Prueba de monitores o correas en el embarazo: ¿qué es y cuándo se hace?

Si vas a ser mamá primeriza quizá no has oído nunca hablar de “ir a monitores” o de la “prueba de las correas”. Debes saber que es una prueba por la que pasan todas las embarazadas y que sirve para comprobar el bienestar del pequeño. Descubre aquí cómo y cuándo la hacen, así como sus funciones.
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“Me toca ir a monitores” o “la prueba de las correas” son algunas de las formas coloquiales que hacen referencia a la monitorización fetal. Lo normal es que si eres mamá primeriza seguramente no sepas de qué se trata este concepto.

Se trata de una prueba indolora que se hace cuando se acerca el momento del parto y que sirve para hacer un control del bienestar del futuro bebé. Veamos en qué consiste, cómo y cuándo se realiza.

Si vas a ser mamá primeriza quizá no has oído nunca hablar de “ir a monitores” o de la “prueba de las correas”. Debes saber que es una prueba por la que pasan todas las embarazadas y que sirve para comprobar el bienestar del pequeño. Descubre aquí cómo y cuándo la hacen, así como sus funciones. 

¿En qué consiste?

Consiste en hacer una monitorización gráfica del ritmo cardíaco fetal, de los movimientos del feto y de las contracciones del útero para comprobar que el futuro bebé está bien. Se lleva a cabo en los hospitales o clínicas de ginecología y se hace bajo el criterio de la matrona o ginecólogo que lleva el embarazo.

Es una prueba que no provoca ningún dolor y que no supone ningún riesgo para el feto. En ocasiones, puede ser que para algunas embarazadas sea algo molesta por la postura que tienen que adoptar al realizarla, pero será el mayor malestar que podrá aparecer. La matrona o el obstetra te puede recomendar adoptar otras posiciones adaptando el monitor a tu mayor comodidad. Ademas, muchas mujeres al final de la gestación pueden presentar mareo si permanecen mucho tiempo acostadas o reclinadas boca arriba. Por ello se adaptará el camilla o el sillón del monitor para que estés lo mas cómoda posible. 

Para hacerla, la mujer embarazada se coloca acostada o semisentada en una camilla o sillón y se le ponen unas cintas o “correas” (de ahí el nombre) sobre el abdomen. Estas llevan dos transductores o sensores: uno para el control del latido fetal y otro para el análisis de la actividad del útero.

En el tiempo que dura la prueba, se va grabando una gráfica que ofrece información sobre el bienestar (o sufrimiento) del feto y que apunta todos los datos mediante los cables que unen los transductores a los monitores. Estos monitores o cardiotocógrafos son las pantallas en las que a su vez podremos ir viendo la actividad. Además, los datos obtenidos se van grabando en una banda de papel.

Un consejo que suelen dar es haber desayunado o tomado alguna comida o bebida dulce, ya que este tipo de alimentos potencian los movimientos del feto y nos permiten acortar el tiempo de la prueba.

¿Cuándo se realiza?

La monitorización fetal se hace al final del embarazo. Normalmente, comienza a realizarse en torno a la semana 37 y suele repetirse semanalmente hasta la semana 40. A partir de entonces se empieza a realizar cada 3 o 4 días hasta que acaba la gestación, en general en la semana 41.

Aunque son las pautas más habituales, estas pueden variar en función de los resultados que se vayan obteniendo, del estado de salud de la mujer y del tipo de embarazo del que se trate. Será el especialista el que se encargue de hacer un seguimiento y de indicar de manera individual si es necesario cambiar esta periodicidad. La prueba en sí dura aproximadamente unos 30 minutos.

¿Para qué sirve?

Esta prueba sirve para comprobar que el funcionamiento de la placenta y la oxigenación del feto son los adecuados. Asimismo, si lo lleva a cabo el ginecólogo puede aprovecharse el momento para hacer una ecografía y examinar la madurez del cuello uterino.

Con ella no se puede determinar la fecha del parto, pero sí se pueden observar las contracciones existentes que nos puedan indicar que el momento de dar a luz está cerca.

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