Así modifica el cerebro adolescente el uso excesivo de pantallas: la clave está en la sustancia blanca

Un estudio con imágenes cerebrales muestra que el tiempo frente a pantallas altera el sueño y la organización de la materia blanca del cerebro, influyendo en la aparición de síntomas depresivos en adolescentes.
Una menor duerme con el móvil en la mano. Según un estudio longitudinal con 976 participantes, el tiempo frente a pantallas en la infancia tardía se asoció con más síntomas depresivos en la adolescencia, mediado por menor duración del sueño y alteración en la sustancia blanca cerebral.
Una menor duerme con el móvil en la mano. Según un estudio longitudinal con 976 participantes, el tiempo frente a pantallas en la infancia tardía se asoció con más síntomas depresivos en la adolescencia, mediado por menor duración del sueño y alteración en la sustancia blanca cerebral (Midjourney-RG)

Las pantallas forman parte del día a día de los adolescentes. Están presentes en sus rutinas escolares, en sus momentos de ocio y hasta en sus relaciones sociales. Da igual si hablamos del móvil, la tablet, el ordenador o la televisión, porque la vean o porque sean aficionados a los videojuegos —más probable esto último—. La evidencia científica es amplia acerca de las posibles consecuencias negativas que conlleva abusar de las pantallas, pero esta sobreexposición no solo puede alterar su estado de ánimo, sino que también puede producir cambios en su cerebro. La clave está en la sustancia blanca. 

En los últimos años, el tiempo que niños y adolescentes pasan frente a pantallas ha crecido de forma exponencial. Pero ¿cuáles son las consecuencias reales de esa sobreexposición? Recientemente te hablamos sobre las consecuencias en las habilidades sociales en la infancia que tiene pasar una hora más frente a la pantalla. Y ahora, un nuevo estudio publicado en JAMA Pediatrics ha rastreado los efectos a nivel cerebral y emocional, encontrando una conexión clave: el sueño.

La investigación, realizada con casi mil niños y niñas, ha descubierto que un mayor tiempo frente a pantallas durante la infancia tardía se asocia con más síntomas depresivos en la adolescencia temprana. Hasta aquí la novedad no es muy reseñable porque hay evidencia científica de sobra al respecto, pero lo es el hecho de que este vínculo esté mediado por dos factores: dormir menos horas y una peor organización de la sustancia blanca del cerebro.

Lo que ocurre mientras dormimos no es accesorio porque el sueño afecta a la forma en que se reorganiza el cableado neuronal. De hecho, los investigadores encontraron que hasta el 36% del efecto del tiempo frente a pantallas en la aparición de síntomas depresivos se explica por los dos mecanismos citados, el sueño y la estructura cerebral.

Este descubrimiento no solo apunta al impacto de los dispositivos digitales, sino que también abre una puerta a la prevención. El sueño —una conducta modificable— se revela como una pieza esencial del puzzle. Y comprender qué es la sustancia blanca puede ayudarnos a entender mejor cómo las rutinas digitales están modelando el desarrollo cerebral de nuestros hijos.

Representación abstracta del efecto del uso excesivo de pantallas sobre la sustancia blanca del cerebro. El estudio muestra que una menor organización del haz cingulado mediaba el 36,4% de la relación entre pantallas y depresión
Representación abstracta del efecto del uso excesivo de pantallas sobre la sustancia blanca del cerebro. El estudio muestra que una menor organización del haz cingulado mediaba el 36,4% de la relación entre pantallas y depresión (Midjourney-RG)

Una hora más de pantallas al día basta

El estudio, publicado el 23 de junio de 2025, ha estado liderado por el Dr. João Paulo Lima Santos y su equipo en la Universidad de Pittsburgh. Los investigadadres utilizaron datos del Adolescent Brain Cognitive Development Study (ABCD), el mayor seguimiento longitudinal sobre neurodesarrollo en niños en Estados Unidos.

Se analizó a 976 participantes sanos desde los 9-10 años (infancia tardía) hasta los 11-13 años (adolescencia temprana). Los investigadores recogieron datos sobre:

  • Tiempo de pantalla diario, mediante cuestionarios validados.
  • Duración del sueño, con el Cuestionario de Cronotipo de Múnich.
  • Síntomas depresivos, según la Child Behavior Checklist.
  • Imágenes de resonancia magnética, para evaluar la organización de la sustancia blanca en tres tractos implicados en la regulación emocional: el haz cingulado, el fórceps menor y el fascículo uncinado.
Figura 1. Marco de mediación serial Se muestran las relaciones propuestas entre el tiempo de pantalla en T1 (infancia tardía), la duración del sueño en T2 (adolescencia temprana), las características de la sustancia blanca en T2 y los síntomas depresivos en T2. ​​Las flechas indican la dirección de la relación propuesta. VD: variable dependiente; M1: mediador 1; M2: mediador 2; IV: variable independiente.
Figura 1. Marco de mediación serial Se muestran las relaciones propuestas entre el tiempo de pantalla en T1 (infancia tardía), la duración del sueño en T2 (adolescencia temprana), las características de la sustancia blanca en T2 y los síntomas depresivos en T2. ​​Las flechas indican la dirección de la relación propuesta. VD: variable dependiente; M1: mediador 1; M2: mediador 2; IV: variable independiente.

