Poner la alarma puede ser el mejor truco para que tus hijos te hagan caso

Puede ser una herramienta alternativa útil para marcar límites, evitando así que tengas que desesperarte repitiendo las cosas mil veces. 

Conseguir sacar a los peques de un sitio o lugar del que están a gusto es casi misión imposible. Los “cinco minutos y nos vamos” se convierten en una hora en muchísimas ocasiones, y ocurre algo parecido cuando están viendo la televisión y ha llegado la hora de apagarla, o con cualquier otra actividad que les guste y no quieran acabar. ¿Hay alguna solución alternativa eficaz?

Pues cada vez son más personas, especialistas en crianza algunos de ellos, que insisten en que a ellos les funciona el “método de la alarma”. Esto no es más que sustituir los avisos por una alarma en el teléfono o en el reloj, aprovechando que ahora todos los adultos llevamos un smartphone con esta función.

Niño con reloj (Foto: iStock)

Parece simple. Y en realidad lo es. Lo que ocurre es que a muchos no se nos había ocurrido antes. Pero lo cierto es que es una forma objetiva de medir el tiempo y una manera muy efectiva de marcar un límite de tiempo. El peque, además, entiende rápido la señal y se acostumbra a ello. Sabe que tiene un margen extra hasta que suena y cuando lo hace, suele asumir que toca irse.

Decimos que “suele” porque, como todos estos consejos de aplicación con los peques, no siempre funcionan. Incluso es posible que el mismo niño o niña lo acepte un día o no al siguiente. Pero lo bueno es que no pierdes nada y tampoco hay efectos negativos en intentarlo.

Como dice Vero Di Prinzio, psicopedagoga y experta en crianza, en un post reciente, es una buena alternativa para evitar esa sensación de agotamiento y de cansancio mental al tener que repetir las cosas mil veces armándote de paciencia para no perder las formas. Según la experta, “los límites siempre se establecen con repetición, madurez y coherencia”, y la alarma es una herramienta útil en este sentido.

Eso sí, es necesario unir el uso de la alarma a la anticipación. De nada sirve ponerla si antes, con un poco de margen, no se avisa al peque de que lo vamos a hacer. Di Prinzio pone un ejemplo concreto: “Hija, ya es tarde, en cinco minutos nos vamos a ir del peque. Voy a poner mi alarma y cuando suene nos vamos”.

Lo que consigue la alarma en estos casos es precisamente concreción: el niño o niña ya sabe que no son palabras, que en un momento dado de diversión se las puede llevar el viento por mucho que salgan de la boca de mamá o papá, las que le avisan de que es hora de irse o de dejar aquella actividad en la que estén inmersos.

Ojo, la alarma no servirá si no le das continuidad a su uso de forma inmediata. Lo advierte la psicopedagoga que la recomienda utilizar: “Apenas suene la alarma, tú eres la eres la responsable de cumplir el límite establecido”, concluye. Y si a la primera no sale bien, tocará insistir un poco porque es la repetición y la coherencia lo que te ayudará a marcar límites efectivos.

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