La gran mayoría de los padres y madres que conozco llevan a sus hijos a la escuela infantil por una clara cuestión de conciliación. De ahí, el obsoleto pero ilustrativo nombre que aún reciben estas instituciones educativas: "guarderías", porque sirven, en primera instancia, para "guardarnos" a los niños mientras trabajamos.

Paralelamente, estos centros han desarrollando una serie de competencias y contado con personal cada vez más profesionalizado de tal modo que, además, proporcionan un importante impulso a nivel de desarrollo cognitivo, motriz y social a nuestros peques antes de que comiencen el segundo ciclo de Educación Infantil, ya en el "cole de mayores". Me atrevería a decir que incluso en el sentido lúdico, porque nuestros hijos encuentran en la guarde, además de amiguitos, seños que se pueden dedicar a ellos de manera exclusiva, a su disfrute y estimulación, a cantarles, jugar con ellos y enseñarles cositas, sin lavadoras por medio, como ocurriría en casa, y, además, con un formación académica orientada a sus necesidades.
Hasta aquí todo de lujo. Pero ahora voy a entrar al trapo para hablar sobre una cosa que pasa en estos coles en miniatura: mandan tarea. He visto a padres entusiasmarse con ese primer trabajo que mandan a su hijo en casa, y quejarse de que ahora, a sus quehaceres se suma el de sus peques, pero con gusto, como consigna, que lucen orgullosos, como integrantes al fin de ese selecto grupo de padres atareados, ¡Ay, madre! Si supieran lo que se viene.

Yo, que siempre he sido una visionaria, intento no correr en la maternidad, todo lo que sí corrí en la adolescencia. ¿Qué necesidad tengo, por favor, de ponerle vaqueros a mi hijo con 6 meses o de entusiasmarme con un trabajo que le mandan cuando ni siquiera sabe decir su nombre? Tiempo al tiempo, queridos.
Pero no crean que esto en las guarderías lo hacen por ningún convencimiento con base científica de que incorporar este tipo de responsabilidades van a hacer de nuestros hijos, yo que sé, gente más competente, no. Lo hacen, y para afirmar esto cuento con topos educadoras, para satisfacer esa necesidad de los padres de ver que en las escuelas infantiles hacen algo más que "guardar a sus hijos".
Y sigo. No se conforman con el encargo y lo acometen a partir de pinturas de dedo y bolitas de papel de seda, no. Del libro de los animales que se han llevado a casa, y sobre el que gentilmente han pedido desde la guarde que elaboren un proyecto en familia, estos padres hacen maquetas 4D con témperas translúcidas. Y ese día, llevan a sus hijos, todo orgullosos (ellos, los padres, no los niños), acompañados por abuelos, para poder portar sin complicación ni riesgo de desarme sus obras de arte, en cuya ejecución, por supuesto, el alumno en cuestión no intervino, para no estropearla.
En mi caso, que no para todo sirve de ejemplo, porque se me olvida, mínimo, dos veces al trimestre echarles desayuno, ese encargo se resuelve con cartulina y ceras blandas, como mucho dejo que intervengan los hermanos, y que sea lo que Dios quiera. Mi retoño lleva orgulloso el día acordado su trabajito y chimpún. Y admito que me supone un gran alivio estar totalmente convencida de que esta es la forma en la que lo quiere hacer, porque de lo contrario no tendría tiempo ni maña.

Aunque este artículo lo he escrito en clave de humor, con todo el respeto y cariño hacia las escuelas infantiles, sus proyectos y los padres entusiasmados que los bordan, también guarda la intención de mandar el mensaje de que echemos el freno. Porque tener activado siempre el modo competición y excelencia no es sano ni para nosotros, ni para nuestros hijos como ejemplo. Y porque más nos vale dosificar el entusiasmo, que creedme, ya tendréis que echarles una mano cuando realmente toque, así que a disfrutar cada etapa.
TAMBIÉN LEE: