Son muchos los proyectos educativos, los artículos divulgativos y los discursos sobre educación que hacen referencia expresa desde un marco teórico a la “educación inclusiva”, las “necesidades especiales” y demás cuestiones relacionadas con la “atención a la diversidad”, concepto del que debemos desterrar etiquetas como tendencia o moda porque no hacen más que alejar el foco de la trascendencia real que tienen estas cuestiones.
Los medios de comunicación, y más los especializados, tenemos la responsabilidad de llevar el discurso sobre educación inclusiva y atención a la diversidad al terreno que de verdad importa. Y para conseguirlo, nada mejor que dar visibilidad a la realidad práctica de estos conceptos que para mucha gente siguen estando en el lado de lo teórico, de lo etéreo. ¿Cómo se detectan las necesidades educativas especiales? ¿Cuál es el papel del colegio en este tipo de casos? ¿Cómo se debe abordar? ¿Qué beneficios tiene para los niños y familias que no las tienen el hecho de relacionarse a diario con niños que sí las tienen? Y lo que seguramente más mamás y papás se preguntan, ¿cómo se gestiona la noticia de que un hijo o hija tiene una necesidad especial?
Intentamos dar respuesta a estas y otras incógnitas relacionadas de la mano de Marta González Cortés, psicóloga, orientadora escolar y maestra de pedagogía terapéutica del colegio Centro Cultural Palomeras, un centro educativo concertado laico situado en Vallecas (Madrid) que es una referencia en materia de atención a la diversidad, pilar fundamental de su proyecto educativo, muy bien definido por el planteamiento que hace su orientadora para abordar la cuestión que nos ocupa en estas líneas: “Entender que, en definitiva, todos los niños y niñas tienen unas necesidades individuales, independientemente de si las llamamos especiales o no, facilita en gran medida la inclusión, porque cambia el enfoque: todos los niños y niñas tienen unas necesidades, a las que debemos dar respuesta de diferentes maneras, con más o menos recursos, pero en cualquier caso, buscando en cada uno y cada una su máximo nivel de desarrollo”.
¿Qué son las necesidades educativas especiales?
Para Marta González, no se puede profundizar en una cuestión como esta sin tener clara la definición de las necesidades educativas especiales, concepto que la ley de educación define de la siguiente manera: “Se entiende por alumnado que presenta necesidades educativas especiales aquel que afronta barreras que limitan su acceso, presencia, participación o aprendizaje, derivadas de discapacidad o de trastornos graves de conducta, de la comunicación y del lenguaje, por un periodo de su escolarización o a lo largo de toda ella, y que requiere determinados apoyos y atenciones educativas específicas para la consecución de los objetivos de aprendizaje adecuados a su desarrollo”.
La orientadora del colegio madrileño resalta un primer detalle fundamental a partir de esta definición, esencial para entender en qué consisten las necesidades especiales educativas: “Es cierto que en algunos casos y con algunos tipos de discapacidad se puede predecir prácticamente desde el nacimiento que ese niño o esa niña tendrá necesidades educativas especiales, pero son numerosísimos los casos en los que hasta que no se inicia la escolarización no existen sospechas en esta línea”, expone. “Son estos los que suponen una mayor dificultad de aceptación por parte de las familias, una mayor incertidumbre y un mayor desconcierto”, añade.
Puede que te preguntes cómo es posible que no se detecten las necesidades especiales en las revisiones médicas que todos los niños y niñas pasan con el pediatra en sus primeros años de vida. Marta González puntualiza lo siguiente al respecto: “Desgraciadamente, los profesionales no tienen el tiempo ni los medios suficientes para atender de manera exhaustiva a todas las familias. Los criterios que se tienen desde pediatría suelen basarse en los testimonios de los padres y las madres, que muchas veces no saben en que deben fijarse para determinar si su hijo o hija tiene algún tipo de dificultad”.
Marta González sabe muy bien de lo que habla; no en vano, el colegio del que es orientadora y maestra de pedagogía terapéutica, el Centro Cultural Palomeras, es un centro que actualmente cuenta con 33 alumnos con necesidades especiales educativas y 19 con necesidades específicas sobre un total de 330 estudiantes.
