Descubren qué parte del cerebro regula la generosidad: las decisiones sociales no solo se moldean por la crianza o la cultura

Una nueva investigación revela el papel clave de la amígdala basolateral en cómo decidimos ser generosos o no, incluso con personas lejanas. ¿Qué implicaciones tiene esto para la crianza y la educación?
Un estudio de neurociencia descubre que la generosidad también se regula en el cerebro
Un estudio de neurociencia descubre que la generosidad también se regula en el cerebro (Midjourney - RG) - Un estudio de neurociencia descubre que la generosidad también se regula en el cerebro

La generosidad no es solo un valor que aprendemos en casa, durante la crianza, mediante la educación familiar y en el colegio, con el ejemplo y guía de los padres. Una nueva investigación revela que también hay una parte del cerebro que la regula desde la infancia. En concreto, el estudio revela el papel clave de la amígdala basolateral en cómo decidimos ser generosos o no. Te lo contamos en profundidad. 

La generosidad se enseña, se observa, se practica… pero también se procesa en una parte muy específica del cerebro. Y según una nueva investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), ese circuito neuronal puede condicionar de forma notable cuánto damos a los demás, especialmente a quienes no forman parte de nuestro círculo cercano.

Un equipo internacional liderado por la reconocida neurocientífica Tania Singer ha estudiado casos excepcionales: personas con daño localizado en una estructura del cerebro conocida como amígdala basolateral. El resultado muestra un patrón muy claro para los investigadores: cuanto más deteriorada estaba esta zona, menos generosas eran estas personas con desconocidos o gente emocionalmente lejana. Pero, curiosamente, mantenían su generosidad con familiares o seres queridos.

Lo que plantea este hallazgo es una pregunta interesante que abre una puerta a futuras investigaciones y que nos hace reflexionar también, especialmente desde el ámbito de la educación y la crianza: ¿hasta qué punto nuestras decisiones prosociales —como compartir, donar, colaborar— dependen de lo aprendido… y cuánto del “cableado” cerebral?

El estudio descubre que, además del componente social, la generosidad tiene su explicación en la forma en la que trabaja el cerebro desde la infancia
El estudio descubre que, además del componente social, la generosidad tiene su explicación en la forma en la que trabaja el cerebro desde la infancia (Midjourney - RG)

Detalles del estudio sobre la generosidad y el cerebro

El estudio, titulado Steeper social discounting after human basolateral amygdala damage (PNAS, 2025), parte de una herramienta experimental conocida como “curva de descuento social”. Grosso modo, se trata de observar cómo cambia nuestra disposición a compartir dinero o recursos a medida que se incrementa la distancia social con otra persona, desde un familiar muy cercano a un desconocido total.

El experimento comparó a personas sanas con otras que presentaban daño en la amígdala basolateral, una región del cerebro relacionada con la emoción, la toma de decisiones sociales y la valoración del otro. Al analizar sus elecciones, se observó que quienes tenían esta lesión mostraban descuentos sociales mucho más pronunciados. Es decir, su generosidad se reducía drásticamente con cada nivel de distancia social.

Sin embargo, los investigadores observaron también que su generosidad hacia personas cercanas se mantenía, lo que sugiere que los circuitos asociados a vínculos íntimos permanecían intactos. No parecían actuar de forma menos empática en general, sino que procesaban la relevancia social de manera distinta.

Esto refuerza una hipótesis clave en neurociencia social: la amígdala basolateral no solo gestiona el miedo o las emociones básicas, esas que también muestra la película de Pixar Del Revés, como se creía clásicamente, sino que participa activamente en cómo decidimos actuar con los demás según su grado de cercanía o conexión emocional.

Qué implicaciones tiene para la crianza, la educación o la infancia

Para madres, padres, educadores y profesionales que trabajan con niños, este estudio abre una nueva dimensión de comprensión: la generosidad y el comportamiento prosocial no se limitan a normas culturales o aprendizajes familiares, sino que se asientan también en estructuras neurológicas que filtran y jerarquizan nuestras decisiones sociales.

Esto tiene varias aplicaciones concretas:

Normalizar que la generosidad hacia extraños se aprende… y se trabaja

No basta con decir “hay que compartir” a un niño. Por un lado, porque sabemos que esto no funciona en la infancia temprana por la madurez cerebral y el momento vital de los peques. Por otro, porque el cerebro tiende a priorizar a los más cercanos, y el desarrollo de una ética más universal requiere tiempo, entrenamiento emocional y experiencias concretas. Juegos cooperativos, role play o actividades de voluntariado pueden ayudar a ampliar el “círculo de empatía”.

Detectar posibles dificultades en el comportamiento prosocial

En contextos clínicos, este tipo de estudios pueden ayudar a identificar cómo ciertos daños neurológicos (como los que se dan en algunos trastornos del neurodesarrollo) pueden afectar la forma en que los niños o adolescentes responden a situaciones sociales complejas.

Evitar culpabilizar a quien no siente igual

Comprender que hay un componente neurobiológico en las decisiones generosas nos permite tener más paciencia y buscar estrategias adaptadas a cada niño y niña. Se trata de entender cómo se construyen las decisiones desde el cerebro con el añadido del componente social.

Este hallazgo también se conecta con investigaciones previas sobre la educación emocional, el papel de la amígdala en la autorregulación y cómo los modelos de apego temprano (padres, figuras de referencia) modulan nuestras respuestas ante el otro. Aquí puedes leer un artículo en esta dirección: Confirmado: el vínculo durante el embarazo influye en la relación futura con el hijo.

La generosidad no es exclusivamente un proceso social, sino que también influye una parte concreta del cerebro, según un nuevo estudio
La generosidad no es exclusivamente un proceso social, sino que también influye una parte concreta del cerebro, según un nuevo estudio (fuente: Midjourney - RG)

Un paso más en el puzzle de la empatía

La empatía, la generosidad, la cooperación… son pilares de la convivencia y del desarrollo humano. Esto queda fuera de toda duda. Pero ahora sabemos gracias a esta nueva investigación que también son procesos cerebrales complejos que se construyen en la intersección entre biología, aprendizaje y contexto social.

Este estudio no dice que estamos determinados por nuestro cerebro. Pero sí pone el foco en que educar en la generosidad implica también conocer cómo funciona el cerebro, cómo se activan sus alarmas, sus filtros, sus sesgos.

Y, sobre todo, nos recuerda algo clave: que el camino hacia una educación más empática también pasa por entender la neurociencia, por cómo se desempeña el cerebro desde el nacimiento en todas las etapas de la vida y en función de los distintos condicionantes que pueden darse.

Referencias

  • Tania Singer, Richard M. Palumbo, et. Steeper social discounting after human basolateral amygdala damage. Proceedings of the National Academy of Sciences, 2025. DOI: 10.1073/pnas.2500692122

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