En el método Montessori, los castigos no tienen cabida. Esta es una palabra que no se utiliza en la educación y crianza que sigue las directrices y postulados de María Montessori. La pedagoga es la autora de frases célebres, como "No me sigan a mí, sigan al niño", la frase de María Montessori cuyo significado te explicamos aquí, muchas de ellas vigentes en la actualidad. Sin embargo, no tantas personas con hijos e hijas interesadas en el método Montessori saben que en sus escuelas tampoco se utilizan los premios como recurso durante la crianza y educación de los niños.
En un post divulgativo reciente, el educador y guía Montessori Pedro Valenzuela, el mismo experto Montessori que explica las tres condiciones imprescindibles para el correcto desarrollo de los niños, apunta el motivo por el cual en esta metodología no se contemplan los premios ni los castigos. Lo hace introduciendo la cuestión con una frase de María Montessori que deja entrever lo que el divulgador desarrolla a continuación: “Los premios y los castigos, en cuanto que resultan extraños al trabajo espontáneo del desarrollo del niño, suprimen y ofenden la espontaneidad del espíritu”.

En las casas de niños y escuelas Montessori como en la que trabaja Pedro Valenzuela, los castigos y los premios no son recursos válidos porque alejan al menor de su evolución natural. “Los niños experimentan una felicidad del logro de manera totalmente natural”, dice el guía Montessori.
Por natural, Pedro Valenzuela se refiere a que los niños y niñas que se educan bajo el paraguas del método Montessori ven el error como parte del proceso. “Lo que para un adulto es considerado como un error, para el niño no es más que una parte del proceso que lo invita a probar otras maneras para poder conseguir los objetivos que persigue”, apunta el experto.
Esto de la naturalidad entronca con otro concepto fundamental del método Montessori, la normalización.

Por lo tanto, en el método Montessori el error forma parte del aprendizaje. Como el acierto y como tantas otras circunstancias propias de una etapa vital de experimentación y evolución. Para Pedro Valenzuela, “permitir al niño equivocarse desde este lugar lo hace un ser más creativo, independiente, con capacidad para la resolución de problemas, o que no muestra una frustración rápida cuando siente que algo no está sucediendo como él quisiera”.
A medio y largo plazo, no recurrir al castigo por fallar ni darle mayor importancia, como aboga por hacer el método Montessori, permite que los niños y niñas se conviertan en seres resilientes. “Desde bien pequeño aprende a ser perseverante y a creer que intentarlo es la única manera de poder conseguirlo”, asegura Valenzuela, que cita los materiales autocorrectores típicos del método Montessori como las herramientas que ayudan a gestionar de manera natural el error a los peques.

¿Y qué pasa con los premios? El método Montessori tiene claro que no se castiga, pero tampoco el éxito se premia. Explica la razón Pedro Valenzuela: “Para un organismo en desarrollo como es el niño, crecer en sí mismo ya es motivo de felicidad”, dice el guía Montessori. “Este crecimiento se lleva a cabo a través de la actividad que el niño realiza. Actividad que va en consonancia con las leyes vitales de desarrollo del niño como ser vivo que es”, agrega.
Por este motivo, en las escuelas que siguen el método Montessori como metodología educativa de referencia, no hay lugar para los premios, como no lo hay tampoco para los castigos. “En las escuelas Montessori el adulto no se hace poseedor del logro o éxito del niño. El éxito del niño es suyo, e intentamos que así lo vea y así lo considere”, afirma Pedro Valenzuela.
El guía Montessori hace hincapié en que educar de esta forma, sin premios ni castigos, suponen un impulso para el empoderamiento del niño o niña. “Por pura naturaleza, ama lograr una unidad completa de actividad; ama sentir y vivenciar el proceso desde el inicio hasta el final”, argumenta Pedro Valenzuela.
Para el experto Montessori, los premios no son el camino a esa verdadera felicidad, sino que es el proceso natural el que permite a los niños y niñas lograr distintos logros que, a su vez, les dan “un sentido de poder e independencia”. Y es esta capacidad, este logro, concluye Pedro Valenzuela, “cuando siente verdadera dicha y felicidad”.