Durante el embarazo, asegurarse de obtener la mayoría de nutrientes esenciales es fundamental para que la gestación vaya a buen término, y que, sobre todo, tanto a la mamá como al bebé no sufran algún tipo de déficit que pueden acabar suponiendo un riesgo para la evolución del mismo. Es el caso de vitaminas y minerales. Pero también de otros macronutrientes esenciales, como las proteínas, los hidratos de carbono y, efectivamente, también las grasas.
Junto con la vitamina B9 (o ácido fólico) y el hierro en caso de que exista anemia, el yodo suele ser otro de los nutrientes que se prescriben -o recomiendan-, para que la futura mamá se lo tome en forma de pastillas. De hecho, habitualmente solemos encontrar a este mineral como un ingrediente más en las vitaminas prenatales, que como probablemente sepas, son aquellas que la embarazada debe tomar a partir del momento en el que sabe que está embarazada (o, incluso, al menos tres meses antes, en particular si ha programado quedarse embarazada).
¿Qué es el yodo, y por qué es tan importante durante el embarazo y la lactancia materna?
El yodo destaca por ser un mineral esencial para el adecuado funcionamiento de nuestro organismo. Es decir, es necesario para que el cuerpo funcione correctamente. Y, además, no es capaz de producirlo por sí solo, lo que significa que es imprescindible ingerirlo a través de la alimentación diaria, o bien, como suplemento nutricional.
Lo encontramos presente en los alimentos, pero, es cierto, las cantidades suelen ser difíciles de identificar. De ahí que muchos nutricionistas, como por ejemplo es el caso de Julio Basulto, recomienden usar con regularidad sal yodada mezclada con sal marina, con el fin de obtener una dosis dietética amplia, que consiste en sal enriquecida con yodo (muchísimo más adecuada, por tanto, que la sal de mesa común). Por un lado, la sal yodada nos aportará el yodo necesario, y la sal marina tiene todos los minerales para que sea más completa.
Es un mineral fundamental en cualquier etapa de la vida, y sobre todo durante el embarazo. Durante la gestación, el yodo ayuda a mantener la función normal de la tiroides, una glándula que encontramos en la base del cuello y que regula las hormonas que controlan el metabolismo, la temperatura corporal, la frecuencia cardíaca y otras funciones corporales. De ahí que obtener la suficiente cantidad de yodo durante esta importante etapa es esencial para asegurar que el bebé también desarrolle una tiroides saludable, y normal.
Su deficiencia produce niveles bajos de hormona tiroidea, lo que puede aumentar el riesgo de hipotiroidismo. Aún cuando se trata de un trastorno poco común, puede ocurrir sobre todo en bebés y en niños muy pequeños. Además, la deficiencia de yodo se encuentra entre las principales causas -evitables- de discapacidades tanto cognitivas como del desarrollo.
En todo el mundo, cerca de 19 millones de bebés nacen con riesgo de tener una discapacidad mental cada año, como consecuencia de la deficiencia materna de yodo, y también de la falta de yodo hasta los 2 años de edad.
De hecho, destaca por ser uno de los minerales más importantes, puesto que el feto lo necesita para el desarrollo normal del cerebro, y también para su crecimiento físico. Por suerte, el bebé necesita únicamente una cantidad bastante pequeña, lo que hace que la deficiencia de yodo en el embarazo no sea muy común.

De ahí que obtener la suficiente cantidad durante el embarazo sea tan esencial, puesto que una cantidad insuficiente podría ocasionar que el feto desarrolle una tiroides subdesarrollada, lo que puede producir un bajo coeficiente intelectual, defectos de nacimiento, retrasos en el desarrollo, sordera y cretinismo (retraso del crecimiento tanto físico como del desarrollo).
Por todo ello, el yodo es también esencial durante la lactancia materna. Por suerte, los recién nacidos generalmente reciben la suficiente cantidad de este oligoelemento a través de la leche materna, y los alimentos para bebés -como la leche de fórmula- habitualmente contienen yodo añadido.
Por tanto, el yodo que la mamá consume durante la lactancia materna continúa apoyando el buen -y saludable- desarrollo tanto de la tiroides como del cerebro del bebé, hasta el momento en el que comience a comer sólidos.
No obstante, en caso de que el médico pueda sospechar la posible existencia de una deficiencia de yodo, recomendaría la administración de un suplemento de yodo, al menos durante el primer año de vida del bebé, especialmente si el pequeño toma leche materna.
Principales fuentes de yodo durante el embarazo, la lactancia materna y otros momentos de la vida
La sal yodada (o sal enriquecida con yodo) se convierte en la principal fuente de este mineral en nuestro país. De ahí que sea recomendable sustituir la sal de mesa común por este tipo de sal, no solo en la cocina cuando preparamos nuestra comida al cocinar, sino cuando vamos a comer. Eso sí, sin abusar ni consumirla en cantidades excesivas.
También lo encontramos presente en algunos alimentos, como el bacalao, yogur natural bajo en grasa, leche baja en grasa, pan enriquecido, camarones, huevos, atún enlatado, ciruelas pasadas secas, judías de lima hervidos o jugo de manzana.

Si bien es cierto que, en el pasado, las comidas caseras elaboradas con sal de mesa yodada proporcionaban la suficiente cantidad de yodo a través de la dieta, el contenido de yodo presente en muchos de los alimentos y bebidas que consumimos hoy en día tiende a ser bastante bajo.
De ahí que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a aquellas mamás que amamantan a sus bebés, y no tengan acceso a la sal yodada, tomen una cápsula de suplemento de yodo al día durante el primer año de vida del pequeño.