¿Tu hijo tiene problemas? Dale herramientas, no soluciones

No libres las batallas de tus hijos, enséñalos cómo hacerlo. Las estrategias de resolución de problemas que los niños deben aprender desde una edad temprana.
Madre consuela a su hijo

¿Alguna vez has hecho los deberes que tu hijo no es capaz de terminar? ¿Has pedido perdón en su nombre cuando ha hecho algo mal? ¿Has terminado su rompecabezas cuando notas que está en apuros? Que tire la primera piedra el padre que nunca haya sucumbido a esa tentación. Ya sea por la falta de tiempo o de paciencia, a veces tomamos las riendas de la situación y suplantamos a nuestros hijos.

Sin embargo, cuando esa “ayuda” se convierte en un hábito les arrebatamos la posibilidad de que aprendan a solucionar los problemas por su cuenta. Quizá a corto plazo no notes las consecuencias, pero se ha demostrado que a largo plazo librar las batallas de tus hijos puede convertirlos en adultos frágiles, vulnerables, incapaces de tomar sus propias decisiones y con un riesgo mayor a desarrollar trastornos como la depresión y la ansiedad.

Educar no es solucionar los problemas de tus hijos, sino enseñarles a hacerlo

No apagues los fuegos de tus hijos, enséñales cómo hacerlo - Kindel Media - Pexels

Dale un pez a un hombre y comerá hoy, dale una caña y enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”, dice un proverbio chino que viene como anillo al dedo para esas ocasiones en las que preferimos remediar las dificultades de nuestros hijos en su lugar. Sin embargo, si quieres prepararlos para el futuro, tendrás que enseñarles a lidiar con los obstáculos.

Un momento para reflexionar

Los niños son impulsivos por naturaleza, por lo que cuando tienen un problema se lanzan de cabeza a resolverlo. Sin embargo, es importante que antes de dar el primer paso, analicen la situación y evalúen las posibles soluciones. Así podrán comprender mejor las causas del problema para evitarlas en el futuro y encontrar la salida más conveniente.

Cuando tu hijo se encuentre en dificultades, por ejemplo, pídele que piense en cómo llegó a ese punto y si en realidad es tan grave como cree. Pregúntale qué alternativas tiene y cuáles serían las consecuencias de elegir una u otra. Solo entonces, anímalo a decidir o ir probando diferentes soluciones.

Preparar un plan de acción

Muéstrale a tu hijo cómo solucionar sus propios problemas - Ron Lach - Pexels

La mejor solución está condenada al fracaso sin una estrategia que la respalde, algo que los niños deben aprender desde pequeños. Contar con un plan de acción claro es fundamental para llegar a buen puerto.

Por ejemplo, si tu hijo está sacando malas calificaciones en Matemáticas, sentaros a hablar sobre lo que ocurre. ¿Cómo puede solucionarlo? Si le cuesta entender los contenidos, no basta con dedicar más tiempo a su estudio, también debe planificar cómo hacerlo. ¿Qué temas puede estudiar solo y en cuáles requiere ayuda? ¿Necesita recursos educativos adicionales? ¿Cuáles? Incluso puede probar diferentes métodos de estudio para encontrar el que mejor le funciona.

Controlar las emociones es clave

Cuando las cosas no salen como esperábamos, es normal que nos sintamos tristes, desmotivados o deprimidos, pero también podemos enfadarnos o frustrarnos. ¡Imagínate los niños! Sin embargo, intentar solucionar los problemas mientras las emociones tienen el control no es una buena idea pues nos empujan a actuar de manera más impulsiva y tomar peores decisiones, como corroboraron investigadores de la Payam-Noor University.

Por eso, cuando tu hijo se enfrenta a una situación que lo desestabiliza emocionalmente, primero debe calmarse. Pídele que respire lenta y profundamente o que recurra a algún truco para relajarse. Si no lo consigue, proponle alguna actividad para distraerse, como salir a jugar o escuchar un poco de música. También puedes intentar quitarle un poco de hierro al asunto con alguna broma. A fin de cuentas ¡no hay mejor medicina para el alma que la risa!

Errar es humano, aprender de ello es de sabios

Todos nos equivocamos. Los niños también, sobre todo porque están en pleno proceso de aprendizaje. Por tanto, es normal que a veces tu hijo tome una mala decisión. No pasa nada, siempre que aprenda la lección.

Obviamente, los errores duelen, por mucho que prepares a tu hijo para ello. Por ese motivo, apóyalo cuando las cosas no salen como esperaba. Valida sus emociones y ayúdalo a reconocer dónde y cómo se ha equivocado para que no vuelva a tropezar con la misma piedra.

Cuando las aguas se calmen, anímalo a volver la vista atrás para que analice lo ocurrido. Puedes preguntarle: ¿si te hubieses esforzado más, hubieras obtenido un resultado mejor? ¿qué podrías haber hecho de manera diferente? Esos momentos de reflexión pueden generar un aprendizaje muy valioso que les permita mejorar sus estrategias de resolución de problemas.

Por último, recuerda que debes resistir el impulso de tomar las riendas de la situación y dar a tus hijos más libertad para que vayan solucionando pequeños problemas desde una edad temprana. Así cuando tengan que afrontar dificultades más serias, estarán listos para hacerlo. Tu labor como padre o madre no es convertirte en un apagafuegos sino en una guía.

Y, en la medida de lo posible, mantén bajo control tus expectativas y acepta sus decisiones. No siempre elegirán la opción más óptima o la que prefieres, pero mientras no represente un peligro, es el camino que tus hijos quieren recorrer.

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