El valor diferencial de un colegio especializado en atención a la diversidad
A menudo, las primeras pistas de que el desarrollo de un niño o niña no está siendo igual al del resto de sus compañeros y compañeras de clase se detectan en el entorno del aula, lo que hace más difícil el momento de trasladarle a la familia lo que ocurre. “Aparecen entonces numerosos miedos, numerosas dudas y preguntas… en muchos casos, negación…”, describe Marta González.
La psicóloga, orientadora y maestra maestra de pedagogía terapéutica incide en la importancia del factor humano, y no solo el docente, para tratar la situación con las familias: “Llevan varios años pensando que sus hijos e hijas llevarían una escolarización igual que la del resto; de pronto, alguien le dice que esto no es así; aceptar esto supone aceptar que su hijo o hija tiene unas dificultades que ellos no veían y empezar a dar pasos, supone ponerlas de manifiesto”.
Esto implica que no solo por la experiencia y la capacidad para detectar las necesidades educativas especiales es diferencial la labor del equipo humano de un colegio que ponga el foco en la atención a la diversidad, sino que también lo es por cómo maneja todo lo que ello supone. “Es muy importante que los profesionales de la educación sepamos acompañar a las familias, sepamos respetar y comprender sus miedos, ayudarles a entender que independientemente del diagnóstico que tenga su hijo o hija, sigue siendo el mismo o la misma que era el día antes de que le dieran el diagnóstico; que ese diagnóstico, a nivel educativo, va a posibilitar que pueda recibir unos apoyos especializados que van a favorecer su máximo nivel de desarrollo y que hay que centrarse en la individualidad de cada niño o niña y no en la comparación con los demás”, explica Marta González.
Para ello, continúa la psicóloga y orientadora, “Es fundamental hacerles ver que todos los apoyos y que todas las respuestas que se les van a ir dando a sus hijos e hijas van a depender de sus características individuales y no del diagnóstico en sí; hay que responder a las necesidades de una manera totalmente individualizada, y así es como hay que transmitirles que también deben actuar ellos en casa”. Y es que, según la profesional docente del colegio Centro Cultural Palomeras, “lo más importante sería conseguir tener como madre o padre esa visión de mi hijo es de esta manera, tiene estas necesidades y tiene estas fortalezas, cada día me fijaré en su evolución y trataré de acompañarle, para que avance el máximo posible y para que se sienta bien”.
Sin embargo, Marta González reconoce que esto no siempre se consigue porque se tiende a vincular nivel de exigencia con diagnóstico. “Lo que exigimos a nuestros hijos e hijas no debe depender de su diagnóstico, si no de su nivel de desarrollo en cada momento: siempre debemos exigir el máximo que pueda dar, porque de este modo es como favoreceremos un mayor desarrollo, una buena autoestima, acorde a sus logros y una buena tolerancia a la frustración”, expone la psicólogo, orientadora y maestra de pedagogía terapéutica, que además extrapola este consejo también a los padres y madres de niños y niñas que no tengan necesidades educativas especiales.
La inclusividad es positiva para todos los estudiantes
“Cuando se trabaja desde la inclusión y desde una visión global de las necesidades y no desde poner el foco únicamente en los niños y niñas que tienen necesidades educativas especiales se logra un gran beneficio para todos y cada uno de los niños y niñas”, argumenta la orientadora en respuesta a una de las preguntas que se hacen muchos madres y padres de niños que no tienen necesidades educativas especiales: ¿puede perjudicar a mi hijo o hija que tenga en su clase a compañeros o compañeras que sí los tienen?
En opinión de la psicóloga, ocurre justo al contrario. “Se logra aceptar y comprender la diversidad de todos y todas, se desarrollan conductas de ayuda y empatía hacia los demás, desde muy pequeños, que son fundamentales y aumentarán y se desarrollarán más en la vida adulta”, concluye.
Haríamos bien todos los padres y madres en quitarnos de la cabeza la idea de que la educación es, en exclusiva, una carrera individual, ya que, al igual de lo que ocurre en la vida adulta, es fundamental construir en sociedad y progresar como tal, sin dejar atrás a nadie.