Los resultados mostraron que por cada hora adicional diaria frente a pantallas a los 9-10 años, los adolescentes tenían una mayor puntuación en síntomas depresivos dos años después. Específicamente, un sueño más corto y una peor organización del haz cingulado (una vía de sustancia blanca relacionada con la regulación emocional) explicaban el 36,4% de esta asociación.

Dada la importancia de la sustancia blanca del cerebro en todo este proceso de cambios cerebrales en la adolescencia por el uso de pantallas, es importante entender qué es esta sustancia denominada blanca. Te lo explicamos a continuación.

Figura 2. Hallazgos del haz cingulado. Las líneas blancas punteadas indican la región del haz cingulado con valores Q inferiores a 0,05. El fondo de ambos paneles es el cerebro estándar de 1 mm del Instituto Neurológico de Montreal 152.
Figura 2. Hallazgos del haz cingulado. Las líneas blancas punteadas indican la región del haz cingulado con valores Q inferiores a 0,05. El fondo de ambos paneles es el cerebro estándar de 1 mm del Instituto Neurológico de Montreal 152.

¿Qué es la sustancia blanca del cerebro?

La sustancia blanca del cerebro es el conjunto de fibras nerviosas (axones) recubiertas de mielina que conectan diferentes áreas cerebrales, permitiendo que la información circule de forma rápida y eficiente. Mientras la “sustancia gris” se encarga del procesamiento, la blanca es como una autopista de comunicación interna.

Durante la adolescencia, esta estructura se sigue desarrollando y refinando. Las investigaciones en neuroimagen muestran que su organización está vinculada con funciones cognitivas, la regulación emocional y la salud mental. En este estudio, los científicos observaron alteraciones concretas en tres tractos de sustancia blanca asociados con la depresión: el haz cingulado, el fórceps menor y el fascículo uncinado.

Como explica el National Institute of Mental Health, las alteraciones en estos haces pueden afectar cómo se procesan las emociones, cómo se responde al estrés y cómo se conectan pensamientos y acciones. Es decir: no es solo una cuestión de cansancio o distracción, sino de desarrollo estructural del cerebro.

La exposición prolongada a pantallas desde los 9 años puede influir en el desarrollo cerebral. El estudio evidenció que cada hora diaria adicional se relaciona con más síntomas depresivos dos años después, especialmente si hay falta de sueño.
La exposición prolongada a pantallas desde los 9 años puede influir en el desarrollo cerebral. El estudio evidenció que cada hora diaria adicional se relaciona con más síntomas depresivos dos años después, especialmente si hay falta de sueño (Midjourney-RG)

Se puede intervenir positivamente desde la crianza

En definitiva, este estudio revela una cadena de efectos que podemos interrumpir. La clave está en el sueño: un comportamiento que podemos modificar desde la intervención en el ámbito familiar.

Lo que nos dice la investigación es que dormir menos por usar pantallas afecta al desarrollo de la sustancia blanca, y esa alteración en el "cableado emocional" del cerebro puede aumentar el riesgo de depresión, por lo que es una razón de peso para facilitar el descanso adecuado a la edad de nuestros hijos e hijas y de guiar con responsabilidad su relación con las pantallas.

Como siempre remarcamos, no se trata de prohibirlas, sino de acompañar con conciencia. Establecer horarios, evitar dispositivos antes de dormir y promover rutinas de sueño consistentes puede tener un impacto real en la salud emocional de nuestros hijos. Y, por supuesto, dar ejemplo en casa con medidas que se cumplan, como la del aparcamiento para móviles en la entrada.

La conectividad cerebral en la adolescencia se ve afectada por el sue⁠ño insuficiente. La dispersión del haz cingulado, medida por resonancia, fue clave para entender los cambios vinculados al tiempo frente a pantallas.
La conectividad cerebral en la adolescencia se ve afectada por el sue⁠ño insuficiente. La dispersión del haz cingulado, medida por resonancia, fue clave para entender los cambios vinculados al tiempo frente a pantallas (Midjounrey-RG)

En cualquier caso, este estudio aporta evidencia concreta para sustentar decisiones familiares y educativas en torno al uso de tecnología y el sueño en la infancia.

Si temes el verano porque tus hijos suelen consumir más pantallas en esta época del año, quizá te resulten de ayuda estos consejos de los expertos de la Universidad de Harvard para disfrutar de un verano sin pantallas.

Referencias

  • João Paulo Lima Santos, Adriane M. Soehner, Candice L. Biernesser, Cecile D. Ladouceur, Amelia Versace. Role of Sleep and White Matter in the Link Between Screen Time and Depression in Childhood and Early Adolescence. JAMA Pediatrics, 2025. DOI:10.1001/jamapediatrics.2025.1718

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