido, visibles, que encontramos situadas en la parte posterior de la garganta. Aunque es perfectamente posible vivir sin ellas, las amídgalas funcionan con el fin de ayudar al sistema inmunitario a proteger al cuerpo de las infecciones.
Sin embargo, cuando las amígdalas se infectan con un virus o una bacteria, es cuando nos encontramos ante una amigdalitis. La amigdalitis básicamente significa inflamación de las amígdalas, por lo que dependiendo de la causa que haya ocasionado su infección/inflamación, podríamos encontrarnos ante una amigdalitis vírica (virus) o una amigdalitis bacteriana (bacterias).

Por este motivo, es una condición contagiosa, que puede ser causada por una amplia diversidad de virus y de bacterias comunes. En este sentido, la bacteria estreptocócica suele ser una de las principales “culpables” de la enfermedad, la cual causa faringitis estreptocócica. Mientras que, entre los virus, el conocido como virus de Epstein-Barr suele ser el más común, además del virus herpes simplex.
Pero los virus y las bacterias no son las causas habituales. Los alérgenos y los irritantes, como el humo del cigarrillo o la contaminación del aire también pueden causar dolor de garganta.
Se trata de una enfermedad infantil tremendamente común, que en la mayoría de las ocasiones suele afectar sobre todo a niños en edad escolar, habitualmente de entre 4 a 16 años de edad (aunque es cierto que también puede surgir en cualquier momento o etapa de la vida). Es decir, con mucha frecuencia se tiende a diagnosticar en niños que van desde edad preescolar hasta la mitad de la adolescencia.
¿Cuáles son los síntomas de una amigdalitis en niños?
En primer lugar, debemos tener en cuenta que existen dos principales tipos de amigdalitis: aguda y crónica. Cuando se trata de una amigdalitis aguda, los síntomas ocurren de repente. Sin embargo, si se trata de una amigdalitis crónica, los síntomas están constantemente presentes, incluso después del tratamiento médico.
También algunos expertos coinciden en señalar la existencia de otro tipo de amigdalitis, conocida como recurrente, en la que la amigdalitis -o dolor de garganta- ocurre al menos de 5 a 7 veces en 1 año, al menos 5 veces en cada uno de los 2 años anteriores, o al menos 3 veces en cada uno de los 3 años anteriores. Pero los síntomas no están siempre presentes, por lo que no debe ser identificada como una amigdalitis crónica.

Entre los síntomas que más comúnmente suelen surgir, podemos mencionar especialmente:
- Mal aliento.
- Dolor de garganta, la cual suele durar más de 48 horas.
- Dolor de cabeza.
- Ganglios linfáticos del cuello agrandados.
- Fiebre y/o escalofríos.
- Voz ronca y rasposa.
- Dificultad al tragar con normalidad.
- Recubrimiento blanquecino o amarillento en las amígdalas.
Por suerte, se trata de una afección fácil de diagnosticar, dado que a menudo las amídgalas suelen verse de color brillante o hinchadas. Además, es común que el dolor de garganta tienda a durar más de 2 días.
¿Cómo se trata?
El tratamiento médico dependerá de la causa. Por ejemplo, si se trata de una amigdalitis viral, por lo general tiende a desaparecer en unos pocos días. Y, en muchas ocasiones, el tratamiento que se prescribe es únicamente aquel necesario para aliviar los síntomas en caso de molestias. Igualmente, tomar abundantes líquidos es fundamental, al igual que realizar gárgaras con agua salada tibia.
Por otro lado, en caso de tratarse de una amigdalitis bacteriana, el pediatra recetará antibióticos. Si es así, generalmente el niño se sentirá mejor en el plazo de dos a tres días. Eso sí, es importante que el niño se tome la dosis exacta de antibióticos, en el tiempo indicado por el médico, no siendo recomendable abandonarlo aún cuando sus síntomas mejoren.