Lo que más nos preocupa a los padres y las madres es la salud y la felicidad de nuestros hijos, da igual la edad que tengan.
Cuando son más pequeños puede parecer más sencillo pero según van creciendo tenemos que ir adoptando algunas herramientas o técnicas para conseguirlo.
Con el tema de la alimentación no es fácil conseguir que nuestros hijos aprendan a comer bien, en el sentido de comer sano pero tampoco es imposible.
Descartamos por completo lo de obligarles a comer por muy sano que sea lo que hemos preparado. Nutricionistas como Julio Basulto lo dejan muy claro, este no es el camino. Obligar a comer a un niño “no es ético ni saludable” y es muy probable que sea contraproducente y consigamos justo el efecto contrario.
Por otro lado es más que deseable que les mantengamos lo más lejos posible de la comida procesada porque todos los estudios nos llevan a confirmar lo perjudicial que es para la salud, afecta al cerebro de nuestros hijos, aumenta la posibilidad de desarrollar una depresión y se relaciona de forma muy directa con las altas tasas de obesidad infantil que tenemos en España, que nos han colocado en el tercer puesto de los países europeos en los índices de obesidad infantil. Un triste podio.

¿Qué puedes decir a un niño para que empiece a comer bien?
Implementando estas ideas y comportamientos estaremos más cerca de conseguir nuestro objetivo que es que nuestros hijos coman cada día mejor y además que lo disfruten y mantengan esta costumbre durante toda su vida.
“Vamos a comer, ven.”
Es verdad que los tiempos y los ritmos demasiadas veces nos obligan a comer separados en la familia, unos a lo mejor ni siquiera comen en casa y otros comen a distintas horas.
Está comprobado que las comidas familiares, sentados juntos, hacen que nuestros hijos participen más y mejor, coman de forma más sana y se alejen de la comida basura.
“¿Quieres probarlo? Y si no te gusta pues no comas más”
Con esta propuesta evitamos conflictos iniciales ante la posibilidad de que ciertos alimentos no sean de su agrado sin ni siquiera haberlos probado.
La mayoría de las veces ese rechazo no está basado en una razón lógica y es probable que se disipe si el hecho de probarlo no implica que se lo va a tener que comer si no le gusta.
“Te pongo muy poquito y si quieres más, repites.”
No se trata de obligarles a dejar el plato “limpio” pero sí enseñarles a no tirar la comida, a respetar los alimentos que se ponen en el plato.
Si tenemos en cuenta que el año pasado, cada español tiró a la basura entre 25 y 31 kilos de alimentos, es muy necesario que eduquemos a nuestros hijos precisamente en evitar el desperdicio alimentario cuando nos sentamos a la mesa.
“Puedes comer esto pero con unas condiciones.”
No hay que prohibir un alimento y sacarlo de la dieta para siempre pero sí debemos establecer unas condiciones sensatas para que nuestros hijos mantengan un estilo de alimentación lo más sano posible.
“A mí me gusta, yo me lo voy a comer.”
El ejemplo en la educación de nuestros hijos es vital, no siempre escuchan lo que les decimos pero siempre ven lo que hacemos incluso cuando nosotros no somos conscientes de hacerlo.
Comiendo delante de ellos frutas o verduras, les estamos diciendo que es bueno, es sano, está rico y puede que a ellos también les guste.
“¿Me ayudas a preparar este plato?”
A partir de una edad la mayoría de los niños y niñas disfrutan participando de las decisiones que se toman en casa y la elaboración de un plato es una de esas decisiones en las que les gusta implicarse. Además, es una forma de que se anime a probar sus propias elaboraciones.
“¿Pensamos juntos el menú de mañana?”
Diseñar juntos lo que vamos a comer un día festivo por ejemplo, incluidos el desayuno y la merienda puede ser una forma de estimular el interés por la alimentación, por probar nuevos alimentos y por participar en su elaboración.