El herpes labial suele ser considerada como una infección adulta, poco común en los niños pequeños, y mucho menos en bebés. Lo que es habitual que nos realicemos la siguiente pregunta: ¿puede el bebé contraer un herpes labial? La respuesta rápida debe ser afirmativa, sobre todo cuando alguien cercano tiene un herpes labial activo, o cuando simplemente se tiene un historial de herpes labial.
En cualquier caso, si bien es cierto que tanto en niños pequeños como en niños mayores el herpes labial es, por lo general, relativamente inofensivo, en bebés menores de 1 año de edad sí puede ser peligroso.
De acuerdo a los expertos, el herpes labial empieza a ser más o menos habitual a partir de los 5 años de edad. En el caso de los recién nacidos, sin embargo, es considerada como una infección más bien rara. Aunque cuando ocurre en un bebé de menos de 6 meses de edad, los síntomas podrían ser graves, así como sus efectos.
Los bebés pueden contraer el virus del herpes labial a través del contacto directo con el herpes labial de otra persona. Por este motivo, es de vital importancia que, ante la presencia de un herpes labial activo, se extremen las medidas de seguridad y protección al médico, siendo fundamental evitar besar a los bebés en esos momentos e impedir que éste toque la herida.
¿Es posible que un bebé tenga herpes labial?
Lo cierto es que suele ser bastante raro que los recién nacidos tengan herpes labial, fundamentalmente porque todavía tienen los anticuerpos de su mamá en la sangre, por lo que aún comparten su propia inmunidad. No obstante, dado que el sistema inmunitario del bebé menor de 6 meses de edad no se ha desarrollado del todo, si tiene herpes labial el virus podría ocasionar efectos graves en su salud.
En el caso de los bebés existen dos formas de contraer el herpes labial. Por ejemplo, cuando la embarazada tiene herpes genital, el bebé podría contraerlo a través del contacto con fluidos durante el parto vaginal, en el canal del parto. Pero también podría contraerlo poco después del nacimiento. Es lo que se conoce como transmisión horizontal, y ocurre a través del contacto después del nacimiento, a partir de una persona que podría tener el virus y transmitirlo aún cuando no tenga síntomas visibles.
Eso sí, a través de la leche materna la madre no puede transmitir la infección al recién nacido o al bebé.
¿Qué complicaciones pueden producirse?
La infección por el virus del herpes simple no suele ser dañina ni causar efectos graves en los niños mayores, pero en el caso de los recién nacidos y en los bebés sí es posible que puedan experimentarse diferentes complicaciones.
Por ejemplo, en el momento en el que los niños tienen la infección por primera vez los síntomas suelen ser más severos, y pueden incluir no solo ampollas que se extienden más allá de los labios y del interior de la boca, sino también fiebre y dolor de garganta. En el caso de los recién nacidos, por ejemplo, es habitual que la fiebre sea por lo general baja, pero ocasione irritabilidad e incomodidad de manera que puede alimentarse mal, así como la aparición de una o más ampollas pequeñas.

Pero también pueden surgir síntomas mucho más severos, como fiebre más elevada, convulsiones, letargo y letargo.
De acuerdo a los expertos, el mayor riesgo que el herpes labial podría representar para los bebés es principalmente si la infección se produce durante las primeras semanas de vida. Incluso podría llegar a ser mortal si se propaga a los órganos, incluyendo el cerebro, los pulmones o los ojos.
Por este motivo, en caso de la más mínima sospecha, es fundamental consultar al médico de inmediato.
¿Cómo se trata?
Si el recién nacido ha desarrollado herpes labial es posible que necesite ser hospitalizado en el hospital durante un período de al menos 21 días, durante los cuales recibirá un medicamento antiviral intravenoso.
En el caso de que la infección se produzca en bebés a partir de las 4 semanas de vida, o en niños mayores, es posible que no sea necesario ningún tipo de tratamiento médico. De hecho, es común que el herpes labial desaparezca por sí solo en unas pocas semanas, dejando únicamente las molestias y síntomas típicos asociados con el virus.
No obstante, es posible controlar el herpes labial y aliviar algunas de esas molestias colocando algunas compresas frías directamente sobre las ampollas, así como seguir el tratamiento médico que haya sido prescrito por el pediatra. Dependiendo de la edad que tenga el bebé, es posible utilizar medicamentos antivirales recetados en forma de ungüento o pomada, lo que ayudará a aliviar los síntomas y acelerar el proceso de curación.
¿Qué es el herpes labial y cómo se contrae?
El herpes labial consiste en pequeñas ampollas que se forman tanto en los labios como alrededor de estos, causada por el virus del herpes simple 1. Estas ampollas tienden a explotar pasados unos días después de que hayan surgido los primeros síntomas, y acaban convirtiéndose en una costra característica para luego desaparecer en unas pocas semanas.
Se trata de una infección vírica sumamente contagiosa, la cual se propaga principalmente a través del contacto cercano, lo que significa que basta con besar a la persona afectada en una zona próxima a la ampolla, o por compartir utensilios, tazas e incluso toallas.

Antes de que las ampollas se vuelvan visibles, es habitual que las personas con herpes labial noten un incómodo hormigueo, una picazón o ardor unos días antes. En esta etapa el herpes labial puede propagarse, aunque el contagio es más sencillo cuando las ampollas son visibles.
Tanto en el caso de los bebés como de un adulto, para que la infección se produzca es necesario que se entre en contacto con una membrana mucosa (como los ojos o la boca), o un corte abierto. Esto significa que si la persona con el herpes labial besa al niño encima de la cabeza posiblemente no ocasione ninguna infección, pero si existe un herpes labial activo es importantísimo tratar de evitar el contacto cercano con la cara de la persona afectada. Lo mejor en estos casos es esperar al menos hasta una semana después de que el herpes haya desaparecido por completo.