Siempre que hablamos de las altas capacidades intelectuales tratamos de hacerlo con precaución y rigurosidad. Por eso, recalcamos que esta neurodivergencia no tiene características exclusivas asociadas, sino que hay determinados patrones o rasgos que se repiten más a menudo entre el 10% de la población con altas capacidades. Eso no quiere decir, por lo tanto, que todas las personas cuyo cerebro funcione de este modo particular —esta es la única característica que tienen todas estas personas, si bien hay otra característica común a casi todos los niños con altas capacidades que primero detectan los padres— sean excesivamente empáticos, que es el detalle del que nos ocupamos en esta pieza.
Sí. Las personas con altas capacidades suelen mostrar una gran empatía. A veces, incluso de más, hasta el punto de desequilibrar la balanza, según las dos psicólogas especializadas en altas capacidades Anaïs Rodríguez y Mari Carmen Gutiérrez. Este exceso de empatía puede tener consecuencias sociales importantes, ya que puede sobrecarga a la otra persona, que se puede sentir agobiada por tanta empatía, y en la propia persona con altas capacidades, que puede experimentar un sufrimiento excesivo por algo que le ocurra a alguien cercano.
Las dos especialistas, que lideran el gabinete psicológico Altascapaciqué y divulgan sobre altas capacidades en redes sociales —de ellas hemos aprendido, por ejemplo, la base de las altas capacidades, por qué se dice que el cerebro de los niños con altas capacidades es diferente— apuntan una serie de consejos para intentar contrarrestar ese exceso de empatía propio de algunas personas con altas capacidades intelectuales. Ya sea en uno mismo o en un hijo o hija que muestre este rasgo.

Antes, eso sí, dejan claro qué significa ser empático. Lo hacen recurriendo a la definición de empatía del psicólogo estadounidense Carl Rogers: “Es la capacidad de comprender lo más ampliamente posible el mundo del otro, pero manteniendo la separación entre el mundo propio y el del otro”. Cuando se produce un exceso de empatía, queda mucho más difuminada esa separación entre el mundo ajeno y el propio.
La ciencia, dicen Anaïs Rodríguez y Mari Carmen Gutiérrez, ha demostrado que la alta sensibilidad es una característica común en muchos perfiles de altas capacidades. “Esta se relaciona con mayor conciencia de las emociones, tanto de las propias como de los demás, lo que podría implicar mayor empatía”, apuntan.
Y el problema, argumentan las dos psicólogas especializadas, es que la empatía en exceso puede ser “abrumadora”. “Estar constantemente captando las sutilezas del estado emocional del otro, absorbiendo información y emociones de los demás puede causar auténtico agotamiento”, dicen.

Consejos para contrarrestar el exceso de empatía
Si crees, como adulto con altas capacidades, que tienes ese exceso de empatía del que hablan Anaïs Rodríguez y Mari Carmen Gutiérrez, o has detectado que tu hijo o hija la muestra, puedes intentar contrarrestarla con estos consejos prácticos que comparten las dos psicólogas especializadas en altas capacidades:
- Aceptación: en primer lugar, recomiendan aceptar esta parte de ti o de tu peque. “No trates de luchar contra ella”, aconsejan.
- Observación: en ti mismo o en tu hijo o hija. “Observa si cuando empatizas con el otro acabas desregulada emocionalmente. Esto te dará pistas de que debes gestionarlo distinto”, apuntan Anaïs Rodríguez y Mari Carmen Gutiérrez.
- Autocuidado: si un encuentro te ha agotado o lo sientes así en tu hijo o hija, las dos psicólogas recomiendan activar el autocuidado, modo que puede hacer extensivo a un niño o niña que muestre exceso de empatía.
- Gestión de la culpa: “Si te vienen pensamientos de culpa por no poder hacer más, acepta la idea de que tu capacidad de ayuda no es infinita”, apuntan las psicólogas.
- Espejo, no esponja: Anaïs Rodríguez y Mari Carmen Gutiérrez ponen en valor la metáfora de aprender a ser espejo en lugar de esponja.
- Respirar: y ayudar a respirar, en el caso de que estés intentando ayudar a un peque excesivamente empático. “Respira, regúlate emocionalmente mientras estás con el otro”, señalan las psicólogas.
- Vuelve a lo esencial: se refieren Anaïs Rodríguez y Mari Carmen Gutiérrez a que recordemos que “lo que más necesita el otro de ti en un mal momento es ser acompañado, escuchado y comprendido”. No te exijas más a ti ni lo hagas con tu hijo o hija.