No solo ocurre a los padres, en las escuelas también se puede ver a diario. Hay adultos que corrigen o regañan a los niños en público, algo que deja consecuencias en la autoestima del niño afectado. Cuando se regaña en público a un niño o niña es una forma de agresividad directa, donde el niño se siente inferior, sin control y herido emocionalmente.

Cuando un niño se comporta mal, su conducta debe detenerse, pero siempre desde la disciplina positiva y no desde la agresividad. No tienes que ser un padre o una madre permisiva, simplemente debes frenar un mal comportamiento sabiamente. Corrigiendo en la intimidad, sin necesidad de que otros vean nada.
Haz una reflexión: cuando estás en el trabajo, ¿te gusta que tu jefe te diga que has hecho algo mal delante de todo el mundo o prefieres que lo haga en privado? Probablemente si lo hace en público, a gritos y de mala manera te sentirás humillado.
Entonces, ahora piensa: ¿cómo crees que se siente tu hijo cuando le regañas en público?

Olvida la agresividad y corrige en privado
Igual que no te gusta que sean duros contigo, tenemos que mantener la calma y ser comprensivos con los pequeños, que están aprendiendo a manejar sus emociones y a convivir en una sociedad compleja.
Además, cuando corregimos en privado debemos cuidar que no se produzca una profecía autocumplida (a un niño que le llaman ‘tonto’ o ‘lento’ en la escuela, no verá la necesidad de tener que esforzarse). Además, si un adulto etiqueta a un niño en público, los demás niños que vean la situación también etiquetarán negativamente a ese niño, siendo peligroso para su autoestima y desarrollo personal.
Cuando se le llama la atención a un niño, se le debe indicar que se hablará de lo ocurrido en privado. No hay necesidad de decir nada más en público. Cuando se habla con los niños sobre lo ocurrido, se les darán estrategias de comportamiento y mejora para el futuro, para que sepan cómo actuar correctamente en otra ocasión. Los niños sentirán la cercanía emocional con el adulto, pudiendo sentir también la libertad de poder expresar sus emociones o necesidades. Esto es fundamental para que se produzca un cambio intrínseco en el pequeño.
Del mismo modo, resulta fundamental que elogies a tus hijos en público, para que sepan que estás orgullosos de ellos, que eres capaz de ver las cosas buenas que dicen o que hacen.