En tiempos en los que, sobre todo por la influencia de los países nórdicos, donde son muy habituales, y por la introducción en cada vez más patios de los colegios, proliferan los parques naturalizados, con elementos de juego fabricados con troncos, un estudio se ha planteado conocer si el tipo de parque tiene influencia en el desarrollo de los niños y niñas. Te contamos los resultados.
Un grupo de investigadores canadienses se propuso responder a una pregunta cada vez más presente en escuelas infantiles y familias: ¿es mejor un parque lleno de columpios o un espacio natural con tierra, árboles y troncos?
La pregunta no es trivial. En los últimos años, muchas guarderías, escuelas infantiles y hasta urbanizaciones están reformando sus patios exteriores, sustituyendo las estructuras clásicas por zonas más “salvajes”: colinas, troncos, jardines y hasta charcos. Esta tendencia avalada por estudios que aseguran que naturalizar los patios escolares también es una forma de inclusión y de fomentar el aprendizaje creativo, busca fomentar un tipo de juego más libre y menos estructurado.
El estudio, publicado en junio de 2024 en Journal of Environmental Psychology, evaluó a 80 niños y niñas de entre 1,5 y 3,5 años en una escuela infantil de Ontario (Canadá) antes y después de transformar su patio tradicional (con estructuras de juego clásicas) en un entorno naturalizado, con arena, agua, árboles y materiales naturales.
Los resultados han sido sorprendentes: los niños se movían menos, pero pasaban más tiempo concentrados y profundizando en sus juegos.

Disminuye la actividad física pero no es algo negativo
La investigación comparó dos momentos clave: antes y después de la transformación del patio.
En la primera fase, el entorno estaba compuesto por zonas pavimentadas, estructuras de plástico, toboganes y columpios. Un año después, esos elementos se sustituyeron por troncos, lomas con césped, senderos, zonas de arena y agua, más árboles y materiales sueltos para jugar.

Durante el experimento, cada niño y niña llevó dos acelerómetros (en la cadera y en la muñeca) mientras jugaba libremente durante media hora. Además, se registraron vídeos para analizar cómo se movían, dónde se detenían y cómo interactuaban. Así se elaboraron mapas visuales del comportamiento espacial de cada pequeño.
Los datos revelaron que los niveles de actividad física intensa disminuyeron tras la naturalización del entorno. Concretamente, el tiempo en movimiento vigoroso (correr, saltar, trepar) descendió, mientras aumentaron los momentos de pausa y juego concentrado en un mismo lugar.
Sin embargo, esas pausas no eran sinónimo de aburrimiento: en la mayoría de los casos, los niños y niñas estaban absortos explorando semillas, manipulando arena, hablando con un educador o simplemente mirando el cielo tumbados en la hierba.

El juego en patios naturalizados parece mejorar
Aunque a primera vista podría parecer negativo que los niños y niñas se muevan menos, los investigadores advierten que la calidad del juego en los patios naturalizados parece mejorar, especialmente en lo que se refiere a la duración y profundidad de las interacciones.
Los menores permanecían más tiempo en zonas concretas, explorando o interactuando, en lugar de moverse constantemente entre estructuras, lo cual no implica necesariamente menor desarrollo físico, sino otro tipo de estimulación: sensorial, cognitiva, emocional e incluso social.

Además, se observó que el uso del espacio era más variado en el patio naturalizado: los niños y niñas no se concentraban en un único lugar (como suele pasar con los toboganes), sino que exploraban distintas zonas: troncos, colinas, áreas de sombra, arena, etc. Esa variedad estimula el pensamiento creativo y la capacidad de tomar decisiones.
En todo caso, al ser un espacio que fomenta el juego libre y estar al aire libre (puede que techado, como refugio climático), por mucho que se reduzca el movimiento, seguirá siendo un espacio infantil ideal para fomentar hábitos saludables en los niños y niñas pequeños. Y es que, no te olvides de lo que numerosos expertos afirman: hasta los 6 años, la mejor actividad extraescolar es el parque.

Aplicaciones prácticas en la crianza
Para los padres y madres que buscan fomentar un desarrollo integral en sus hijos, este estudio deja claro que no hace falta tener un gran parque con estructuras de plástico o parques con columpios gigantes. A veces, un árbol y un poco de tierra bastan.
Por otro lado, la investigación subraya que el juego al aire libre pausado también es un juego saludable. En ocasiones, más que el juego hiperactivo. Observar, cavar, inventar historias en la arena o descansar bajo un árbol son actividades que estimulan otras áreas del desarrollo infantil.
Y, por último, el estudio potencia la idea de que diversificar el tipo de juegos es más importante que aumentar la intensidad. El equilibrio entre movimiento, exploración sensorial y conexión emocional es clave para exprimir las virtudes de los parques infantiles.
Por supuesto, no se trata de elegir entre uno u otro tipo de parque, sino de comprender qué aporta cada entorno y cómo podemos complementar sus beneficios. Un parque urbano con columpios puede ser ideal para liberar energía; un entorno natural, en cambio, ofrece espacio para la imaginación, el descubrimiento y la calma.
Referencias
- Kimberly Squires, Tricia van Rhijn, Becky Breau, Debra Harwood, Jess Haines, Megan Coghill. A quasi-experimental investigation of young children’s activity levels and movements in equipment-based and naturalized outdoor play environments. Journal of Environmental Psychology, 2024. DOI: 10.1016/j.jenvp.2024.102364